Viaje Interior

By on octubre 17, 2019

JUAN DUCH COLELL

VIAJE INTERIOR

Con la colección Letras Textuales la Universidad Autónoma de Yucatán se ha dado a la tarea de rescatar obras valiosas de nuestro acervo literario –poemas, cuentos, ensayos, novelas cortas, piezas teatrales, textos periodísticos y documentos diversos– muy poco o nada conocidas en la actualidad y que merecen difusión para el disfrute de las generaciones de hoy y de mañana.

Tal es el caso de este Viaje interior del poeta Juan Duch Colell, publicado originalmente hace ya medio siglo en revistas de aquellos días y reproducido, muchos años después (1980), en el cartapacio titulado Poemas, del propio autor.

Con algunos otros textos dispersos en páginas de la prensa cultural de los años cuarenta, Viaje interior señala el punto inicial de una trayectoria con significativa huella en nuestros antecedentes literarios.

 

LA POESÍA DE JUAN DUCH

Por Santiago Burgos Brito

Voy a hablarle de un poeta. Pero he de advertíos que emplearé esta palabra en el amplio sentido en el que la usaron los antiguos. No me han interesado nunca los hacedores de versos. Por eso, con aquella palabra que en su propia etimología expresa con elocuencia su sentido exacto, designo a todo artista cuya ambición y finalidad sean las de crear, en una obra estética hecha con sus propios medios, una emoción particular que las mismas cosas de la Naturaleza son capaces de provocar en el hombre. ¿Y quién mejor que Juan Duch Colell puede ilustrar en nuestro medio este concepto de la emoción poética que, viniendo de muy lejos y de muy diversos hontanares, vibra con la sensibilidad de los humanos en cada una de las épocas del mundo?

Duch Colell no es uno de esos poetas que creen en la necesidad de la superproducción en la obra. Su labor es lenta, parsimoniosa, sin agitaciones estériles y vanas. Y lo más interesante es que en ello para nada interviene la preocupación exclusiva del estilo, el pulimento flaubertiano de la forma, el manejo complicado y paciente del cincel de los parnasianos del siglo pasado. No. Juan Duch Colell sólo escribe cuando tiene algo que decir, impulsado por esa fuerza interior que en los verdaderos poetas es una orden que no admite objeciones de ninguna especie. Duch es un hombre moderno, de una modernidad revolucionaria incontrastable, constructiva y pujante. Duch es también –como lo son casi todos los poetas revolucionarios– un pequeño filósofo en el sentido azoriniano, un pensador que tortura su conciencia en la meditación de los problemas de la vida moderna, de la vida del hombre en esta centuria que es hoguera que consume ilusiones y anhelos, que convierte en cenizas proyectos y designios, pero que está desbrozando caminos y dejando en los surcos el abono necesario para las cosechas venideras. Por ello el poeta hispano-mexicano no tiene prisa alguna para llegar a la meta. Aspira el ambiente patrio, se empapa el espíritu de cosas y personas, se revuelca en la maraña de las hodiernas ambiciones humanas, ausculta a su pueblo con segura mano y a su corazón con estudiada calma, y traduce en sus versos esa emoción singular que trasfunde maravillosamente a su auditorio, o que se mete por el alma y por los ojos al lector que sabe comprender a un poeta en toda la magnitud y alcances de su obra.

Aunque a veces lo parezca, Juan Duch Colell no canta para sí, para sus propios recogimientos interiores. Eso no puede ser. No se escribe para sí. No obstante que escribir es un medio indudable de revelación, lo es igualmente de comunicación, un modo de manifestarse a los demás en forma extraordinaria. El poeta necesita precisar el género de comunicación por lo que es imprescindible que entregue a sí mismo lo que ambiciona alcanzar en los demás. ¿Se trata de distraer? Desde luego que no. Los versos de Juan Duch Colell demuestran palmariamente para lo que sirve la poesía, no para embotellar nubes, como algún humorista dijera, sino para provocar emociones, pero emociones que mueven el espíritu y ponen en acción las energías en torno a algo que no sea baldío o de escasa importancia.

¡Cómo y en qué medida sabe Juan Duch de esta agoniosa lucha entre el querer y el poder, en lo esencial y en lo externo, que hace tan doloroso el alumbramiento de los versos en los auténticos poetas! Buscar la palabra precisa, la que mejor signifique el pensamiento, sin ayuda de ripios ni de imágenes cursis, buscar esa majestuosa sencillez con la difícil facilidad de los elegidos de las Musas, es el momento culminante de la creación poética. Juan Duch, en <<Salida frustrada>>, evoca magistralmente el momento solemne. La palabra se le muestra indócil, mejor dicho, huidiza, como jugando con las ansias y deseos del poeta, llamándolo a su lado en tentadoras e irresistibles travesuras con sus anhelos de hombre y de poeta. Es una caza, es una persecución del creador tras de los materiales precisos de su obra, que en las estrofas de este poeta está expresada con indiscutible atisbo psicológico.

