Series de TV
Outcast
Es prácticamente un hecho que la moda en los estudios televisivos es transferir exitosos cómics a la pantalla chica, con la esperanza de que tengan el mismo impacto que en el medio impreso. Ciertamente, los argumentos que presentan los cómics, e incluso los juegos de video, resultan mucho más novedosos e interesantes que las viejas fórmulas que parecieran estar agotadas en cuanto a atraer y conservar la atención de los televidentes. En Diario del Sureste les hemos platicado ya del caso de Preacher, y ahora toca la oportunidad de platicarles sobre otra serie que fue primeramente ofrecida en Cinemax y que ahora se presenta por el Canal Fox: Outcast.
Los fanáticos de The Walking Dead saben perfectamente que Robert Kirkman es uno de los creadores del cómic que posteriormente fue transferido a la televisión. En realidad, Kirkman tiene una trayectoria bastante amplia como dibujante, comenzando a publicar desde el año 2000, cuando contaba con 22 años de edad. Ha elegido diversos temas, y sus ideas han sido utilizadas en muy diferentes proyectos, algunos de ellos para la mismísima Marvel de Stan Lee.
Junto con Paul Azaceta, quien dibuja las ideas de Kirkman y también ha dibujado viñetas del arácnido Peter Parker, creó Outcast en el 2014, narrando las vicisitudes de Kyle Barnes, cuya familia ha sido aquejada por demonios desde su infancia y que, con ayuda de un predicador, decide enfrentarlos. Cinemax, al saber que preparaba este nuevo proyecto, inmediatamente contactó a Kirkman para que Outcast se convirtiera en una serie de televisión.
La primera temporada nos presenta a un aislado y muy descuidado Kyle Barnes (interpretado por Patrick Fugit, el jovencito reportero de la revista Rolling Stone en el filme Casi famosos del 2000) que regresa a la casa materna después del doloroso divorcio de su esposa Allison (Kate Lyn Sheil), quien además consigue una orden judicial que le impide acercarse a ella y a su hija Amber, supuestamente por haberlas golpeado e intentado matarlas. Kyle tiene un temperamento explosivo, pero adora a su mujer y a su hija, y es durante el desarrollo de la serie que nos enteramos de lo que realmente sucedió ese día.
En el pueblo de Rome, West Virginia, el reverendo Anderson (Philip Glenister) ha efectuado varios exorcismos a sus parroquianos, y nota que cada vez es más frecuentemente requerida su intervención en casos de este tipo. La madre de Kyle fue uno de sus casos de posesión, uno que colocó a la señora en un instituto de atención a personas con problemas mentales, aparentemente como un vegetal. Kyle fue quien “ayudó” a su madre a liberarse del demonio que la aquejaba y que la hacía torturarlo, maltratarlo, e incluso intentó matarlo.
Cuando se presenta el caso de posesión de un niño, el reverendo Anderson le pide a Kyle que lo acompañe, para ver si podría ayudarlo. El demonio que vive en el niño saluda a Kyle con un seco “Outcast”, el equivalente a paria, lo cual llena de incertidumbre a Kyle no solo por haberlo llamado de esa manera sino porque el demonio/niño lo reconoció sin haberlo visto antes. Después de una pelea, Kyle logra liberar al niño de lo que se había posesionado de él, con lo que el reverendo adquiere un nuevo respeto por su ayudante, y decide usarlo como arma en su cruzada contra los demonios. Le pedirá que lo acompañe de ahora en adelante a visitar a sus feligreses “salvados” y es en esas visitas que Kyle nota que algo anda mal, y que en realidad no han sido liberadas de aquello que las posee, lo cual le acarrea la enemistad del reverendo.
Al pueblo llega un personaje extraño que se presenta como Sydney (interpretado por el gran Brent Spiner, que para los que vimos Star Trek – La Nueva Generación nunca dejará de ser Data) y que tiene algo que ver con todas las personas poseídas, se reúne con el reverendo y le deja un recuerdito de su visita, uno que no podrá ni borrar ni olvidar.
Durante el desarrollo de la primera temporada atestiguamos el deterioro gradual que se va dando en el pueblo, deterioro al cual no son inmunes el cuñado y la hermana de Kyle, ni el jefe de bomberos ni el jefe de policía, mucho menos el reverendo Anderson, que ve cómo la confianza de sus feligreses se va erosionando con su paranoico comportamiento. También observamos la manera en que Kyle intenta recuperar a su familia, y el clímax de la primera temporada se da cuando nos queda evidente el alcance de la “infección”.
Con todas estas interrogantes, y con algunas acciones desesperadas que toma el reverendo con las cuales parece que afectará la incipiente relación que llevaba con la viuda McReady, sin duda la temporada dos de Oucast estará muy interesante.
Todo lo anterior comprueba la premisa inicial: los nuevos (y muy buenos) argumentos televisivos se apartan de los cánones establecidos, y los cómics lentamente van marcando la pauta del mundo del espectáculo.
Gerardo Saviola