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Dermatitis acral por lamido

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Mascotas

La dermatitis acral o lamido acral es una afección de la piel que se genera por el lamido o mordisqueo excesivo de una zona del cuerpo hasta lastimarse o lesionarse. Es más común en perros, aunque también pueden presentarse en felinos.

Las zonas en las que habitualmente se provocan el auto trauma son las extremidades, específicamente las manos o patas. A pesar de su baja incidencia, la lesión acral por lamido en sus diferentes presentaciones (forunculosis acral, granuloma por lamido, nódulo prurítico acral) puede ser un gran desafío para el veterinario y, en algunos casos, más que una frustración. En perros pueden presentarse los primeros signos de dermatitis acral antes del año, pero ya con un tamaño de adulto.

Los propietarios suelen llevar a la consulta a sus perros, por lo general de tamaño grande a gigante, desde temprana edad debido a lesiones en placa en los extremos de una o más extremidades.

Las razas más afectadas pueden ser las gigantes y las grandes. Entre estas, es más frecuente en:

  • Doberman
  • Pastor Alemán
  • Bóxer
  • Weimaraner
  • Bullmastiff
  • Gran Danés

Se presenta con mayor frecuencia en machos que en hembras, aunque pueden verse afectado cualquier perro, independientemente de su sexo o raza, siempre que concurran factores predisponentes. Afecta con mayor frecuencia carpos que tarsos. Se puede localizar en cualquier parte del cuerpo donde el animal se pueda lamer en estado de reposo, aunque la localización preferente es en las zonas mencionadas con anterioridad.

Puede presentarse por diferentes causas y estas pueden ser de origen psicogénico: aburrimiento, estrés o ansiedad o de origen no psicogénico; infecciones por bacterias u hongos, alergias, golpes, dolor de hueso o afecciones neurológicas periféricas, espacio vital escaso y monótono, animal que vive en residencia, animal que vive atado, cambio brusco en su forma de vida (cambio de sitio por mudanza, falta de personas habituales en su vida, llegada de otra mascota, otro familiar, etc.). El principal signo es el lamido o mordisqueado de forma insistente de la zona hasta autolesionarse.

Las lesiones se inician con pérdida de pelo e inflamación, continúan con la formación de una placa roja y húmeda que progresivamente se lastima y ulcera. Estas lesiones pueden complicarse con infecciones bacterianas que aumentan la inflamación. Esto genera un ciclo de mayor picazón–mayor rascado lo que perpetua la afección, pudiendo convertirse en una enfermedad crónica difícil de tratar. Con el tiempo, la piel puede cambiar de color poniéndose más oscura, más gruesa y dura.

Es necesario investigar sobre el tipo de vida y comportamiento del animal y sobre sus antecedentes ortopédicos o alérgicos. Es muy importante buscar la presencia de alguna alteración ortopédica o signos de prurito que puedan favorecer el lamido de las extremidades. El lamido podal por dolor o por alergias podría ser un desencadenante de esta enfermedad. Puede observarse cojera que puede estar relacionada con la presencia de una forunculosis dolorosa o con un problema ortopédico.

La apariencia de esta enfermedad es bastante evidente y solo podríamos confundirla en algunos casos con una lesión primaria por traumatismo, una placa demodécica, un granuloma de punto de presión, un querion dermatofítico o un histiocitoma.

Es importante descartar parásitos, neoplasias o dermatofitos. La confirmación de una pioderma concomitante, junto con la evidencia de un lamido obsesivo y un tipo de lesión en placa con una localización típica, permiten deducir que estamos ante una lesión acral por lamido.

Para iniciar el tratamiento es imprescindible razonar con el propietario sobre cuál es el origen del problema. El tratamiento se basa en el uso de analgésicos en el caso de origen traumatológico, antibióticos durante largos periodos, y psicofármacos antidepresivos que suelen utilizarse en casos con base etológica.

En este tipo de patologías se corre el grave riesgo de abordarlas desde un punto de vista dermatológico exclusivo, y con ello iniciar tratamientos paliativos con un gran porcentaje de recidivas y la consiguiente insatisfacción del propietario, debido a que no se tiene en cuenta el verdadero origen del problema. Será nuestro veterinario quien nos dé las pautas a seguir.

Dra. Carmen Báez Ruiz

drabaez1@hotmail.es

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