Quien siembra vientos…

By on julio 25, 2019

Perspectiva

“Haz como digo, no como hago…”

Expresión popular

Primero me debatí enormemente: el presidente ha dicho y hecho tal cantidad de barrabasadas desde que escribí la última vez acerca de él que francamente me hacen imposible quedarme callado, a pesar de que me había prometido sufrirlas en silencio. Luego consideré llamar esta aportación “El presidente predicador”, por la transformación que sufre cada vez que aparece en el púlpito de las mañaneras, o en gira, con sonrisa sardónica y flamígeras frases cargadas también de azufre y de denostación, suavizadas con su ya clásica expresión “Con todo respeto…” en las primeras –lo que en realidad no demuestra respeto en absoluto, sino un afán de hacer evidente su descalificación y desagrado por aquellos que no pensamos como él– o a voz en cuello cuando está en las segundas, rodeado de los “suyos”, del “pueblo bueno”, cual predicador de las nuevas sectas religiosas.

Entiendo la magnitud y complejidad de la tarea que se ha propuesto el presidente: ciertamente los gobiernos anteriores no fueron ni prístinos ni solidarios, mucho menos se preocuparon por el bienestar social de los mexicanos, y él desea revertir esta pesada y frustrante tendencia.

Entiendo también su indignación ante la podredumbre, los abusos y la corrupción que se han enquistado en todo el aparato gubernamental, al verificar la manera en que fluía el dinero a las alforjas de los infames, sin llegar a aquellas actividades clave que lo requerían en beneficio de los más necesitados.

Entiendo, y comparto, sus deseos de cambiar para bien la inercia negativa que nos ha impedido crecer como país, trayendo de esa manera bienestar y prosperidad a todos los mexicanos.

Pero, seamos claros y dejemos atrás las buenas intenciones con las que convenció a los 30 millones que votaron por él: nunca se dará ese cambio si sigue sembrando división y odio entre nosotros; si sigue sembrando vientos que se pueden volver tempestades a la menor provocación; si sigue descalificando y pidiendo que se disculpen y alineen con sus ideas países, instituciones extranjeras, la prensa que no le aplaude, los funcionarios que han abandonado el barco ante la magnitud de los riesgos que acarrean las decisiones y dichos presidenciales, expresando así su desavenencia con esa manera de pensar y de actuar.

No ha mostrado inteligencia el presidente para corregir tantos males. Lo suyo, lo ha demostrado desde que resultó electo, ha sido destruir y borrar lo que se haya logrado –aunque fuera bueno– en gobiernos anteriores, causando toda clase de afectaciones en todos los niveles, sin tomar en cuenta las repercusiones.

Todo administrador avezado, al llegar a un nuevo empleo, primero se familiariza con lo que recibe, identifica lo más pronto posible las áreas que requieren atención, analiza el potencial de afectaciones que pudieran darse y solo entonces –con precisión quirúrgica y después de informarse adecuadamente– procede a hacer cambios para mejorar o reorientar la organización.

Nuestro presidente se vive pegando tiros en los pies, y pegándole tiros a todo lo que se mueva y le parezca enemigo, viéndose francamente paranoico. La austeridad franciscana se ha convertido en austericidio, al cancelar programas sin verdaderos motivos comprobables, por sus pistolas, matizando y suavizando los golpes con las palabras y saliva que lanza un día sí y otro también; o reduciendo gastos en cosas tan elementales y necesarias como los medicamentos, las guarderías, el personal de servicio en hospitales. ¡Si tan solo se tomara el tiempo de analizar y dar crédito a lo que sea bueno para la gente y, si tuviera dudas, pues entonces que envíe a un ejército de auditores! Pero que no cancele bienestar, ni atención, que eso es elemental.

No nos va bien como país, económicamente hablando, pues no logra inspirar confianza en aquellos que manejan los dineros con las decisiones macroeconómicas que él festina después de haberlas tomado, pero que los inversionistas ven cuestionables, como la cancelación del NAIM y su sustitución por Santa Lucía a pesar de no cumplir con regulaciones internacionales aeronáuticas, la imposibilidad de presentar un buen plan de negocios para Pemex, la insistencia en construir refinerías de combustibles fósiles cuando el futuro no apunta en esa dirección, las amenazas de cancelar contratos que se han firmado y otras más.

Sin inversión, y sobre todo cuando se une el austericidio, vamos directo al caos.

