Tres mujeres poetas en la Frontera de México

By on agosto 4, 2022

Poesía

Estrella Gracia González. Matamoros, Tamaulipas. 1979. Lic. en Ciencias de la Comunicación. Narradora. Miembro del Taller Alquimia de Letras, Miembro del Ateneo Literario José Arrese y del Taller de Apreciación y Creación Literaria. Ha publicado en revistas electrónicas nacionales y del extranjero.

 

Traslúcido

Fumo un cigarro,

la ventolera

tapiza mis pies

con flores de moringa.

No existe mejor compañía

que la soledad.

 

 

Llegas inundando mi mente,

y escapas

en la bocanada de vaho;

para mirarme con deseo

mi cuerpo arde y se consume

como el cigarro.

 

 

No es brújula

sin embargo,

el cigarro me lleva a ti

a tu voz que me revive,

a tus palabras que me inspiran,

y al sabor adictivo de tus besos.

 

 

Es breve, muy breve la vida de este cigarro

y enciendo otro

en mis ansias

de seguir contemplándote,

en ese humo traslúcido

como tus ojos,

que no me permiten ver,

más allá de su interior.

 

 

Padre

Al hombre que siempre fue fuerte

inteligente e incansable.

El dolor tiene fecha,

renace en mi memoria

tu imagen firme

y tu fe inquebrantable.

 

 

He llorado tu ausencia,

así como aquella noche

el cielo lo hizo,

entre desconocidos tintineos

y azotes de palmeras.

 

 

Nada me preparó

para comprenderlo,

me sentí una niña

perdiendo su mundo.

 

 

Bendita sea tu herencia

no de riqueza

si no de tus virtudes,

mi amado padre.

 

 

Luciérnagas

Mío es el universo

el cielo, la tierra,

el breve ocaso,

la fresca alborada.

 

 

Tu mirada es mía,

el néctar de tus labios,

el río de tu mente,

el manantial de tus palabras.

 

 

Tuyo es este corazón

con su perpetuo latir

y las luciérnagas del amor

que cuido en mis entrañas.

 

 

Alicia Leonor. Tamuín, San Luis Potosí. 1968. Radicada en Matamoros, Tamaulipas, desde 1990. Licenciada en Administración de Empresas y Contaduría Pública. Poeta, narradora. Promotora de lectura. Asiste a los talleres del Ateneo Literario José Arrese desde 2014.

 

No sé a dónde voy

Más allá de la puerta de entrada

hay un lamento

 

 

Los dedos claman dolor

Y cómo pluma marcan un trazo.

 

 

Tras esa puerta muere un suspiro

una idea          la alegría.

 

 

La magia se sigue escondiendo

la busco hasta la punta de mi columna vertebral.

 

 

Se ha ido

 

 

Como él    ella se ausenta

sola  yo      al lado mío.

Me levanto      me busco         no estoy.

 

 

Solo está alguien que delira.

 

 

No puedo ser yo

anoche salí de mí

y mi nombre se escuchaba

tan dulce

en todas las bocas.

 

 

Tormenta de arena

A veces los días parecen

una tormenta de arena en la nada

los reconozco tan bien

cuando se acercan

traen ese polvo de recuerdos

que nos hace tan vulnerables.

 

 

Lo siento cuando el color rojizo me tiñe

nubla la mirada y convierte

mis pupilas en arcilla.

 

 

A veces lloro desayunando

los restos de cualquier volcán

aunque grite que ningún

fuego me quema.

 

 

La vulnerabilidad me hace humana

y guarecerme es como vivir a medias.

 

 

Schopenhauer decía:

El sufrimiento del hombre es doble

no sólo le acecha la muerte

sino la certeza que llegará.

 

 

Porque el fin está ahí

es inexorable

a un instante de nosotros.

 

 

Como esa tormenta de arena

en el desierto.

 

 

Luz de otoño

Cada otoño

la luz se desliza

suavemente hacia la sombra

dejando una paleta de azules, ocres y dorados

en infinitas escalas sobre un naranja que invade

y todo lo cubre hasta el horizonte.

 

Es un adagio lento de sol

un sol amable

que matiza los duros relieves

de mis anhelos.

 

 

Me gusta abrir los ojos

sin ruido

sin horarios

solo con mi pensamiento

que materializa mis sueños

salidos de relatos renacentistas.

La tarde calla

Da Vinci dormita

entre mis brazos.

 

Larissa Calderón. CDMX, 1978. Mamá dedicada al hogar, columnista y editora en delatripa: narrativa y algo más, traductora y lectora. Licenciada en Lenguas Modernas. Diplomada en lengua, cultura y civilización francesa. Diplomada en Creación Literaria por la SOGEM. Escribe sobre los derechos de la infancia.

 

Gato Blanco / Gato Negro

 

Gato Blanco de ojos azules es el rey de los gatos.

Su trono es la cornisa de una ventana donde se recuesta a ver el mundo pasar.

 

 

Gato Negro de ojos verdes es un gato sin fortuna, sin hogar y sin familia

Es amigo de la noche y la libertad.

 

 

Gato blanco no se preocupa por nada

Con un maullido le dan su comida favorita

y con otro le abren la puerta del jardín

 

 

Gato negro en el día busca una sombra fresca donde descansar sin que nadie lo moleste.

En la noche caza.

Cuando queda bien lleno, camina por las azoteas para mirar la luna.

 

 

Gato blanco no soporta ni una mancha en su pelaje claro y suave como algodón.

Todos los días lo cepillan y miman.

 

 

Gato negro adora el silencio nocturno y las luces de la ciudad.

Cada noche se divierte acechando presas que no lo ven por su pelaje oscuro.

 

 

Una mañana Gato blanco mira desde su ventana a Gato negro y piensa:

¡Qué vida tan difícil!

 

 

Gato negro mira de vuelta a Gato Blanco y piensa:

¡Qué vida tan aburrida!

 

 

Me quedé con el amor imposible

un amor que no era para mí

tampoco lo robé

nos encontramos así

como dos piezas de distintos rompecabezas

que embonan sin pertenecer

los demás se irán acostumbrando.

 

 

Los amores imposibles traen reproches

no son fáciles de vivir

entonces sin pensarlo

lleva en tierno gesto

mi mano a su boca

la besa

una chispa en sus ojos

me dice que es feliz.

 

 

Los amores imposibles son como las revoluciones

con ideales y bombazos

pero cuando se ganan

un nuevo comienzo

se consolida en el vientre.

 

 

Que todo fuera

Que toda la música fuera como Dance de Jamiroquai, vibrante y armoniosa.

Que todas las novelas fueran como las de Jane Austen, no solo triunfa el amor sino la razón.

Que todas las pinturas fueran de Monet, suavemente iluminadas.

Que todos los paisajes fueran campos de flores amarillas, manantiales de agua limpia, humedales con parvadas de aves rosas.

Que todos tuvieran el sueño profundo y reparador.

Que todos los niños no pudieran sino sonreír.

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