Todos los Instantes en el Instante de una Tarde

By on abril 6, 2017

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Todos los Instantes en el Instante de una Tarde

La primavera irrumpe

y a nevar comienzan

 los copos del pochote.

JJ

Los personajes son contenidos en el rectángulo espacial y el instante de la tarde: el mar, las sombras de los árboles, de la orilla, de los espigones de madera como quijada aserrada de un arcaico saurio marino.

Los perfiles se levantan contra ellos. Son los momentos del día que concluye. Los personajes están de espaldas a la luz y se muestran casi exclusivamente los contornos físicos y espirituales.

El ojo que mira por el objetivo, que antes vio el paisaje, no decide si acercarse a la definición, la nitidez, la claridad, la objetividad. O si es esta distancia otra manera, inconsciente o del subconsciente, de no perder la objetividad, es decir, cuidando no acercarse, confundirse y extraviarse por los rasgos de la personalidad, la individualidad, la indivisibilidad de cada personaje.

La tarde como elemento inicial, preámbulo consecuente y afirmativo del otro, del siguiente día. La tarde va descendiendo como representación ígnea concluyente de la batalla, de la guerra diurna. Batalla instantánea entre milenarias batallas.

La noche, hiena hembra, se diputará el terreno, como botín que van dejando los ejércitos del día. La noche, como emblema de risa necia e inexplicable, va por los despojos, la carroña de la muerte día. La noche poseerá los excrementos en el campo quemado del día.

Pero aquí están las lanzas vespertinas del dios del universo a punto de ser vencido. Las sombras lumínicas del rey esparcidas en la ondulación del mar. Y la noche que ha adoptado a los personajes. Seres sombra, paisaje sombra.

La noche, sin hacerse presente del todo, contempla la mitad de esta tarde, como proemio a la nocturna plenitud.

Hacen falta personajes, desde nuestra anónima expectativa, quizá el viento y los aromas marinos. No se ven, pero están implícitos y parece que podemos palpar a ambos.

Hay dos personajes, principales, que se disponen a volar, quizá a convertirse en aves; que desean, que anhelan elevarse por encima de sí mismos, y que quizá lo están haciendo. El sueño de hombres y mujeres: volar, mirar con otra mirada, pero nunca acercarse demasiado a los astros que gobiernan desde el universo las horas, las olas, las estaciones, la permisividad del sueño estelar.

Esta noche habrá luna.

Las alas y el viento de plata nos impulsan a remontar el vuelo poético de la luz.

Selene. Red de plata para ascender a y hasta lo más sublime.

 Los personajes son tres amigos que caminan a lo largo de la playa. Dos se detienen a mirar la tarde, el mar, o lo que más allá de la imagen captada se observa, sin que nosotros sepamos bien qué es o qué hay. El tercer personaje se aleja, se distancia; toma otro trayecto para captar la imagen. Se aleja y obtiene con su mirada la imagen.

Ha sido seducida, fascinada por ella, pero en el instante siguiente captura la imagen que no es la misma y que tampoco será la siguiente.

Es una tarde pletórica de miles de instantes, instantes que caben más allá de cada segundo, de cada hora, de unas horas que nos parecen igual, pero que a cada momento cambian y se distinguen de las demás, para bien o para mal, para suerte o tragedia de quien observa.

Juan José Caamal Canul

En Mérida, 6 de abril de 2017

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