Una «Insensata» Charla con Xavier Velasco

By on marzo 22, 2018

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El autor de ‘Los Años Sabandijas’, un libro que nos hizo reír a carcajadas mientras disfrutábamos mucho ese viaje hacia los ochentas; ‘Luna Llena en las Rocas’ que nos permite recordar que la tertulia es fundamental en la vida; el ‘El Diablo Guardián’, para muchos su obra maestra, hizo acto de presencia en la Filey. Xavier Velasco llegó para presentar ‘Entrega Insensata’, trabajo que debo reconocer me afectó de una manera que aún no puedo explicar porque, por ejemplo, en la carta al Facebook retrata algo que todos sentimos, pero que no admitimos porque nos encanta estar en las redes sociales.

Con esta obra que es fiel a su estilo, reflexionamos, pero también nos reímos mucho, y creo que al final de eso se trata la literatura: de divertirse en el proceso.

¡Qué tal, Xavier! ¡Qué gusto tenerte en Mérida! ¿Cuál fue tu punto de partida para este interesante libro?

De entrada, siempre me ha gustado escribir cartas. Mis cartas de amor tendrían 13, 15 cuartillas cuando las escribía. En esta época, si algo añoro de la escritura son precisamente las cartas; de hecho, en varias de mis novelas –‘El Diablo Guardián’, ‘Los Años Sabandija’– encuentras cartas. Tengo ese gusto por la comunicación epistolar porque, aparte, una carta te obliga a desnudarte, una carta en la que no te desnudas no tiene caso. Dice Javier Cercas, y creo que tiene razón, que un gran problema de los novelistas contemporáneos es que les da vergüenza reconocer sus sentimientos, los ocultan. Creo que para un novelista no solamente son razón de vergüenza, sino que son sus mayores tesoros y esa es precisamente la apuesta que me gusta hacer en la carta.

Uno en la carta no sabe qué tanto va a decir, cree que va a decir algo y termina diciendo otra cosa, termina metiendo la pata, exhibiéndose, pero es parte del gusto de la carta.

Se vuelve un debraye absoluto la carta.

Sí, pero un debraye que tiene una serie de cosas y de información que uno a veces ni siquiera sabía que iba a decir o que lo tenía dentro. Hay un acto de introspección en las cartas y tenía esta idea de algún día hacer un libro de cartas.

Tenía varias cartas que había publicado, más de doscientas. Me dediqué un buen rato, varios meses, a revisarlas, a rehacer algunas cuando ya sentía que la carta había perdido vigencia, ya no tenía fuerza, había cambiado el remitente (que soy yo) y ese es un gran privilegio porque las cartas que tú escribiste y mandaste pues, ni modo, te fastidiaste. Aquí se tenía la posibilidad de corregirlas porque son cartas abiertas, son cartas que en realidad están dirigidas al intruso de en medio, no al destinatario sino al que se mete y las lee.

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Me encantó la primera carta que le dedicas a José José y la forma en que vas narrando lo que implica el personaje, incluso la interpretación de ‘El Triste’. Rescatas elementos que realmente solo se logran a través de las cartas. Creo que por eso me conecté muy rápido con el libro. ¿Habías decidido que fuera la que abriera la obra?

No. Fíjate: la tenía en segundo lugar hasta que me quedé pensando y dije: “¡Qué bruto eres! Pues si es el Príncipe debe estar en primer lugar. ¡¿Qué te crees?!”

La carta no es nada más el remitente y el destinatario; también es la circunstancia en la que es escrita. Esta carta la escribí esperando a que terminaran de arreglar a mi esposa (todavía no era mi esposa en ese momento). Nos fuimos en un coche convertible a Las Vegas y nos casamos. Yo estaba en el cuarto, mientras a ella la arreglaban en el baño y fue como decir: “Necesito un borracho amigo para decirle que tengo cosas adentro.” En el fondo, lo que estaba diciendo es “Me estoy casando.” Esto tiene mucho que ver con todas esas cursilerías que nunca quise decir y que son tan queridas a mi corazón.

He sido roquero muchos años de mi vida, punketo. Oficialmente soy de los que dicen: “Ah no, no, no, a mí esa música no me gusta.” Pero a la hora de la hora termino escuchándola a escondidas y cantándola a grito pelado. Finalmente, esa música que en apariencia durante un tiempo he desdeñado es la música más personal y más intensa que puedo tener.

Ahora que lo dices, de esa forma entiendo que fue una gran obertura y una muy buena elección.

La carta a la mota me pareció de lo más divertida, pero también muy honesta. Me parece que es como una catarsis de tu parte para ya dejar claro el tema y ya no tener que recurrir a él. ¿Cómo fue que decidiste incluirla? 

