“Pensamiento” – Historia de una Canción

By on marzo 27, 2015

En mi entretenimiento como investigador, creador de letras y de algunas líneas melódicas, he sentido siempre motivación hacia la cultura popular cubana, colombiana, y la de nuestro país, y con ellas siempre he mantenido un contacto directo.

Esta relación viva con la música folclórica y popular tanto en México como en las Antillas – en especial Puerto Rico, Santo Domingo, Jamaica y Cuba–, me ha dado la posibilidad de hurgar entre partichelas y profundizar en el estudio de la música trovadoresca y bailable que se da en estas naciones.

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“Caminar Cuba”, como dijera Eusebio Leal –historiador de la ciudad de La Habana– necesitaba de un preámbulo para visitar la bella Provincia Central de Sancti Spíritus, y de mis experiencias en sus festivales trieros y su simposium cultural paralelo, en una fraternidad inolvidable.

Me vienen a la mente el desaparecido trío “Los Villa” de Robertico Jiménez, el trío “Pensamiento” y aquél su ya fallecido integrante que sólo conocí como “Mantecado”; mis pláticas – tertulias literarias con la poetisa Mina Oliveros, la gimnasta Blanca Taragona, el Dr. Villa y su amable esposa Laritza López Santillana, Tony Díaz – el mejor paisajista de las techumbres rojas de las tejas francesas y sevillanas que cubren la población del Yayabo–, y muchas personas más que dan lustre a la cultura tanto espirituana como trinitaria.

Así, en un duelo verbal de querencia caribe con Josefina Inclán –escritora cubana que se desempeña en el “Diario de las Américas” –, en una descarga literaria musical en el hogar de Julio Llanes, representante provincial de la UNEAC, abordamos la temática de la trova y de la historia de una canción que nace en esa ciudad espirituana, que forma parte del romancero popular yucateco, y que nuestros trovadores consideran como música vernácula. Me refiero a Pensamiento, que dio título a este conversatorio, melodía que escuchaba de niño cantar a mi madre, acompañada de su piano, o para arrullar a alguna de mis hermanas. Así que nos daremos a la tarea de reconstruir esa historia que da vida a una de las más hermosas melodías espirituanas que llevan mi estro a rememorar mis gratas estancias al centro de la Antilla Mayor.

Nuestra América ofrece toda ella un mapa de enorme interés que enfrenta el viajero que la recorre y al que no la recorre, e identifica los países que la integran tan solo con escuchar sus ritmos distintivos. Me refiero a su rico y variadísimo mapa musical.

Cuba –isla fecunda de compositores de renombre universal y trovadores populares de feliz inspiración– ha contribuido en gran parte a ese mapa de raíces melódicas. Muchas de sus canciones traspasaron las fronteras isleñas y, por su duración en el pentagrama del tiempo, pueden considerarse como clásicas de América. El nacimiento de una gran canción cubana, de su historia y de su creador, nos dan pie a este ensayo.

Ocurrió que en un lugar pueblerino de la central provincia de Las Villas se celebraba, allá por el año de 1915, una fiesta en honor a una hermosa dama joven que cumplía dieciséis años, edad que –allí y por virtud del trópico– ofrece la belleza en la mujer, a punto casi de plenitud.

imagen2Dos trovadores notables en la zona de Sancti Spíritus fueron al festejo que tenía lugar en pleno campo, en la finca Santa Ana, y que había comenzado en horas mañaneras. Mientras se rasgaban las afinadas cuerdas de sus guitarras, con sus voces acopladas deleitaban estos dos músicos.

¿Quién no conocía en la región a Rafael Gómez Mayea y a Macario?  Los mozos espirituanos reafirmaban allí su fama de buenos trovadores, en una región donde no escaseaban, pues Sancti Spìritus es notable en la Isla por ser una villa de trovadores.  La trova es parte viva de su alma.

