Mujeres en la Música del Caribe – VIII

By on octubre 8, 2020

Entre Corcheas

Lía Genny Cámara Blum, pianista de concierto y educadora de profesión es la Directora de la Escuela de Música “Ligia Cámara”.

ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA

Encontré algo sobre la trayectoria musical de Lía Genny Cámara Blum, hermana mayor de Ligia, de quien ya escribí para documentar su trabajo musical. En Lía se dio la tenacidad del estudio de su instrumento –el piano– por años, para dominar a los Clásicos y el virtuosismo de la lectura a primera vista, mientras su hermana menor Ligia, cuando ella dejaba su estudio, se sentaba y con su oído mágico repetía lo que a su hermana le llevaba toda la tarde.

A Lía Genny la conocí cuando estudiamos la secundaria en la escuela Adolfo Cisneros Cámara. Lía Genny es maestra especializada en educación pre-escolar y ha ejercido en Mérida y Campeche. En la actualidad es la directora de la Escuela de Música “Ligia Cámara” donde se imparte piano, violín y guitarra. Hace algunos años nos encontramos, cuando convivimos en el Consulado de Cuba en Mérida, donde pasamos una velada grata. Mi esposa y yo platicamos con ella de la familia, de la importancia de conocer la historia de Cuba. El momento se prestó para tocar el piano, hacer poesía, y hablar de historia y política actual, de remembranzas de ambos en nuestro quehacer en nuestros viajes culturales y políticos en la isla hermosa del ardiente de sol…, como dice una canción.

Al no encontrar casi nada en mi búsqueda virtual, entre papeles viejos del nuevo orden de mi biblioteca, que ha avanzado bastante en la selección temática de la misma, encontré unos apuntes de otro compañero de estudios de secundaria y bachillerato: Eduardo Vargas y Vargas, que se estableció en la ciudad de Valladolid, Yucatán como cirujano dentista. Durante mis visitas a su ciudad jugamos tenis y tomábamos café con el “Diablo” Escalante, propietario de un hotel en el parque municipal. Eduardo fue una de las personas que consolidó la restauración del área arqueológica de la zona y conoció a Lía cuando ella trabajó en esa Sultana de Oriente. Con este preámbulo, transcribiré su escrito sobre Lía con algunas acotaciones de una experiencia inolvidable de la maestra y pianista Lía Genny Cámara Blum que, sin la fama que alcanzó su hermana, está unida por conocimiento musical y al amor caribeño que ustedes conocerán con estos apuntes y fotos históricas.

Tan solo cuatro años antes de llegar triunfal a La Habana en 1959, Fidel Castro causó una auténtica revolución de amor en Lía Genny Cámara Blum, su “novia” yucateca”, quien hoy, más de 60 años después, sentada en la sala de la misma casa en la que recibió, junto con su familia, al comandante en ciernes, piensa que él no la recordaría aunque la viera a los ojos.

Pero Lía no olvida que, desde aquel septiembre de 1955, cuando lo descubrió en el acto de sentarse para que le lustraran los zapatos, en el parque central de Valladolid, Yucatán, a ella Cuba se le instaló de tal forma en el corazón que no solo fue a luchar por la causa ideológica, sino que arriesgó su vida al visitar la legendaria Sierra Maestra, en un jeep, acompañada de barbudos desconocidos que le enseñaron a disparar armas como metralleta y fusil.

Por si fuera poco, Lía se casó, pocos meses después de aquel frenético viaje a la isla, con un cubano con quien procreó dos hijos, Lía y Pedro, quienes heredaron apellido y sangre antillanos.

La verdad es que, desde su primer “contacto” a mediados de los años 50, Lía nunca se sacudió a Cuba, al contrario, la padeció y amó en circunstancias a veces contrapuestas, en una larga vida que no cambiaría por nada, porque —dice— “tuvo un resultado bueno”: su familia, de la que solo sobreviven ella y su hijo Pedro; Lía y Alberto —padre de sus hijos— ya fallecieron.

En una pausa de sábado, horas después de concluida la visita del hermano de Fidel, y presidente de Cuba, Raúl Castro, en entrevista, Lía se sincera: “¿Por qué nos empezamos a llevar? ¡Porque nos gustamos, estábamos jóvenes, hubo una atracción!”, evoca la profesora que, en su momento, esperó algo más que una amistad de Fidel, pero que solo recibió una declaración de un calibre mucho mayor al del arma que el joven apuesto transportaba en un viejo estuche parecido al de un violín: “Soy divorciado y tengo un hijo”; la confesión tuvo la misma eficacia que una bala: mató la ilusión de la maestra yucateca que prefirió olvidarse de deshojar la margarita y dedicarse a sembrar el conocimiento.