En ese tema, tú sabes, la gente dice: “Yo sé de las drogas porque tengo amigos.’

No nos hagamos tontos. ¿Qué sabes tú y de primera mano de las drogas? Me dije: “Pues sí, tengo un par de cosas que decir.”

En muchas terapias de rehabilitación lo que se acostumbra es que la gente le escriba una carta al vicio que deja, ya sea este vicio un amor enfermizo, una droga, ya sea el alcohol, ya sea la ludopatía, lo que tú quieras.

¿Es una carta de despedida? No, no, yo no me estoy rehabilitando de nada, ni me estoy dando golpes de pecho, ni tampoco estoy diciendo “me encanta la droga.” No. Tengo que decir exactamente lo que pasa con esta sustancia y esta sustancia la conozco y, sí, varias veces en mi vida me esclavizó; otros momentos pues me hizo muy feliz, no lo voy a negar.

Hace poco dijo Donald Trump: “Las drogas no dan ninguna recompensa.” ¡¿Cómo no van a dar?! ¡Claro que dan! El problema es que tienen un precio, y a veces es un precio demasiado alto. En mi caso, siempre he tenido curiosidad por probar la heroína, pero sé que no regresaría. No puedo pagar el precio…

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Así le pasó a John Belushi y otras estrellas.

Exacto, no puedo pagar el precio.

Algún día platiqué con Joe Perry, guitarrista de ‘Aerosmith’, quien me dijo: ‘Mira, si tú te quieres preparar un gallo, yo te lo forjo y te lo doy, pero yo no lo voy a probar. ¿Sabes por qué? Porque ya lo probé mucho tiempo y me di cuenta que no hay manera de volar gratis, que siempre tienes que pagar el boleto y ya estoy hasta acá de estarlo pagando.’

Es un poco también en ese mismo sentido que digo: “Sí, está bien, puedes pasar horas muy agradables, pero ese precio que cobras ya no necesariamente lo quiero pagar.”

Además, quizá ya no estarías creando obras, no estarías compartiendo con los fans.

Por supuesto, no me lo puedo pagar.

Ese es uno de los grandes problemas que tenemos con esta estrategia persecutoria de la drogadicción, donde la gente lo menos que tiene de las drogas es información verificable, auténtica. Eso es terrible.

Lo que tendrían que gastarse en información, rehabilitación, en ayuda, se lo están gastando en perseguir a los narcotraficantes que nunca van a dejar esa chamba y, si los retiran, vendrán otros porque es el mejor negocio del mundo.

Las nuevas generaciones que nos ven con tus libros nos preguntan: “¿Qué onda con Xavier Velasco? ¿Por qué les gusta tanto? ¿Por qué tiene tantos libros?” Yo les digo que empiecen con este o con el que gusten, porque tienes un estilo muy difícil de explicar. ¿Cuál es tu metodología?¿Cómo fluyen las ideas en tu cerebro para plasmar obras tan diferentes y que sin embargo siguen manteniendo sello?

No sé si hay una técnica. Normalmente cuando empiezo a escribir de algo, no tengo ni idea del destino final. Escribo cualquier cantidad de estupideces que no sirven, pero poco a poco me voy adueñando del tema, y adueñarme del tema significa hacerlo totalmente mío y apasionarme por él.

Yo escribo con mucha pasión, escribo con mucha entrega. Me tiemblan las manos, a veces lloro, a veces berreo como cuando escribí una carta a mi madre, que la hice a dos días de haberla perdido. Pienso que aquello que no te toca el corazón, que no te duele, que no te mueve, pues no vale la pena escribirlo.

Ahora mi mujer está escribiendo un libro y el otro día la caché llorando. Me dice: ‘Ay, qué pena.’ ¿Cuál qué pena? Páginas en las que lloras, hacen llorar.

Creo en eso, creo que debe haber un compromiso muy profundo de quien escribe con lo que está escribiendo.

Hay escritores que dicen: ‘Yo estoy comprometido con esta causa, con esta otra.’ ¿Por qué no empiezas por comprometerte con tu chamba y luego te comprometes con todo lo demás?

Yo sí creo en el compromiso con la chamba, porque para mí ni siquiera es una chamba, es un juego de niños que me trajo a la edad adulta y lo sigo gozando así.

Quiero creer que, si yo lo disfruto, tal vez los lectores también lo disfruten.

En esta entrevista has revelado cosas muy importantes, lo que te agradecemos mucho. Antes de despedirnos, sabemos que eres punk, pero: ¿cuál es la banda que te metió en este género?

Los Sex Pistols.

¿’The Cramps’ te gustaba?

Me gustaban los Cramps, me gustaba mucho The Clash. Ahora ya sé que son descafeinados, pero me gusta Green Day.

RICARDO PAT

riczeppelin@gmail.com

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