Editorial
En ocasión anterior hemos hecho alusión a este mes por las fechas relevantes que agrupa en homenaje al trabajo, a la libertad de los mexicanos, y a la bendición de la naturaleza, que florece en las plantas como consecuencia de las aguas pluviales.
Un aspecto concomitante a ello es el ambiente caluroso que agobia a nuestras comunidades por la presencia de ese sol bendecido por los mayas, ese Kin que impulsaba las épocas de germinación, evolución vegetal previa a las esperadas cosechas. Un sol bienhechor.
Pero nuestro sol peninsular, que cae a plomo sobre esta nuestra planicie calcárea en que habitamos, se percibe más fuerte y abrasador por nosotros, los seres humanos que enaltecemos al astro rey y lo bendecimos, aunque nuestras humanidades débiles se vean agobiadas por él.
Nuestra península pródiga recibe cotidianamente los luminosos rayos solares, de los que hay que proveernos individualmente con moderación y cuidado.
El consumo de líquidos para mantener nuestro equilibrio vital se hace imprescindible. Igual que nosotros, débiles seres humanos, el reino vegetal y el reino animal requieren de ese líquido vital también para su supervivencia.
Por estos días, la demanda de líquidos disminuye sensiblemente el manto freático en la región peninsular; las cañerías de conducción del agua potable procesada acusan una demanda extraordinaria, tanto para la ingesta humana, como también animal y el riego, aunque sea mínimo, de plantas que nos proveen de alimentos básicos necesarísimos.
Cuidar el agua, evitar su desperdicio, racionalizar su uso, son acciones que sirven para que todos mantengamos los niveles de supervivencia que ameritamos.
Reflexionemos sobre ello.
Seamos conscientes.
Cuidemos el agua, líquido vital para el consumo racional de los seres humanos y la atención de los seres vivos de los reinos animal y vegetal.
