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Perspectiva: Spectre en México, o el nicho cinematográfico

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“La fotografía es verdad.

Y el cine es una verdad 24 veces por segundo”.

Jean Luc Goddard, Director de cine

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Una organización criminal, con alcances internacionales, actúa en pleno zócalo del Distrito Federal y se necesita de la intervención del mejor hombre del mundo para poner las cosas en orden. La organización criminal no es el gobierno federal, o el del propio distrito, ni el mejor hombre del mundo proviene de Tabasco, que quede claro.

Hablamos de Spectre, organización criminal creada por Ian Fleming, la némesis a la cual se enfrenta recurrentemente Bond, James Bond, el agente 007.

Resulta que la próxima reciente del espía inglés será filmada en el Distrito Federal y al respecto han ido y venido historias que hablan de un supuesto pago de las autoridades de la ciudad para “modificar el guión”, de tal manera que no dejen mal parada a nuestra capital ni a nuestra nación. Ayer el director de la película desmintió tales versiones.

Pero este comentario no va a irse por esa vertiente sino tan solo quiere señalar otra posible fuente de ingresos para nuestro país: ingresos por producción de películas.

En el mundo de la cinematografía no solo se requieren de directores, artistas y guionistas. También se requieren maquillistas, peinadores, escenógrafos, sastres, modistas, seguridad, servicio de alimentos, transporte, y un largo número de etcéteras que vienen siendo empleos, temporales tal vez, pero empleos que, bajo una adecuada estructura de promoción, pudieran volverse permanentes.

Citemos el ejemplo de Nueva Zelanda: fue gracias a Peter Jackson, el director kiwi de la trilogía de El Señor de los Anillos y de la trilogía de El Hobbit, que esta nación se ha convertido en una especie de meca para los millones de admiradores de las sagas escritas por J.R.R. Tolkien. De ahí es Weta, la compañía de efectos digitales y especiales que ha desbancado del trono a Industrial Light & Magic, la pionera en efectos digitales y el mérito de Jackson fue poner a su nación en el mapa mundial a través de sus filmes. A esta inyección de fama también se sumó Air New Zealand, que publicita sus destinos apoyándose en las obras del cineasta, ante el aplauso de sus autoridades y de sus fans.

Toronto y Nueva York son famosas ciudades que frecuentemente aparecen en las películas, y todo ello por razones de peso para cualquier productor de cine: sus autoridades ofrecen estímulos económicos – en la forma de impuestos reducidos o de condonaciones de similar índole, además de facilidades – a cambio de que las compañías fílmicas lo hagan en ellas y, por consiguiente, traigan empleos.

El festival de cine de Toronto, el de Nueva York, el de Sundance en California, todos alientan la producción cinematográfica y en sus estados, además, se ofrecen cursos a nivel universitario con temas relativos al séptimo arte, sin duda para incorporar fuerza laboral a estas obras.

¿Sería difícil considerar que este modelo se aplicara en nuestro estado, en nuestro país?

¿No contamos con cineastas de talla internacional a los cuales pudiéramos de alguna manera ofrecer nuestra orografía, nuestros ríos, mares y selvas, nuestras ciudades y, sobre todo, nuestra mano de obra?

A sabiendas de que ahora la digitalización cubre prácticamente cada aspecto de nuestras vidas, ¿qué tal si se construyeran foros de cine y se usaran pantallas verdes para agregar lo que fuera necesario?

Y si tenemos centros de tecnología de la información, ¿cuánta de ella se orienta a crear escenarios digitales como los que han hecho famosos a Weta?

Es evidente que, en cuanto a costos, ganamos por mucho a los que se mencionan en este comentario. Pero también es cierto que se requieren condiciones favorables para las filmaciones: desde mano de obra calificada, hasta la más básica de todas, seguridad.

Pero la pregunta se conserva: ¿no podemos hacer algo similar en nuestro estado? ¿Comenzar a ofertar cátedras orientadas al bello arte de la cinematografía? ¿Preparar el camino del futuro y apostar a un cambio general de estrategia que no dependiera tanto de las dádivas-créditos del gobierno?

Desde esta perspectiva, es necesario pensar fuera de la caja, y copiar aquello que tenga sentido y que haga crecer la oferta laboral, abriendo los ojos y los sentidos a lo que existe allende nuestras fronteras, homologando y diseñando las bases de un mejor mañana para nuestros hijos, y sus hijos.

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Gerardo Saviola

gerardo.saviola@gmail.com

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