Letras
XXI
En mi recorrido por aquí y por allá, averiguando con éste y con aquél, me encantó enterarme que hubo tres boticas con cafetería integrada.
La Modelo, enfrente del Quinto Patio sobre la Doctor Mier, era propiedad de doña Zulema Garza Gutiérrez, cuyo hermano don Francisco fue presidente municipal de 1969 a 1971. La clientela estaba conformada por gente de rancho que venía a la ciudad a abastecerse y por ganaderos. Café a torrentes y abundante almuerzo para aquellos hombres que fumaban mucho y en voz alta aventaban sus preocupaciones por la falta de lluvias, por la sequedad del pasto, porque los abigeos andaban sueltos, porque si tal vaca tuvo mal parto…
La Botica Hidalgo, en el cruzamiento de Hidalgo y Matamoros tuvo un tiempo su pequeño café, sitio de los vendedores del Mercado Maclovio Herrera y de los empleados de las cantinas y dulcerías cercanas.
Sobre Madero, entre Allende y Morelos, la Botica Laenec fue propiedad de la familia Enríquez Treviño, entre 1966 y 1978. Su cafetería era frecuentada por abogados de los bufetes cercanos y jueces del Palacio de Justicia. Los “jueves y domingos de plaza” la juventud remataba el paseo yendo a cenar a Laenec, donde se gestaron muchos romances que culminaron después en matrimonio.
Don Napoleón Wong, uno de los contados inmigrantes chinos de la localidad, fundó el Café W que fue muy apreciado en los años cincuenta. Se localizaba en la Guerrero entre González y Doctor Mier.
El Café Reforma, de ambiente austero, estaba situado en la planta baja del hotel del mismo nombre, en Guerrero y González. Armaban la tertulia profesionistas y periodistas, además de los huéspedes.
En la década de los sesenta a los setenta tuvo mucha demanda la Cafetería Versalles, ubicada en el Pasaje María Isabel, Guerrero esquina con González. Era centro de reunión de jóvenes, exclusivamente.
Afuera del Cine México, en Guerrero y Madero, vivió sus tiempos de esplendor la Cafetería Nápoles, de don Carlos Talamás. En un rinconcito colocaba una vitrina de discos para su venta, iniciando así su cadena de casas disqueras.
Durante un breve período como café de arte, el Millet fungió como galería para algunas exposiciones de pintura. Rosa María Rodríguez lo tenía muy bien arreglado y el aroma de los granos recién molidos se percibía desde la entrada. Ocupó un local de la Guerrero entre Zaragoza e Iturbide.
Después de treinta años de preferencia en el gusto de los beisbolistas y los locutores, cerró sus puertas el Café Tokio, situado sobre Guerrero entre Madero y Héroes de Nacataz. El personaje de la radio conocido como Don Cleto tenía establecido ahí su búnker.
Diferente y confortable fue la cafetería de la panificadora El Globo, en Plaza Reforma, porque uno pasaba a escoger las piezas del agrado, apartaba su mesa y se podía consumir, también, buen chocolate caliente. Lo acostumbrado en la frontera es el servicio de café con pastel, así que el novedoso concepto de chocolate con pan dulce atrajo la presencia de promotores culturales, escritores y artistas plásticos a quienes se podía ver con frecuencia elaborando proyectos sobre las mesas. Las charlas se entrecruzaban y resultaba tan familiar como estar en casa, con el agregado de que la conjunción de olores y sabores resultaba inspiradora. Estuvo abierto al público de 2005 a mediados de 2008.
El Café Aduana es un mito, no existe con tal nombre. El Kerobabi, situado en Arteaga entre Mendoza y Donato es el cafetín donde por años de años se reunían a almorzar los trabajadores del almacén, los vistas, los funcionarios y empleados del resguardo de la Aduana, cuando sus oficinas estuvieron establecidas en aquella dirección. Tal vez por no retener fácilmente el verdadero nombre, se referían a él como El Aduana y así ha permanecido hasta la fecha.
Al-dahabi fue la primera cafetería en alto con vista panorámica, y Mona’s la segunda, en el mirador del Centro Cultural, ambos feudos de don Carlos Talamás. Al-dahabi, en la Guerrero esquina con Washington, ejerce una especial atracción en bardos y reporteros. En una de las mesas que tienen vista a la avenida se sentaba todas las tardes don Eusebio Salas Peralta, a quien le gustaba entretenerse escribiendo décimas sobre su mesa durante los últimos años de su vida.
Los Ajos, en Obregón entre Paseo Colón y Nayarit ofrece las excelencias del café mexicano y el mejor machacado de la localidad. En las mañanas, entrando a mano izquierda, se reúne un buen número de jubilados del Tecnológico con algunos políticos, a los que habría que darles reconocimiento de asiduidad.
Finalmente, La Plaza, de gratísima memoria, a espaldas del Palacio Municipal, en Maclovio Herrera y Juárez, congregaba a ganaderos, abogados, profesionistas y políticos. Son famosas las bromas y las anécdotas que ahí se desataron, entre ellas la de un fiel parroquiano, ganadero para mayores señas, que una vez llegó al Café a las seis y media de la mañana y notando que solamente había un mesero, le gritó muy broncote: “¡Qué! ¿No ha llegado ningún huevón?” Sin interrumpir lo que estaba haciendo, el camarero le respondió: “Pos el único huevón que ha llegado es usted”.
Paloma Bello
Continuará la próxima semana…