¿Alguno de ustedes ve obra federal en desarrollo, que no sea la que ha asignado directamente a sus compinches, sin concurso de por medio, con la excusa tan manida por sexenios de que las cosas urgen y por ello debe hacerlo así? ¿Ese es el cambio prometido, eso es comportarse diferente a los anteriores?

¿En qué cabeza se ve como triunfo cancelar una obra como el NAIM, teniendo que pagar más de 130 mil millones de pesos en multas? ¿Qué se ganó al dejar de usar un avión presidencial, mientras se pagan millones en gastos de hangar y depreciaciones del activo sin usarlo, esperando que aparezca alguien que quiera adquirirlo?

Ha comprometido la educación de la niñez al conceder a la nefasta CNTE patente de corso para seguir haciendo y deshaciendo a la medida de sus antojos, cancelando la Reforma Educativa, en vez de modificarla y mejorarla en beneficio de aquellos que menos le importan a esos “mal llamados” maestros: los niños.

Lo peor, a mi juicio, es su tan cacareada lucha anticorrupción: las grandes ratas del sexenio anterior, y aquellas que han trascendido varios sexenios, siguen tan impunes como siempre, con una amplia sonrisa en el rostro.

A pesar del inmenso peso de las evidencias, nada se ha hecho para castigar a los involucrados en los casos de la Estafa Maestra, Odebrecht, los sobreprecios en medicinas, y tantas maneras en que se han robado el presupuesto ad nauseaum. Nunca se revertirá tan nefasta costumbre mientras no se meta a la cárcel a quien se aproveche de bienes de la nación para su propio beneficio. Su inacción contra señalados exfuncionarios apunta al contubernio.

Si a lo anterior agregamos la inseguridad en todo el país, que no solo ha disminuido, sino que va que vuela para romper sangrientos récords de administraciones pasadas, sin que se vea un plan definido y claro, salvo la militarización que tanto juró y perjuró cancelaría cuando llegara a la presidencia, debería caérsele la cara de vergüenza y asegurarse de que se restaure la paz.

Gobernar es fácil, dice nuestro muy extraviado presidente, pero solo si se entiende gobernar como regalar dinero y revestirse de pueblo, que es lo único que puede mostrar como logros hasta este momento. Como nuestro padre bien nos repitió a mis hermanitos y a mí a lo largo de nuestro crecimiento, ¿no sería más provechoso enseñar a pescar que andar regalando pescado a todo mundo, con el perverso y evidente afán de crear “clientes” para elecciones futuras?

Todos esperamos del presidente que asuma su rol como tal para todos los mexicanos, se rodee de un equipo competente, y con ellos tome decisiones que nos permitan crecer como nación. En cambio, lo suyo ha sido rodearse de personas con evidentes taras y bloqueos, muchos de ellos reconocidos incompetentes, todos prestos a decirle “sí” a todo lo que diga, muchos de ellos con sus propias agendas, no la agenda nacional, mientras el presidente día con día descalifica a los que osen cuestionar el rumbo y sus decisiones, dividiendo aún más a la Nación.

Todo lo que hemos visto de este presidente han sido palabras, prédicas, promesas, y nada de eso tenderá puentes hacia un futuro de prosperidad. ¿Cuándo lo entenderá? ¿Cuánto más hemos de aguantar?

Francamente, cuestiono su sanidad mental cada vez que se para ante un atril: no me parece sano que sea capaz de decir que “vamos bien” cuando hay tantas alarmas por todos lados, cuando la terca realidad nos presenta tantas víctimas, mientras los victimarios se dan vida de pashás, gozando de su impunidad. O miente, o francamente está mal de la cabeza.

Y los ejemplos se siguen acumulando, como su inacción ante la inédita ampliación de mandato del gobernador de 2 a 5 años, propuesta por un diputado de Morena, apuntalada al parecer por un cañonazo de un millón de dólares a cada diputado, y avalada entonces por toda la bancada, «porque así conviene».

El 2021 se ve aún muy lejano para hacerle saber nuestro descontento al presidente cuando se elija nuevo Congreso, cuando podamos poner freno a sus ocurrencias. Ya se lo demostraremos en las urnas. Ojalá y aún tengamos país cuando llegue la fecha.

Me temo que ni el juicio de la Historia, ni el de sus compatriotas, será benevolente con sus buenas intenciones.

S. Alvarado D.

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

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