La Península de Yucatán y sus maravillas arqueológicas

By on febrero 13, 2020

“PRECEPTOS DE UN AYER Y CONCEPCION EN EL PRESENTE”

Jorge Frías Castillo

FEBRERO 2020 – En una de muchas entrevistas con gentes de otros países visitando nuestras tierras, me platicaba una guapa chica holandesa de la gran captación por conocer la península de Yucatán en el viejo continente y que por tal motivo está muy de moda el mundo Maya en los países del norte de Europa, debido a la gran concepción alcanzada por el conocimiento y herencia testimonial en arquitectura y centros ceremoniales que hoy son muy frecuentemente visitados.

El patrimonio cultural Maya siempre ha aportado fuentes visibles y tangibles a todos los que se han interesado en explorarlos tanto desde un pasado hasta hoy en la actualidad. Por esa razón es patrimonio de México y de la humanidad, en una secuencia de tantos sitios arqueológicos que se han registrado y explorado a lo largo del territorio peninsular lo que ha generado una economía turística-arqueológica, promoviendo estos valores hacia el mundo exterior con la mejor intención de solidificar una concepción de una herencia de culturas autóctonas de México.

Con el final del treceavo Baktun se inician nuevos ciclos para otros baktunes con una nueva cuenta larga, tal vez en esta ocasión imaginaria ante la falta de esos grandes escribas, artistas, astrónomos que determinaron sus sistemas de acuerdo al mundo selvático en que vivían.

Hoy podemos catalogar a la cultura como una realidad manifestada y manifiesta desde toda su antítesis grabada en estelas y los sagrados libros del Chilam Balam y el Popol Vuh, con toda la teoría inmersa e inmensa en la intuición humanista redituable… al visitar sus testimonios arqueológicos, siendo positivo para la estabilidad mental, física y espiritual.

La sociedad Maya, identificándose entre sí como estado teocrático, era compuesta ya en su tiempo postclásico de una línea de hombres superiores en su título como Ahmehenob; de ahí se derivaban funcionarios que gobernaban. Sin embargo, toda esta clase social, que además practicaba sincrónicamente el tributo, descansaba sobre el Yalba Unicob, “el hombre inferior” (dato logia: Víctor W. Von Hagen).

Aunque es difícil recabar la fuerte evidencia de qué tipo de gobierno o formas individuales para desenvolverse, lo más expositivo es lo que se conoce a través del arte, la iconografía, cerámica, esculturas de murales y frescos, donde expresan aun el desglose de la sociedad Maya como en los vasos pintados, mostrando a los nobles poseedores de plena autoridad o el intercambio del cacao como uno de los principales usufructos de comercio y de linaje.

En una agresiva hipótesis, los historiadores se han atrevido a comparar a la cultura Maya con la de las ciudades y estado griego, o fenicios y egipcios, aunque esta comparación no es adecuada: Sí hay una similitud en cuanto a que estas culturas poseían idioma, cultura, y religión, sostenían guerras entre sí, y sus dioses destinaban la buena cosecha el presente, el futuro y la muerte.

Hoy en día la cocina mexicana-Maya, en su elaboración artesanal con la tortilla de maíz, en los tacos, tamales, variedades que nos da el maíz, nos expresa simultáneamente su antecedente como fue a estos antepasados: “el epicentro de su mundo en la base alimenticia, la tierra era su mayor factibilidad de subsistencia en la que sembraban. ¡Diego de Landa lo confirmó en sus recorridos por la península!, anotando su actividad labriega ya en tiempos de la Colonia.

El misticismo de la semilla de maíz como un manifiesto de su dios Yum Kaax, representado por un joven y bello dios al que se le honraba, así como también el agua se veneraba como a un dios por ser las fuentes de vida. En Tikal, Guatemala había porciones de acopio del agua, como en Uxmal en chultunes, y en los Cenotes en el norte de la península siendo el trasiego hacia el inframundo.

Ante estos preceptos de transfiguración terrenal nos podemos visualizar en su paso por la muerte desde el inicio de sus tiempos conceptuales. Los difuntos nobles eran inhumados en las plazas de las ciudadelas. En Chichén Itzá, un sumo sacerdote fue encontrado en una tumba revestida de piedra, suntuosamente alhajada; en su cuello un collar de perlas que los navegantes traían desde todo el caribe. Otro ejemplo son las tumbas de caciques descubiertas en Palenque, de un esplendor como las encontradas en otras civilizaciones.

Los Cocom, “dinastía” que gobernó Mayapan a fines del imperio, es posible tuvieran algunas tendencias excéntricas en sus entierros, tal vez por los cambios bruscos de las guerras, las sequías o la superstición (como decapitar a los muertos y después cocer las cabezas, para serruchar la mitad la mitad, dejando el frente con sus mandíbulas y rellenarlos con una especie de betún, restituyéndoles un aspecto viviente.

Eran las multiformas de trascender ante la muerte a una nueva vida, pues creían que así se albergaría el alma.

Los arqueólogos extrajeron del cenote de Chichén Itzá un cráneo con la coronilla recortada. Esa era y sería su inmortalidad ante el tiempo. Dichos conceptos se han podido entender en los códices con el artífice de las ceremonias y de sus actividades. Tal vez se imaginaron, alrededor del humo del incienso del copal, que su ascendencia y concepción seguirían vivas en el pasaje dimensional hasta el hoy presente, con la grandeza que permanecen los axis en templos, pirámides, estelas, y toda esa surrealidad cosmogónica echada al tiempo y que es una entidad viviente para nuestras futuras generaciones.

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