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Cinema Strangiato – III

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Perspectiva – Desde Canadá

XLI

Siendo las 6:30 p.m., apremiado por las ganas de wixar, finalmente decidí entrar al complejo. Ya sabemos que eso de aguantarse es mal negocio, así que me aproximé a la puerta.

Acceder al inmueble consistió en presentar el código de barras que recibí en mi correo electrónico al escáner que portaba el muchacho en la entrada, él y yo usando cubrebocas, protección que algunos conservamos todo el tiempo que estuvimos en la sala y en el edificio.

Para conservar la sana distancia, letreros sobre los mingitorios sobre la pared indicaban que dejáramos uno (un mingitorio, se entiende) de separación entre el que eligiéramos para que la agüita amarilla que hicieron famosa los Toreros Muertos iniciara el trayecto que cantaron. Misma indicación para lavarse las manos: dejar un lavabo de separación.

Aún quedaba tiempo para la función de las 7. Francamente, no me nació la curiosidad de asomarme a ver los precios de la dulcería: ya sabemos que resultan un lujo. Tal vez en mi próxima experiencia cinéfila lo compruebe y les comentaré. Emprendí, pues, el recorrido a mi sala y a mi asiento.

Camino a mi destino, las carteleras digitales mostraban los próximos estrenos, junto con las recomendaciones de seguridad en el interior de la sala y del complejo. Caminando detrás de mí, dos jóvenes aproximadamente de mi misma edad, uno con una camisola beisbolera de Rush, otro con una playera oscura. Los tres llegamos a nuestro destino y cortésmente nos cedimos el paso para entrar.

¿Recuerdan que les dije que en la pantalla de mi monitor el asiento que elegí aparecía como el de la última fila de atrás, en el extremo izquierdo? Al pasar la vista por la letra que identificaba la última fila del cine comprendí que era al revés: mi asiento era el A12, primera fila, último asiento en el extremo izquierdo del cine.

Indimóder.

Entre las reglas de convivencia y de sana distancia en cines, se pone énfasis en no ocupar lugares que no te corresponden, puesto que los que se venden están distribuidos de manera que todos estemos lo suficientemente separados y, así, minimicemos la posibilidad de contagiarnos.

Traducción: me xodí, tendría que ver la película justo adelante, so riesgo de sufrir una tortícolis de pronóstico, pero eso sí, eso quería decir que sería el primero en ver la película. Chícómonó.

Mientras llegaba a mi asiento, observé a la atenta concurrencia. Ma pareció que no había una persona que no frisara las cuatro décadas como mínimo, algunas damas también en la sala.

Sentado, dirigí la mirada a la pantalla, confirmando que sería una shinga ver la película en ese asiento. Me di ánimos al considerar que la música sonaría perfecta, en estéreo, a mis espaldas, en las bocinas laterales de la sala.

A las 7 p.m. se apagaron las luces, el logo del cine (Cineplex) dominó la pantalla y entonces me di cuenta de otro error de cálculo: el sonido venía del frente, de la pantalla, es decir, no había bocinas laterales en la sala.

Wepuchis.

Los cortos de la próxima película de James Bond llenaron la pantalla…literalmente. Gracias a mi perspectiva pude disfrutar a la bellísima Ana de Armas.

Me emocioné cuando en pantalla apareció el logo de “Anthem”, que los seguidores de Rush sabemos es la compañía que publica su música. Resultó que era para promocionar los discos de dos artistas de su cantera, uno de ellos un cantante country.

Todo el relajo de cortos y publicidad se alargaría por un total de veinte minutos, aumentando nuestra impaciencia, como preparándonos para el magno evento.

Finalmente, las imágenes en pantalla mostraron el armado de un escenario: el de la gira R40.

Cuando apareció Neil, no me avergüenza confesarlo, las lágrimas cayeron por mis mejillas. No fue la única ocasión en que me sucedió durante la función. Pude comprobar que tampoco fui el único que manifestó de manera similar su pesar ante su ausencia de este mundo.

Cinema Strangiato no es tan solo un ensamble de conciertos de la gira de despedida de Rush en 2015 llevada a la pantalla grande, sino también un documental que recaba testimonios de muchos músicos y personalidades famosas del mundo de la música, todos hablando de la gran influencia de la música de los canadienses en sus carreras, de la manera en que se convirtieron en sus admiradores y de lo que les hicieron sentir sus compases y letras:

  • Tom Morello, guitarrista líder de Rage Against The Machine y de Audioslave, y su esposa (la fanática femenina #45 de la banda, que piensa que Geddy Lee está “hot”),
  • Taylor Hawkins, baterista de Foo Fighters,
  • Billy Corgan, guitarrista de Smashing Pumpkins,
  • el violinista Jonathan Dinklage, que interpretó Losing It durante el concierto en Nueva Jersey, de donde es originario, por lo cual tenía pesadillas de que iba a hacerlo pésimo pues la presión del público iba a ser inmensa, siendo la primera vez que la banda interpretaría una canción considerada como una deliciosa rareza,
  • Nick Raskulinecz, productor de los dos últimos discos de la banda: Snakes and Arrows, y Clockwork Angels, que temerariamente corrigió las interpretaciones del mismísimo profesor Neil Peart, obteniendo con ello no solo su total colaboración sino también su respeto; Nick inició siendo tan solo el productor de esos discos, pero finalizó siendo un amigo muy cercano a los tres compadres, en particular de Neil,
  • The Trailer Park Boys, que a través de Bubbles manifestó su amor por el grupo, con un exquisito final cómico llamando Freddy a Geddy.

Aquí suspenderé la narrativa, para concluir la próxima semana.

Mientras tanto, les dejo este video en el que podemos apreciar a Rush ofreciéndonos otro aspecto de su arte. Cosas como esta los hicieron entrañables a todos nosotros, sus fanáticos. Este cortometraje fue presentado a todos los asistentes a sus conciertos durante la gira de Clockwork Angels. Disfruten a los gnomos.

S. Alvarado D.

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

 

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