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Manual de nueva narrativa
Letras
Edgar Rodríguez Cimé
Conrado Roche Reyes inaugura la nueva narrativa en Yucatán con El Yucanrol (el rol en Yucatán), en los 90 del siglo XX. De ahí, p´al real: Carolina Luna, Edgar Kimé, Jorge Cocom Pech, Germán Pasos Tzec, Bárbara Fox, Rafael Gómez Chi, Joaquín Peón, Juan Esteban Chávez, Sol Ceh Moo, Rígel Solís, Flor Salvador.
En mi caso, me propuse no repetir la literatura yucateca que va de 1542 a 1980. Para ello, eché mano de tres ejes: el lenguaje, lo más sencillo y popular; la mixeada, entre alta cultura y cultura popular, en sus dos vertientes: maya y urbana; y la combinación de géneros, relato comunitario, autobiografía, cuento, testimonio, ensayo.
Comencé con otro lenguaje: sencillo, más innovador; ameno, pero crítico; irreverente, aunque humorístico. Me di el lujo de jugar con el idioma castellano (José Agustín); habla anti Real Academia, pero con estilo. Enseñando otro rostro de la lingüística, basado en estéticas étnica y urbana. En vez de un habla dominguera, un lenguaje donde interactúan alta y baja cultura.
“La casa de Jacinto es un relajo. Baco, Momo y Venus se confabulan para dejarla como cuadro de Picasso. Su existencialismo, sumado a su pasión por la literatura, muestra los estragos de la anarquía: “Lolita”, en la hamaca; “La Peste”, en el baño; Monsiváis (Amor Perdido) sobre Carlos Fuentes (Aura) en el piso…”, escribí en No tengo tiempo de cambiar mi vida.
Lo increíble: gustó a voceadores y boxeadores; lectores y profesores mayas; investigadores con doctorado e intelectuales de izquierda o derecha; en el Penal y a estudiantes de la fífí Universidad Modelo. “Literatura fresca para jóvenes,” calificó el maestro Roldán Peniche Barrera.
Con la brecha entre alta literatura y literatura popular, utilizo las dos fuentes al mismo nivel: cuento historias de naturaleza juvenil, mayas, urbano populares o de otras culturas, como norteamericana o cubana, salpicadas de arte, ciencia, tradiciones y costumbres.
Con la cultura de los chavos urbanos de los barrios populares como telón de fondo, cuento aventuras que retratan situaciones, vividas, sufridas y gozadas por generaciones de las décadas 70, 80 y 90 del siglo Veinte, en escenarios locales y de otras latitudes, algo desconocido hasta fines del siglo XX en Yucatán, donde había dominado una literatura racista y clasista que rechazaba todo lo popular: maya o urbano. Lo urbano popular era el “costumbrismo”, y lo maya, considerado “de segunda clase”, por meridanos ilustrados.
Textos como Ciudad Blanca o ciudad de los blancos, Mérida sin Arrebol, Culturas Juveniles en el Mayab, Diccionario de Culturas Juveniles, No tengo tiempo de cambiar mi vida, o Sexo Virtual, rompieron con el deber ser como escribidor en Yucatán: portarse bien, so pena de ser considerado “escritor maldito”, y pagar las consecuencias.
Cuando el poeta y maestro José Díaz Cervera, en la presentación de No tengo tiempo de cambiar mi vida, opinó que mi narrativa “no seguía el modelo clásico del cuento: inicio, desarrollo, in crescendo, y desenlace, pero poseía la magia de atrapar al lector y no soltarlo hasta finalizar el texto”, primero no entendí qué había creado, hasta luego darme cuenta del poder del lenguaje, la importancia de mezclar cultura fífí con cultura de Abajo, y la combinación de géneros: relato comunitario, cuento, autobiografía, testimonio, ensayo.
Luego, leería, así es la “nueva literatura” en el siglo Veintiuno.
edgarrodriguezcime@yahoo.com.mx
colectivo cultural “Felipa Poot Tzuc”
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