Meses después del triunfo de la Revolución Cubana, Lía viajó a la isla invitada por el gobierno socialista para participar en el Congreso de Juventudes Latinoamericanas —creado para hablar de los porqués del movimiento armado—, en junio de 1960, en donde se codeó con líderes revolucionarios como Camilo Cienfuegos y Celia Sánchez.

Pero también se encontró con la segunda historia de amor con un cubano: Alberto Maceo Sariol, con quien había mantenido una “amistad epistolar” por unos cuatro años; ahí, en el frenesí del Carnaval de Santiago de Cuba, Lía aceptó ser su esposa. Regresó a Mérida con la noticia de que se casaba y ¡con un cubano!

En medio de la fugaz organización de una boda como segundo capítulo de un corto noviazgo de apenas seis meses, el “divorcio” Cuba-Estados Unidos le ganó a la unión Lía-Alberto. La profesora se quedó, por unos meses, como novia de pueblo: vestida y alborotada, y no le quedó más que guardar su atuendo y esperar.

Pero los días pasaron y la desesperación se volvió desayuno, comida y cena de la maestra, así que tomó una decisión: casarse por lo civil en Mérida, pero sin su futuro marido. Lo logró gracias a una carta poder y con su padre, Pedro Cámara Lara, como representante de su esposo.

Así consiguió la visa estadunidense y viajó para la boda religiosa, en el templo de St Ann, en Cleveland, Ohio, en enero de 1961. Vivió en esa ciudad por un año hasta que, a petición de sus padres, la maestra volvió a Mérida, esta vez casada y embarazada.

A su llegada como esposos y futuros papás, Lía compró una casa en el popular fraccionamiento Pensiones, al poniente de Mérida, y a su esposo le consiguieron un empleo en un hotel. Alberto no quedó del todo conforme y, con el tiempo, decidió adquirir y trabajar una granja avícola en Umán, municipio conurbado de Mérida, en el que Lía atendía el primer jardín de niños fundado por ella.

Pero nada funcionó. Simplemente, el esposo de la profesora no quería estar en México y ni siquiera ayudar a sus paisanos, que arribaban en balsas a Yucatán, a llegar a Estados Unidos, lo mantuvo aquí.

Regresó a su país para no volver sino esporádicamente, en visitas casi meteóricas, para convivir con sus hijos. Lía también solía viajar con frecuencia a Estados Unidos, y de todo eso aún conserva la buena relación con su familia política cubana exiliada en ese país.

El “amor de lejos” de Lía y Alberto duró más de una década, hasta que la maestra decidió separarse legalmente porque su esposo le dejó entrever que vendría a buscar a sus hijos para llevárselos a vivir a Estados Unidos. La profesora, intuitiva como siempre, contrató un abogado y se divorció prácticamente en secreto.

Mal terminó entonces la segunda historia de amor de Lía, hoy convertida en directora de una escuela de música, fundada como tributo a su hermana Ligia, pianista magistral, muchas veces invitada a Cuba como artista, y quien falleció hace poco más de dos años.

A sus 84 años, Lía, abuela de tres nietos, uno de los cuales (Rodrigo, adoptado y con cinco años) “salvó” el apellido Maceo, en veda y peligro de extinción porque Pedro, hijo de la profesora, no tuvo descendencia, no le pide nada a nadie, ni siquiera desea volver a ver al ex presidente Fidel Castro; es más, no está en su mira viajar a Cuba ni como turista. Si acaso, tan solo grita hoy a los cuatro vientos: “¿Yo, la novia yucateca de Fidel Castro? ¡Háganmela bueennaaa!”

Esta crónica me ha hecho recordar mi escuela secundaria, a Lía Genny, a Eduardo Vargas (+), mis visitas al Club “Venados”, y momentos gratos en el Telar de La Aurora, en alguna charla sobre el Bolero o cultura Maya, en Valladolid. Es una realidad que somos muchos a los que la influencia caribeña nos hace investigar las raíces musicales y el influjo a la península de Yucatán en su área del Caribe, a unir destinos, como hoy con el Dr. José Loyola, para que no se rompa la cadena de unión entre nuestros pueblos latinos, bañados por el mismo mar y mecidos al ritmo de sus olas.

Fuentes

https://www.milenio.com/internacional/la-eva-que-fidel-castro-embargo-en-yucatan

Ilustraciones de Eduardo Vargas, Lía Genny, Archivo AHGA.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.