Mitsu e Hiraku (XXXIX)

By on abril 12, 2019

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‘Oscuridad o luz, son las dos únicas alternativas cuando un shinobi enfrenta su destino. Más allá del resultado del combate, lo importante es la manera en que el guerrero se desenvuelve. Es preferible una muerte honorable antes que una victoria indigna.”AYUMI KOIZUMI, Cronista

Hiroshi esperaba pacientemente en la habitación donde había sido recluido desde su llegada a aquella base ubicada en lo más profundo de la Antártida. Meditaba profundamente y su espíritu encontró acceso a una de las tantas puertas estelares disponibles. En el interior, un mundo apocalíptico se desarrollaba. No existían cosechas, el clima era inestable y los animales más grandes devoraban a los más chicos. Los pocos humanos que quedaban eran destrozados por bestias mutantes que parecían surgir de todos lados. Aquella ciudad estaba semi destruida, con evidentes huellas de bombardeos, la huella de la guerra era atroz en aquella zona, con la peste, el calor sofocante y aquella sinfonía de terror en la que predominaban los gritos y chillidos angustiosos de quienes eran engullidos.

El ninja avanzó con cautela por las calles hacia un retumbe incesante que en un principio no pudo identificar. Lo producía una gigantesca maquinaria empotrada en lo que sin duda alguna vez fue una especie de Central Park. Unos entes siniestros, de casi tres metros de alto, apilaban cuerpos de humanos y animales en toda el área, mientras otros los lanzaban hacia la boca de una monstruosa trituradora que machacaba los restos extrayendo una pulpa carmesí que era entonces dirigida a enormes toneles de acero. Otros se encargaban de sellarlos y treparlos a unos vehículos que los transportaban a otro lugar.

De pronto, una voz casi imperceptible surgió debajo de unos escombros.

<<Amigo… amigo. Necesito ayuda.>>

Hiroshi se percató de que un anciano se ocultaba en aquella pila de basura. Su rostro desencajado evidenciaba un trauma profundo. Le había costado comunicarse.

<<¿Quién eres tú, anciano?>>

<<Mi nombre no importa, lo que importa es el mensaje que debo darte.>>

<<¿Que debes darme? ¿Estás seguro de que soy la persona indicada?>>

<<Podrías ser cualquiera, pero no lo eres. Eres un shinobi y, por tanto, responsable de todos los horrores aquí ocurridos.>>

Hiroshi sintió un sobresalto. Había entrado a esa puerta entre millones de opciones como un mecanismo de relajación previo a la pelea más importante de su vida. ¿Cómo sabía ese anciano que entraría precisamente a ese mundo?

<<Moriré pronto.>> prorrumpió el anciano.

El guerrero se acercó lo más que pudo al refugio. Entonces pudo comprobar que aquel tipo estaba prensado entre los escombros. Su cuerpo estaba roto, varios de sus huesos asomaban. Con dolor, prosiguió.

<<En los escritos milenarios que nos legaron nuestros ancestros se registró que durante eones disfrutamos en este mundo de prosperidad y paz. Hace 30 años llegó un invasor despiadado con sus hordas; destruyeron todos los países, las reservas de alimentos, los campos de cultivo, toda forma de vida. El líder era un ser mitad hombre, mitad bestia. Había sido premiado por los dioses por haber ganado un importante duelo. Había derrotado al mejor guerrero shinobi de esa época, haciéndolo pedazos. Por tanto, la bestia ganó el derecho de reencarnar y pasar a otro plano. El maldito Asesino de Negro eligió este y puedes ver por ti mismo las consecuencias. Tu espíritu está aquí. Por tanto, queda claro que eres el guerrero que no fue capaz de vencer a este monstruo. Con tu derrota no solo avergonzaste a tu clan, a tu amada, a ti mismo, sino que condenaste a millones de seres al exterminio…>>

El viejo comenzó a retorcerse, hasta quedar inmóvil. De su boca surgieron dos enormes ratas con doble hilera de dientes, masticando y engullendo lo que habían encontrado a su paso al exterior.

