Sexo Virtual – XVI

By on octubre 16, 2020

XVI

¿NO QUE MUY MACHITO?

Hércules era todo un “semental”. A su potencia viril, propia de sus 18 primaveras, le sumaba el valor agregado de sus experiencias precoces con las mujeres, donde practicaba sus conocimientos aprendidos de la revista erótica “Pimienta”, en que aparecían, además de féminas desnudas y diversas posiciones para el coito, artículos escritos por médicos sexólogos, o provenientes de libros especializados como El Kamasutra o El Libro Rojo de la Recámara.

Era tan ducho en esta temática que cuando algún amigo con menos experiencia deseaba enterarse a ciencia cierta de algún detalle del fabuloso mundo del sexo, acudía a él para recibir una clase gratuita, intensiva y aleccionadora para saciar sus dudas.

Como a su potencia sexual y conocimientos le aumentaba dos de los ingredientes básicos para la seducción femenina –la audacia y el “verbo” –, resultaba envidia de sus cuates que no entendían cómo era que había conquistado a varias “hijas de Ixchel”, la diosa maya de la fertilidad y el amor, con esa cara de “indio” que recordaba al héroe maya Nachi Cocom, sobre todo en una ciudad tan racista como la “Blanca Mérida”.

Su amigo Nacho, estudiante de bachillerato como él, le preguntaba desconcertado pues aun cuando también era moreno, poseía un rostro más amestizado del lado criollo, y cuerpo atlético favorecido por sus entrenamientos como futbolista: “¡Coño! ¿Cómo le haces para controlarte a Patty?”. Sin presunciones, Hércules respondía tranquilamente: “El que se avienta cruza el río, carnal. A las mujeres les gusta que uno se bote al ruedo y les hable bonito.”

Nacho le tenía envidia de la buena porque, aparte de ser su mejor camarada del barrio, como vivía cerca de la casa de Patty, la novia de Hércules, cada noche que pasaba por ahí era testigo de los agasajos marca diablo que éste le propinaba a la sensual morena. Y todavía más cuando aquel le comentó que, como Patty era muy liberal, llagaban al mismo cielo cuando se atrevían a hacer el amor, por supuesto, inventando justificaciones como ir al cine, lo cual les permitía el tiempo justo para “hacer como los conejitos”, como dice el escritor Gabriel García Márquez, en un hotel de paso.

“¡Pelaná Hércules, qué suerte tienes, me cae de a madres!”, acertaba a decir Nacho cuando aquel se abría de capa y le confiaba sus aventuras amorosas con la novia.

Por eso, cuando conoció a la libertina María Magdalena, seductora joven, divorciada, de piernas envidiadas por mujeres y piropeadas por varones, y supo que estaba interesada en él pues el noviazgo de Patty le había servido como buena carta de presentación, se propuso conquistarla.

Después de varias pláticas, que aprovechó para impactarla con sus dotes de caballeresco Don Juan pues no perdía la oportunidad de lisonjearla con los piropos más seductores, quedó encantada con él.

Entonces, María Magdalena lo invitó para festejar su día de santo únicamente en la compañía de una amiga de ella muy apreciada: Sandra, con la cual era uña y carne. Como a Sandra, igual que a ella, le gustaban las cervezas, María Magdalena compró un cartón de caguamas para vacilar el punto en su festejo.

Eso sí, Hércules era un campeón para la seducción, pero no acostumbraba a beber en exceso. Sin embargo, tratándose del cumpleaños de María Magdalena no podía rajarse y quedar como un culero negándose a acompañarlas a tomar las cervezas en grande, por lo cual comenzó el desfile del lúpulo envasado.

A los primeros vasos, a Hércules se le despertaron las ansias por María Magdalena por lo cual –a pesar de la presencia de Sandra– empezó a piropearla para deleite de la fémina. Y así siguió durante toda la tarde. Pero aún quedaban bastantes “armas por disparar” en la nevera.

Cuando después de varias horas finalizaron las últimas cervezas y el trío se encontraba bien mamado, María Magdalena se paró y le dijo a Romeo, valiéndole gorro la trastabillante presencia de su amiga Sandra: “Ahora sí, mi amor. Después de tantos piropos ya te lo ganaste: ¡voy a complacerte con lo que desees de mí!”. Ante tal invitación, Hércules se dispuso a aprovecharla.

Pero resultó el peor día de su experimentada vida sexual: por más que lo intentó, no se le puso firme el miembro ni con el himno nacional, pues se le pasaron las copas, dejando con las ganas a la suculenta María Magdalena, quien se quedó mirándolo, hirviendo, con cara de ¿No que muy machito?

Edgar Rodríguez Cimé

Continuará la próxima semana…

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