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Zapatillas de Ballet

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Cada Paso que Avanzo, Cada Lágrima que Derramo

Le tomó años y todos sus ahorros, pero al fin las tenía. Eran unas zapatillas de bailarina bastante simples, aunque había cierta gracia en su sencillez. De un color rosado pardo, bastante harapientas a primera vista, sin ninguna clase de rotura. Ni siquiera presentaban holgura alguna, estaban tan firmes como si recién hubieran salido de la fábrica. El delicado cordón se arremolinaba en pequeños bucles y, cuando se desenroscaba, estaba liso, como si el medio siglo que había pasado no le hubiera afectado en lo más mínimo.

Las zapatillas de Anna Pavlova por fin eran suyas.

Parte de ella quería tomarlas y acercárselas a la cara, aspirar tan fuerte hasta que fuera posible oler el suelo de ese escenario en Estocolmo esa noche que debutó. Se contuvo. Los apretó fuertemente contra sus pequeños pechos.

Se las puso con cuidado, tratando de disfrutar al máximo del momento. El tacto de su piel con el cuero del interior la hizo crepitar. Cuando su talón se asentó con firmeza, sin necesidad de ajustar el borde, no pudo evitar sentir cierto deleite y orgullo. Calzaba igual que Pavlova.

Repitió la dulce experiencia con el otro pie y pronto se vio diferente, como si hubiera recuperado algo que era suyo. Estaba completa.

Se levantó y se miró en el espejo de cuerpo completo frente a ella. Una pequeña chica delgada y de complexión ligera le devolvió la mirada. Amarró su cabello rubio y, con la determinación reflejándose en sus grises ojos, empezó a dar unos cuantos pasos. Después de probar la suela lo suficiente, y que no necesitaba ajustarlas en lo más mínimo, empezó a usar sus zapatillas.

Empezó con un Tendu y luego un Releve. La flexión se sentía bien, nada forzada como antes. Las puntas de sus dedos ya no se sentían aprisionadas y, al elevar sus talones, le pareció que los levantaba aún más rápido. Tal vez sí se grabaría durante sus rutinas. Necesitaba confirmar que lo que sentía no solo estaba en su cabeza por la emoción de tener las zapatillas.

Siguió con los movimientos básicos, pasando a los más complejos cada vez más rápido, cada vez con mayor intensidad.

Con cada levantamiento de pierna y de brazos sentía que iba a levitar encima del suelo de salón de baile. Se sorprendía al durar de puntillas más del tiempo requerido sin que su balance se viera comprometido. Podría caminar el resto de su vida en “paso corrido” y estaría bien con ello.

Empezó a experimentar. La ligereza que sentía de repente le empezó a persuadir de ser más atrevida. Empezó a girar haciendo el más rápido Pirouette que jamás había hecho. El control fue casi perfecto. Lo intentó unas cuantas veces más hasta que finalmente pudo controlar el impulso. Al siguiente instante giró y giró de una manera inhumanamente posible. Luego comenzó a girar más despacio y, solo por la gracia de hacerlo, las últimas vueltas las terminó en una pose Arabesque.

Se quedó en esa pose por varios minutos.

Cuando por fin puso ambos pies en el suelo, ya no sentía como si pisara tierra firme. Ya no pertenecía ahí.

Pasó las siguientes horas practicando, hasta que anocheció. Mañana sería su gran debut.

***

Llegué al lugar poco después de que la policía se fue. Pensé que tendría que seguirlos hasta la morgue para obtenerlas, pero se las habían quitado antes de meterla a la ambulancia. Honestamente, no sé porque se molestaron siquiera en llamar una: estaba muerta antes de caer por las escaleras.

Me di cuenta de que era ella al instante en que vi su presentación. Fue fabulosa. Son muy pocas las veces que me enorgullezco al decir que lloré de la impresión. Por supuesto, estuve usando un medallón protector, así que estoy seguro de que no fue algo provocado por el objeto. Más tarde resultó que su peculiaridad era otra.

Nunca olvidaré el rostro de la madre. No paraba de decirle a la policía cómo la vio caer por las escaleras, abatida, como una muñeca de trapo, sus extremidades rompiéndose y dislocándose. A mitad de la caída su cuello se quebró.

Solo trece años. Tan joven. Es lo malo con este tipo de cosas. La mayoría de las veces podemos ver desde lejos cuál es el problema porque estas cosas no son sutiles –ídolos, cuchillos rituales, partes corporales, gemas malditas. Otras veces estas cosas se presentan como los más mundanos de los objetos, y no somos capaces de detectarlos hasta que vemos sus efectos, después de que cobran una vida.

Al menos nos aseguraremos de encerrar esa cosa lejos del público, para evitar que algo como esto vuelva a pasar, a eso nos dedicamos después de todo.

El buen Doctor ya le dio un vistazo e hicimos un primer resumen que no dudo querrás revisar. Ya me dirás qué cambiarle cuando regrese de Rusia con los demás Anticuarios. Por el momento, por favor coloca esta ficha en el archivo. Hasta que nos veamos, mi amigo.

-Escalante

+++

Objeto #57

Fotografía – [Pendiente]

Título – Zapatillas de Pavlova

Descripción – Zapatillas de ballet pertenecientes a Anna Pavlova, la famosa bailarina rusa de ballet. El portador pierde densidad ósea, sintiéndose más delgada y ligera de lo normal, que devienen en fracturas estructurales mayores.

HUGO PAT

yorickjoker@gmail.com

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