Trump: Un Muro de Egoísmo

By on marzo 30, 2017

Editorial

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Trump: Un Muro de Egoísmo

La fuerza de los hechos viene a demostrarnos que el mentado muro divisor, nuevo y más cerrado, de dureza mayor al concreto mejor producido no es una obra realizable ni novedosa. Ya existe y tiene nombre: Donald Trump.

Gobernante temporal, persona cerrada a la reflexión y el análisis, mucho más a un diálogo honesto abierto y sin resquicios, su persona e ideología ya se perciben como una muralla de complejos personales, mayor que la oriental elevada hace centurias para la protección de un pueblo y una cultura milenaria.

Trump ES, por sí mismo, muralla. Sin puertas de acceso. Solo con almenas para el continuo disparo de invectivas o pronunciamientos de su ególatra personalidad hacia todos los confines del mundo.

Aspirante al título vacante del rey Midas, sin medir las consecuencias, asume funciones del gran ojo maligno que J. R. R. Tolkien ubicó con tal realismo en la saga del anillo maléfico que conducía hacia el mundo oscuro de los contravalores humanos. Ni la cinematografía ha hecho que aparezca por su mente el final ejemplar como resultado de la alianza entre los pequeños, los humildes, los árboles hablantes, los valores humanos y el enorme poder de los seres pequeños, los hobbits y los enanos que, unidos a otras fuerzas, combatieron y vencieron al gran ojo igual que al dragón custodio del oro ocioso guardado en las bóvedas de lo que fue un antiguo reino.

La riqueza absoluta ciega, pervierte, demerita y desubica. Tal es el caso de Mr. Trump.

Sus odios y fobias son y serán objeto de reflexión y ejemplo de lo que no debe hacerse desde el poder, tanto él como sus aprendices mexicanos, omisos en documentarse sobre la difícil materia que es aprender a leer el signo de los tiempos para los que quieran o ansían sobrevivir como grupo social.

La historia nos enseña sabiamente que cuando alguien ha intentado posesionarse del mundo y ponerle condiciones no ha podido lograrlo. Es una lección de los tiempos producto de guerras, conflictos entre países y continentes, que también se da entre seres humanos o ideologías.

La conquista perfecta no existe, como no sea circunscrita a acciones como la “conquista” de la luna o el envío de las sondas espaciales.

Fuera del planeta, los avances son temporales. Y así debe de ser, aunque personas como las que Trump representa solo están tras la prevalencia de una aristocracia económica, cuando el mundo preferiría fuere prevaleciente y orientado en lo individual a la preservación de la salud y servicios médicos, vivienda, vestido, alimentación, como elementos de una vida honesta, aunque humilde, a la que debe tener acceso cada ser humano sin discriminación o rechazo.

El agua… el aire… la tierra… nos unen. El mensaje de la naturaleza es de unidad.

Gobernantes como Mr. Trump, ajenos a este espíritu colectivo, ya son, o se convierten, en muros mentales y físicos para bloquear la vocación primigenia de la humanidad: PAZ.

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