Toda empresa lleva consigo la consecución de un propósito, que puede ser también la ducha helada del fracaso. Con la obra poética de Juan Duch Colell la emoción se va perfilando de un modo tan preciso, tan certero, que la dura tarea del poeta nos parece un placer gustado en la misma búsqueda de la palabra, en ese afán de alcanzarla en cuyo logro hay como un asomo de sensualidad. ¡Y cómo no ha de haberla si el sexo impone sus imperativos categóricos en símbolos diversos, con máscaras y antifaces que no logran ocultar del todo los cuernos y pezuñas del sátiro que todo llevamos en los nervios y en la sangre! Leed la <<Primera salida y el retorno al silencio>>. El poeta se encuentra satisfecho. Se me antoja escuchar un suspiro de satisfacción que acompaña estos triunfos del espíritu y de la carne. Ya el poeta es dueño de lo que ambicionaba. Ahora te poseo plenamente, dice con seguridades increíbles, con la certeza de lo que se ha logrado en todas las dimensiones del deseo. Y sus manos pecadoras acarician la palabra que, al fin femenina, se deja acariciar, y paga el halago con la tenue caricia de su música.

Otro poeta que no fuera Juan Duch Colell se conformaba con esto. Pero es que el no busca sonidos, simples armonías y ritmo. En un poeta como él esa conformidad carece de sentido. Juan Duch es un hombre, un ser humano que vive aspirando el aliento y sudor de los humanos. Ha encontrado la palabra. Pero siente que la misma angustia lo tortura, que es el mismo el dolor de ahora que el de antes. Ya la palabra no es bastante para la exacta expresión de pensamiento, impotente para expresar los dolores ajenos y propios. Estamos ante un poeta que hace suyos los dolores del mundo, para los que la palabra resulta pequeña. Hay de pronto una reacción al parecer extraña, pero que no es más que un momento más en la elaboración psicológica del pensamiento poético. El poeta quiere aislarse, construirse un baluarte en el silencio, erigido ya por él en el único poema valedero. Sin embargo, en su mundo <<Mundo de espejismos>>, cómo él los denomina, su propia angustia adquiere sabor de jugo fresco, de sabor agridulce que es placentero y delicioso. Desde su torre del silencio, que no es precisamente la torre de marfil de los viejos egoísmos, sino la torre al aire libre, con ventanas a los cuatro vientos de la Rosa, atisba la infinitud de los vastos horizontes, y ve abierto el camino, con, allá a lo lejos, el fruto apetecido. Y es ahora la voz henchida de armonías la que llama al poeta, con imágenes seguras, con ritmos galopantes. El poeta se siente incapaz de negarse al conjunto de aquel llamado que tiene tanto de humano como de divino. Y es cuando se lanza a la <<Conquista de los sueños>>, con la cabeza erguida, desafiante, en espera del fruto maduro que habrá de colmar su hambre y su sed de anhelos y de aspiraciones.

Y es ahora cuando Duch Colell, como si fuera un psicólogo de amplísima experiencia, nos describe otro de los momentos más palpitantes de la creación poética. El creador en cierne está ya listo para recibir influencias exteriores, es ya un receptor que palpita con las vibraciones que vienen a chocar con su sensibilidad quintaesenciada, con su propia epidermis que se ha sensibilizado también para todas las impresiones provenientes del mundo exterior. Desnudo llega –dice Duch Colell– el rumor encendido de una canción lejana, canción que el poeta va haciendo suya, sintiendo que se adentra en su carne, como si la persiguieran, cobijándose en la entraña misma de su carne. Es esa canción, la canción de múltiples facetas, de infinitos dolores, de gritos penetrantes, la que da al poeta la ruta dominante de su pensamiento, el derrotero de sus ambiciones, la que se sobrepone a cualesquiera otros designios, trágica, ondulante, grave y calenturienta, pletórica de agonías y de muertes, de pasiones malsanas y de sublimes ambiciones. El poeta no duda ya. Ha encontrado por fin la palabra anhelada, la palabra que es voz y es palabra, que por ríos de lágrimas viene de lejos a provocar en el poeta que es hombre y que es hermano de todos los hombres, esa emoción que con canciones es capaz de destruir murallas, haciendo al poeta útil a la causa del hombre.

Es así como en sus poemas nos describe Juan Duch el nacimiento de un poeta revolucionario, de uno de esos poetas que si cantan el crepúsculo ha de ser con referencia a problemas humanos, como simples metáforas o imágenes, y que si cantan al amor lo proyectan al amor de esas multitudes que no saben de amor sino en contadas ocasiones, y a las que el poeta revolucionario consagra la mayoría de sus canciones. En estos sus poemas hay el estudio psicológico de la creación poética revolucionaria, con sus inquietudes y sus destanteos, con sus alegrías y sus desazones y también algo así como el atisbo autobiográfico de un hombre que es también un poeta. Toda la psicología inconfundible para nosotros de Juan Duch, el hombre, se encuentra en estos versos henchidos de sinceridad maravillosa, sin preocupaciones de estilo, sin pomposas exageraciones metafóricas, con esa expresión inconfundible de la modestia y de la sencillez del hombre, que en el poeta se reflejan categóricamente.

Palabras leídas por su autor en Ochil, en 1950 durante una reunión literaria presidida por don Antonio Mediz Bolio.

 

Continuará la próxima semana…

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