Rafael Gómez con sus hermanos, Bernardo y Miguel, eran conocidos como “Los Teofilitos”, apodo que les venía por ser hijos de Teófilo Gómez, un humilde zapatero que reunía en su local de trabajo cantadores y guitarras, y que enseñó a sus hijos a tocar los instrumentos que él conocía: la guitarra y el acordeón. De los tres, el que llegó a distinguirse en la música y dedicar por entero su vida a ella fue Rafael. A su amigo Macario –Alejandro Macario Díaz– se le tenía como una de las mejores voces primas del momento.

No era pues de extrañar que, en los festejos de gente distinguida o en los populares, reclamaran la presencia de los dos trovadores.

La jovencita que celebraba su cumpleaños esa tarde era Rosa María Ordaz. Se deleitaba, como buena criolla, escuchando a Teofilito y a Macario, y éstos parecían no cansarse ni agotar su repertorio.

La animación no decaía. Marcó sus horas el atardecer concentrando olores de frutas y flores.  Los músicos y cantantes apenas descansaban. De pronto, a alguien se le ocurrió un incentivo más, entre los muchos que animaban el sarao: improvisar un juego de prendas. Al proponerlo, no previó el ocurrente ninguna consecuencia inusitada. Sin embargo, algo estaba por suceder.

Las muchachas esconderían su identidad bajo el nombre de flores que guardarían en secreto y que los mozos, por ciertos indicios, debían adivinar.

Así las cosas, la chica festejada escogió para escudarse no el nombre de una flor, pensó en muchas, y decidió llamarse como el aroma de ellas: “Fragancia”.

Comenzó el juego. Nunca acertaban; otros, menos afortunados, perdían teniendo que pagar el castigo que le impusieran, y que sería dar alguna muestra de sus habilidades en el arte.

Pasado el tiempo, recordaría Teofilito: “se bailaba, se hacían cuentos, controversias poéticas… Primero vino un juego de poesía: a las mujeres les pusieron nombres de flores y a los hombres un número. Yo era el número 10 y tenía que adivinar, de acuerdo con una descripción del que animaba el juego, cuál era la muchacha que tenía el número que a mí me había entregado”.

Atento, se aprestó a escuchar la pista orientadora que le daban: “se trata de un señor que estaba en Venecia y una muchacha se le acercó para darle a escoger unas flores”. Y para más ayuda le decían:

“Oye bien cómo se llama,

muy elegante y muy bella,

acércate bien a ella

 y llámala por Fragancia”

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Buscaba el músico con la mirada entre las bellas del lugar, tratando de adivinar cuál de ellas era Fragancia, cuando de pronto se encontró con la mirada de Rosa María. La homenajeada, disimuladamente, le indicó que Fragancia era ella. No había querido que él perdiera y Rosa María, a quien otros cantores en la fiesta le habían regalado décimas que improvisaban en su honor o le habían dedicado canciones, le pidió una a Teofilito.

Éste parecía haber enmudecido. No había perdido en el juego y, sin embargo, ante los ojos de la chiquilla parecía un perdedor. Se disculpó como pudo, tratando de justificar su falta de habilidad ante la que era toda una inspiración.

Rosa María –aún con la vanidad de su amor propio– contrariada, no se desanimó.  Fue en busca de unas frutas para ofrecer a los cantantes. Coquetamente le dio una manzana a Macario y unas uvas a Teofilito, al tiempo que le decía: “Ya veo que no le inspiro ni un sentimiento. Tome estas uvas y piense en mí, aunque yo no voy a pensar en Usted”.

Al oírla, la sensibilidad tensa del músico vibró. Sin saberlo, le había dado ella el pie de una motivadora frase musical. Ya, con sorprendente facilidad, en ésta se apoyarían otras. En pocos momentos y en un apunte escribió las notas musicales de una melodía que le nacía, incontenible.

 

 

Alfonso Hiram García Acosta

 

Bibliografía:

  • El Bolero en la Música Bailable. Dr. José Loyola Fernández. La Habana, Cuba.
  • La Música Popular en Cuba. Ensayo. Julio Llanes. Sancti Spiritus, Cuba.
  • Bolero, Danzón y Bambuco, géneros musicales con vigencia en la Península de Yucatán. Ensayo. Hiram García.

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