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Editorial

No es para que “regresen los de antes a seguir robando”, porque los de antes se cambiaron de camisa, ahora visten la guinda del partido en el poder y siguieron robando, aún más descaradamente, sin erradicar la corrupción y opacidad, sino más bien acrecentándola, a pesar de innumerables pañuelitos blancos.

Es para que se diseñen candados en el ejercicio presupuestal, se prohíban las asignaciones presupuestales directas, se fortalezca la libre competencia y aspiremos a que la corrupción comience a ser perseguida y castigada.

No es para que “se restablezcan los privilegios de los de antes”, porque ya sabemos que en este sexenio siguió habiéndolos, con incluso una nueva hornada de nuevos privilegiados, algunos de ellos “milagrosos” multiplicadores de bienes inmuebles y de dinero en sus arcas y en paraísos fiscales en tiempo récord, tal como lo hicieron durante décadas los que vinieron a reemplazar.

Es para que se restablezcan derechos y servicios que se perdieron, como el derecho a la salud, el derecho al libre tránsito, el derecho a las vacunas, el derecho a recibir medicamentos oncológicos, el derecho a sembrar y cosechar sin tener que pagar derecho de piso a malhechores, el derecho a guarderías y refugios para mujeres violentadas por sus parejas.

No es para que continúen los “abrazos, no balazos”, cuando los récords de mortandad por causas violentas son clara evidencia de que quien debía aplicar la ley abjuró de lo que prometió cumplir y hacer cumplir, con las consecuencias que vemos todos los días en las notas rojas.

Es para que los autores de las más de 190 mil muertes (más las que se acumulen en los meses que faltan) reciban el castigo que merecen y la paz y la justicia se vuelvan estandarte.

No es para que “el pueblo elija y se gobierne como le convenga porque es sabio”, cuestionando y desmantelando proyectos e instituciones con encuestas sin representación y sin medir consecuencias de las decisiones, o tirando dinero en obras faraónicas sin viabilidad o beneficios que además atentan contra el medio ambiente al insistir en fuentes de energía en vías de obsolescencia.

Es para que el estado de derecho que tantos años costó construir, que aún estaba lejos de ser perfecto, permita seguridad a las inversiones, permita a los ciudadanos recibir un juicio justo, permita que las instituciones que transparentan el ejercicio presupuestal gubernamental reciban la información que nos ayude a determinar cuán bien ejercido fue el dinero y castigue a quienes lo desvíen en su beneficio o de sus achichincles.

No es para que “los adversarios queden expuestos y la gente los conozca”, porque sembrando odio y gobernando solo para unos nunca se podrá unir una nación, porque el imperio de los “otros datos” esconde una perversidad que horroriza.

Es para que las divisiones tan marcadas entre clases económicas regresen a su a veces exasperante lenta desaparición, traduciéndose en beneficios palpables en el estándar de vida de todas las familias por medio de fuentes de empleo, impuestos justos que se apliquen en beneficio de los contribuyentes, y por una mejor economía-país.

Enterremos el odio y la división, antes que ellos nos entierren a nosotros.

Salgamos a votar, pues, no pensando en el pasado, porque por ese no podemos hacer nada, sino observando el presente y pensando en el futuro.

Nos merecemos algo mucho mejor.

Elijámoslo.

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