Tiempos Violentos

By on agosto 8, 2019

Editorial

Con escasas horas de diferencia, han circulado por el mundo noticias inquietantes, todas ellas relacionadas con violencia y acciones asesinas de personas desquiciadas.

Los Estados Unidos, una de las escasas potencias sobrevivientes de las guerras del siglo anterior, vivieron la acción violenta de desquiciados mentales quienes, provistos de ametralladoras, fusiles automáticos o rifles de asalto, irrumpieron inicialmente en un centro comercial en Texas primero en El Paso, población frontera con el territorio mexicano, así como horas después en Ohio e Illinois, en el norte de esa nación.

Estos dos últimos sucesos se dieron apenas unas horas después de que cundió la noticia acerca de que el presidente estadounidense había dispuesto la instalación de armas estratégicas en países fronterizos con Rusia, otra potencia mundial, lo que agrava el riesgo calculado de un choque entre dos colosos que operan, ambos, sistemas de destrucción masiva que acabarían en segundos con grandes áreas continentales en todas las regiones del mundo.

Actos de locura con armas mortales en Texas, Ohio, Illinois, se han hecho realidad y está pendiente, como amenaza para toda la humanidad, la segunda que es decisión del presidente de un país ahora prisionero de su violencia casera.

¿Qué está ocurriendo? ¿Qué culpa tenemos en esas muertes surgidas de enconadas posiciones racistas y políticas los ciudadanos inocentes de los demás países de este mundo?

¿Con quienes convivimos los demás millones de personas de esta humanidad que no ha sido capaz de combatir con éxito total al hambre, la pobreza y las injusticias sociales pero que, a cambio, cuenta con armas y recursos para destruir la vida en nuestro planeta?

Aún con todos los supuestos avances económicos, científicos, culturales logrados dolorosamente por la humanidad, ¿no hallamos todavía una forma digna de vivir y convivir?

Las armas destructivas aumentan. Las esperanzas de los pueblos desvalidos disminuyen. Las distancias peligrosas se acortan.

Y hacia ese destino adverso, en un holocausto anunciado, marchamos todos.

Todos porque, si algunos han diseñado y construido sus bunkers protectores, a la larga la contaminación acabará con ellos.

Por dos milenios de la nueva cuenta cristiana hemos sorteado decenas, centenas de situaciones críticas anteriores. Y aquí seguimos.

Continuamos nuestras vidas con la fe que aún alienta en nuestras sociedades. Con la esperanza aún de millones de familias confiadas en que la madurez llegará a las mentes de los gobernantes actuales. No a todos, como debiera ser, sino a muchos que carecen del poder de inclinar el platillo de la razón en favor de la vida humana en la Tierra.

Si congelamos esa imagen amenazante, si la vamos diluyendo, borrando, ello sería un buen principio para una mejor reflexión y decisiones.

En tanto, los dedos decisorios están asentados sobre gatillos nucleares en dos hemisferios de todo el mundo.

Y no lo deseamos, pero actos de violencia como los expuestos, unidos a los riesgos latentes, continuarán circulando en las sociedades de este lastimado mundo en el que la vida es un albur.

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