Poesía
Félix Martínez
Vivir dos veces y respirar ambas,
en las mañanas
el saludo del ser más especial
con dos pataditas en tu seno.
El día transcurre y sufres al gestar
en tu vientre;
los ascos, mareos, solo una parte
de los nueve meses de este proceso.
Le platicas de tus esperanzas.
El bebé escucha el golpe, casi chasquido,
un látigo de voz (mientras
su vida es oscura) le duele en los recién
formados oídos.
Le duele
y amargas lágrimas corren
en sus esbozos
de mejillas.
El zarandeo le sacude los sentidos,
su corazón late aprisa.
Mientras tanto te preguntas cómo será
¿Tendrá luz en sus ojos?
¿Hervirá en el orgullo de su piel morena?
¿Escalara montañas?
¿Defenderá al vulnerable?
Los días transcurren,
le hablas de tu infancia,
le platicas cuentos, le cantas, ya le pusiste nombre.
Y ésta es su historia,
el amor de dos personas.
Día tras día fueron importantes,
casi indispensables
para vivir y hasta para respirar.
Así llegó el embarazo.
Pasaban los meses,
su historia,
cambiaba de nombre.
Y aquel pequeño ser empezaba
a perder lo que aún no había ganado.
Se alejaba su padre con reclamos y dudas,
el cariño a ese ser nonato
se esfumaba entre llantos y gritos
que traspasaban un vientre
con sonidos lejanos.
Se cumplieron los meses, se oyó
un llanto profundo,
doloroso
un dolor prensado que resonó en los oídos
de una madre que promete mucho:
cuidarlo, brindarle todo lo que tiene.
Agradece al cielo,
que esté en su regazo.