Los golpes en la puerta de su habitación lo hicieron abandonar aquel lugar de pesadilla.

El momento había llegado y solamente eso importaba. Aquella visión lo perturbaba. Había pensado en que, si el final llegaba, aceptaría el hecho y moriría en paz. Ahora sabía que no sería así, que aquel enemigo que aguardaba reencarnaría para convertirse en un depredador absoluto.

No sabía si Chieko había sobrevivido. Nadie le decía nada. Al recorrer los pasillos rumbo a la arena, debió hacer acopio de su entrenamiento para no dejarse invadir por el karma negativo.

Escoltado por 24 mercenarios que lo rodeaban, Hiroshi, vestido en el tradicional uniforme shinobi en azul oscuro, solamente portaba su katana, una espada corta, una cadena y un par de nunchakus. Los pasillos eran amplios. Era evidente que aquel lugar era una especie de edificio diseñado especialmente para aquella actividad, pues notó que había muchos otros cuartos como el suyo, por lo que todo indicaba que otros guerreros aguardaban su turno.

Llegaron hasta una mujer uniformada que lo escoltó los últimos metros, indicándole la puerta que debía cruzar, unos veinte metros más adelante de aquel último pasillo.

<<Te deseo suerte.>> dijo la dama.

Hiroshi asintió con la cabeza.

Apenas estaba a la mitad cuando escucho el bramido de la gente. Hasta entonces pensaba que su pelea se desarrollaría en privado, o acaso ante una especie de jurados. Nunca supuso que su última batalla en este mundo se desarrollaría en un circo romano moderno.

El estruendo al salir lastimó sus oídos. Una rápida mirada periférica le hizo comprender el nivel de bajeza de los creadores, obligándolos a participar en aquel circo por una oportunidad de inmortalidad. Le pareció indigno. Los restos esparcidos por todos lados daban cuenta de las batallas.

Intentó esperanzadamente ubicar a Chieko. No sabía si ella ya había peleado o si lo haría después de él. No la localizó.

Frente a él, a unos metros aguardaba su rival.

¿Kadashi? ¿Aquel monstruo alado era Kadashi?

Todo parecía indicar que sí, aunque ahora era más grande. Pretendía ocultar su alterada anatomía bajo el tradicional traje shinobi en negro, pero eran evidentes las atrocidades genéticas logradas por el doctor Mengele, quien bebía cerveza con sus hermanos nazis en sitios de honor del complejo.

Lev Aggot finalizó la lectura del currículum de Kadashi, y la respuesta del público fue el rugido que escuchó a la mitad del pasillo. Cuando salió a la arena, Aggot habló de Hiroshi. En vez de vítores, recibió todo tipo de ofensas, dejando en claro quién era el favorito absoluto de aquel encuentro: aquel que bufaba por ya lanzarse en su contra.

El miedo se disparó como veneno en todo su ser. Sus enemigos se habían confabulado perfectamente para ponerlo en condición propicia de derrota. Quizá así sería; si iba a morir, lo haría sin miedo, enfrentaría a su enemigo con respeto, con el valor que lo había caracterizado siempre, el que le permitió llegar a ser el mejor guerrero de su generación, el que lo llevó a aceptar la misión de proteger a Chieko contra todo y contra todos, el que lo llevó a ser un digno heredero de la dinastía Matsumoto. Era tiempo de dar a todos esos hijos de puta una sorpresa.

Lev Agott dio la señal de inicio y el estruendo generado por los asistentes fue demoledor. La bestia se elevó como rayo para lanzar su primera andanada de ataques. Usó dos espadas que giraban como segadoras contra Hiroshi, pero este detuvo cada uno de los tajos respondiendo con dos agresiones frontales. Las alas pretendían confundirlo, pero también eran peligrosas porque sus puntas buscaban lastimar.  El sonido de las katanas era penetrante, excitando a los presentes que ovacionaban cada uno de las embestidas y los bloqueos, como si un partido de tenis fuera el que se desarrollara abajo.

