Laura y Fausto (III)

By on julio 25, 2019

Pero volvamos a Roberto y Laura para saber un poco más de su matrimonio.

Viajaron a un lugar de playa de Luna de Miel.

Laura no podía, no quería pensar en nada. Estaba demasiado aturdida con la boda. La fiesta, las bromas de las amigas, todo fue tan rápido que le parecía irreal, una terrible mentira. El reproche a sí misma la martirizaba con la misma pregunta: ¿Cómo pudiste cometer semejante traición a tus sentimientos?

Laura estaba asustada, atemorizada, arrepentida de sus arrebatados impulsos que le impidieron imaginar las consecuencias de una boda apresurada y sin amor. Quería que el tiempo retrocediera para decirle a Roberto que no quería casarse porque no lo amaba. Pero era muy tarde.

Ya en la recámara del hotel, en su primera noche de bodas, los brazos de Roberto rodearon su cintura. Él, con ternura le acarició el cabello y, cuando quiso besarla y desnudarla, Laura vio una mirada de ardiente deseo que la asustó todavía más, e hizo que huyera despavorida hacia la playa.

Corrió sin rumbo fijo.

Casi sin aliento, se sentó en el borde de una barca.

Todo giraba a su alrededor. El corazón le palpitaba sin freno, las piernas le temblaban, la angustia la enloquecía. Su único pensamiento era cómo podría hacer el amor en brazos de otro hombre que no fuera Fausto.

Roberto fue tras ella y la tranquilizó. Regresaron al hotel. Esa noche rechazó a su marido y durmió sola. Aunque Laura obedecía a su sentimiento, también, en el subconsciente digamos, estaba la tradición provinciana de entonces de que la mujer no debía entregarse en la primera noche de bodas. Debía resistirse y pedirle permiso al Altísimo rezando: “Perdóname, Señor, por lo que voy a hacer… Es para darte más hijos y en la fe que nos inspiras.”

Roberto entendió. Esperó con paciencia y tranquilidad, dándole tiempo a su esposa para cumplir con los ritos. Laura agradeció a su marido que respetara su inseguridad, aunque bien sabía que le era imposible seguir retrasando lo inevitable.

Para ella la consumación del matrimonio fue una pesadilla, mezcla de frialdad, decepción y amargura. Sus esperanzas y expectativas se esfumaron como por encanto. Su despertar fue de sobresalto, pensando que nada había sucedido y que estaba en su cama, en casa, con sus padres, protegida y segura; pero fue una ilusión momentánea al darse cuenta de que junto a ella dormía el que ya era su esposo.

Pasaron algunos años. Fue madre, pero el matrimonio con Roberto no fue como ella hubiera deseado…No fue feliz.

El recuerdo de Fausto seguía en su pensamiento, aunque no la atormentaba: le era placentero.

A pesar de tener una vida de hogar cómoda, sin carencias, con vida social de alto nivel, los conflictos surgieron desde el principio, y el matrimonio de Roberto y Laura terminó en divorcio.

Continuará…

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