Vespertina

By on octubre 25, 2018

Germenes_1

XXI

 

VESPERTINA

LA tarde era gris… Moría

sin pompa bajo un silencio

de abismo, con los encantos

sugestivos del misterio…

Pensé en ti por quien perdí

con mi dicha mi sosiego…

Pensé en las cosas aladas

que bullen en mi cerebro

y me obsesionan y aturden

por cada vez que en ti pienso:

cantos que nunca escribí,

hondo y pertinaz anhelo

de estar cerca de ti siempre;

pena de estar de ti lejos…

Pensé en la trova de amor

que por ti arranqué del plectro:

trova que nació de un ansia,

ansia que brotó de un beso,

de un beso ardiente en tus ojos

zarcos, brillantes y pérfidos…

En las tenaces vigilias

en que mis ojos abiertos

perseguían en la sombra

las quimeras de un ensueño…

En lo que no ha de volver,

en lo que por ti se ha muerto:

tu primer beso de amor,

de amor tu llanto primero,

la caricia de tus manos,

el perfume de tu cuerpo,

tu ramillete de flores,

mi ramillete de versos…

*  *  *

La tarde era gris… Moría

anegada en el silencio

sin un rumor en las frondas,

sin un rumor en el viento…

Yo, a cuestas, llevaba el fardo

de mis propios pensamientos

como aquella tarde, grises,

como el horizonte, tétricos,

con lobregueces de abismo,

y con frialdades de témpano…

Acosado, como avispas

en tropel, por los recuerdos

de lo que no ha de volver,

de lo que por ti se ha muerto

inconsciente seguí el rumbo

del sombrío cementerio…

*  *  *

¡Oh, tarde gris, melancólica,

tarde de dulce misterio!

¡Cómo en la amable mansión

del amoroso silencio,

diste voz a lo que yace

hecho polvo bajo el suelo,

y a las cruces despintadas,

y a los rojos cirios trémulos,

y a las guirnaldas marchitas,

y a los sauces somnolientos!

“Si por amores estás

vida y alma consumiendo,

convierte aquí la mirada,

fija aquí tu pensamiento;

ven, que aquí se acabarán,

tus penas de amor, viajero…”

Al conjuro de esa voz

se tornó mi pensamiento

remozado y vigoroso

y alegre como un renuevo!

*  *  *

¡Perfidia! ¡No verás más

quemar mis ojos el fuego

de mis lágrimas rebeldes!

¡Ya no más irán mis versos,

en que vertí toda mi alma

y en que vibraron mis nervios,

al pedirte de rodillas

y suplicantes y trémulos,

la ardiente miel de tus labios,

la dulce miel de tus besos!

José Inés Novelo

Continuará la próxima semana…

 

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