En una jugada magistral, Hiroshi lanzó un tajo lateral con la derecha que fue bloqueado por Kadashi. Al mismo tiempo, se dejó caer, girando a la izquierda, acertando a causarle un profundo corte en la pierna derecha a su rival, que aulló de dolor ante una carretada de apulsos mezclada con improperios de todo tipo.

Tres estrellas salieron como saetas rumbo al shinobi humano, pero este las desvió todas con su espada. Kadashi nuevamente se lanzó con todo. Nuevamente sus embestidas fueron detenidas una a una.

Los guerreros mezclaban tajos con patadas. Durante un lapso prolongado ninguno lograba conectar de manera efectiva, todo eran bloqueos a tal grado que el sonido de las armas comenzó a tomar forma de melodía.

El shinobi mutante finalmente logró causar un corte en el hombro izquierdo de Hiroshi tras usar sus alas como distractor. Si utilizaba así sus alas podría salir…

De pronto, Hiroshi pegó un salto descomunal, dando un giro en el aire, para caer sobre Kasahasi, cortando el ala derecha casi en su totalidad. Giró nuevamente y con otro ataque cortó la otra. Colgaban de unos jirones del cartílago que las unía a la espalda de Kadashi, mientras la arena se bañaba de sangre oscura. Los chillidos de la bestia eran una mezcla de furor e incredulidad.

Inclemente, aprovechando el elemento de la sorpresa, Hiroshi logró propinarle dos tajos en el pecho, en el área donde su suponía estaba el corazón. Sorprendido, observó que, aunque la sangre brotó a borbotones, el sádico doctor Mengele había cambiado de zona aquel órgano.

Los gritos de la gente eran intensos. Una sorpresa se desarrollaba frente a todos y nadie quería perderse los detalles.

El monstruo arrastraba las alas, que no se habían desprendido aún. Atacó a Hiroshi sin descanso, quien se defendió de cada embate hasta que en un momento las dos espadas salieron volando lejos del alcance de los guerreros. Eso no era un problema para Kadashi: sus garras eran igual de filosas.

Hiroshi utilizó sus nunchakus para mantener a raya a su oponente: cada vez que este lanzaba las garras, las castigaba con certeros golpes que con la fuerza centrífuga causaban auténtica mella. La maestría en el manejo de aquellas armas causó admiración y desconcierto entre la multitud. Era evidente que la mayoría, si no es que todos, habían apostado por el ente, y ahora su campeón estaba siendo superado, sangraba de sus heridas y no lograba detener el ímpetu de aquel odiado gladiador.

<<No eres digno oponente, maldito>> le gritó Kadashi con una voz gutural.

Un contundente impacto de los nunchakus le sacó el ojo izquierdo. Luego vino una andanada de golpes al rostro. Uno más le rompió la clavícula. Un giro de Hiroshi se convirtió en una patada de dragón que lanzó varios metros al semihumano. Mientras Kadashi aterrizaba en el suelo, Hiroshi ya recogía su katana y, abalanzándose, cayó atravesando la frente de Kadashi con el arma, propiciando un final inesperado.

La arena estuvo en completo silencio por un instante. El ruido fue incrementándose conforme la mancha de sangre negra fluía de la cabeza del monstruo y emitió su último suspiro. El Asesino de Negro finalmente había sido vencido.

Hiroshi alzó la vista para mirar al palco de honor, donde casi todos insultaban y rompían los tickets de sus apuestas. La única excepción era Lev Aggot, quien sonreía divertido mientras olfateaba el Chardonay que procedió a paladear.

Continuará…

RICARDO PAT

riczeppelin@gmail.com

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