La Importancia de la Cultura como Pilar para el Desarrollo Sostenible

By on marzo 2, 2017

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La Importancia de la Cultura como Pilar para el Desarrollo Sostenible

En un artículo anterior –“2017 expectativas sombrías o año de retos y oportunidades”-, comenté que las crisis son momentos de oportunidad para un país; que, para enfrentar tales momentos como retos a vencer, los pueblos deben de rodearse de una serie de factores que les den cohesión y altura de miras para superarlos y vencer.

Tradicionalmente, con el advenimiento del capitalismo en la faz de la tierra, la economía tuvo un desarrollo exponencial; ninguna etapa histórica que le antecedió tuvo el desarrollo económico del sistema basado en la propiedad de los medios de producción. Por supuesto que los principios y valores que permearon en esa sociedad – maximizar ganancias, competencia, hacer mucha riqueza material – trajeron como consecuencia que el eje económico sea visto como el más importante y el único que podía lograr el desarrollo sostenible.

Las contradicciones inherentes del sistema capitalista fueron siendo desnudadas por muchos economistas pensadores. El que hizo la radiografía más acabada y sistemática, Carlos Marx, planteó que ese sistema trae en forma inherente la injusta distribución social de la riqueza, ocasionando en amplias capas sociales de los pueblos pobreza y, en contraposición, pocos grupos detentan la riqueza.

Se hizo necesario replantear que no basta generar riqueza material, sino que esta debe de ser mejor distribuida, esto es, que el verdadero desarrollo debe ser económico y social. El eje social incluía cómo mejorar a la población: no basta con mejorar la riqueza material, ésta es hecha por el hombre, y a él debe de influir para su mejora.

El capitalismo, en su accionar, logró potenciar la combinación de los factores de la producción: la tierra, el trabajo y el capital. Sin embargo, esa combinación fue desequilibrada, generó riqueza, extrajo de la naturaleza los recursos naturales y los convirtió en materias primas para los productos y los servicios, pero el sistema, si bien es cierto generó una enorme riqueza en mercancías y servicios, ha sido un enorme depredador: capta de la Naturaleza lo necesario para su proceso productivo, pero devuelve contaminación, basura y dióxido de carbono a través de un enorme parque vehicular.

Con el paso del tiempo se ha ido rompiendo el equilibrio de la Naturaleza. Esto ha comenzado a manifestarse con el calentamiento global debido a la alta contaminación de las grandes urbes: la capa de ozono se ha roto, los casquetes polares se están derritiendo y, en consecuencia, el nivel del mar ha estado subiendo, originando inundaciones.

La humanidad ha comenzado a plantearse la necesidad de tomar en cuenta a la Naturaleza cuando el hombre realice alguna actividad, sobre todo de tipo económica. Tal es la importancia de este cambio de actitud que la ciencia de la economía ha creado una nueva área de estudio: la economía ecológica o sostenible. La creación de un tercer eje para el desarrollo ya está dándose.

En el mundo actual – cuyas características son el conocimiento y la vertiginosidad de la comunicación, la apertura de fronteras, la rapidez en las transacciones comerciales y financieras – se hace cada vez más necesario que el ser humano esté en posibilidad de manejar ese conocimiento con las habilidades y competencias adecuadas.

Por otro lado, los países y los bloques económicos – NAFTA, MERCOSUR, UNIÓN EUROPEA – están en una competencia cada vez más creciente, invadiendo mercados, trasladando empresas completas, segmentando el proceso productivo de ellas en diferentes países, de acuerdo al costo de la mano de obra y de acuerdo a las habilidades y capacidades del recurso humano en el proceso de la producción.

No todo ha sido ideal. Aparejada a esta transformación, han surgido inequidades sociales, distribuciones asimétricas de la riqueza, subdesarrollo, pobreza y marginación. En este mundo tan complejo, los investigadores con mucha visión y la UNESCO, así como también la Cumbre de Desarrollo Sostenible, han propuesto que la cultura sea incluida en el modelo de desarrollo, considerando que este cuarto pilar es capaz de moldear el progreso y, sobre todo, influye en la forma de actuar del hombre a través de los valores, tradiciones y costumbres que cada pueblo tiene. La identidad cultural se constituye en un excelente resorte que motiva el accionar de los pueblos hacia direcciones insospechadas y que puede ser utilizada para tales propósitos.

La propuesta de la economía naranja –autores: Felipe Buitrago e Iván Duque consultores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)– es interesante por muchas circunstancias:

Primero: es de enorme importancia que el BID plantee a través de sus consultores la importancia que tiene la economía de la cultura; el BID, por ser un organismo internacional de gran peso en las decisiones para el desarrollo económico de los países, con propuestas y decisiones influye en la puesta en marcha de acciones en el concierto mundial.

Segundo: la propuesta de la organización de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos, en conjunto con la UNESCO, acerca de que sea la Cultura el cuarto pilar para lograr el desarrollo sostenible, viene a redondear la importancia que tiene el área cultural para ese fenómeno.

Pero, ¿por qué es importante que la Cultura sea el cuarto eje que cierre el eslabón necesario para logar un desarrollo sostenible? De acuerdo con la UNESCO: «La Cultura… puede considerarse…como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias.» Según esta propuesta, la Cultura es totalizadora, es prácticamente toda la actividad que hace el ser humano. Según la misma organización, esta concibe la relación del desarrollo con la Cultura de la siguiente forma: “El hombre es el medio y el fin del desarrollo; no es la idea abstracta y unidimensional del Homo economicus, sino una realidad viviente, una persona humana, en la infinita variedad de sus necesidades, sus posibilidades y sus aspiraciones…Por consiguiente, el centro de gravedad del concepto de desarrollo se ha desplazado de lo económico a lo social, y hemos llegado a un punto en que esta mutación empieza a abordar lo cultural.»

Algunos datos duros: El libro, La Economía Naranja. Una oportunidad infinita, de los autores antes mencionados, plantea que la industria de la creatividad y de la cultura en el año 2011 generó 4.3 billones de dólares a nivel mundial. Según la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), entre 2002 y 2015 las exportaciones de bienes y servicios creativos crecieron en 134%, casi el doble de las transferencias de armas.

¿Pero qué representan los bienes creativos? Las artes visuales, la artesanía, los audiovisuales, el diseño. Además, la industria de la creatividad y la cultura genera servicios creativos: la arquitectura, la cultura y la recreación, la investigación, el desarrollo y la publicidad.

Las exportaciones de bienes y servicios creativos y culturales alcanzaron la cantidad de 646 mil millones de dólares. La provisión de bienes y servicios creativos y culturales tiene un soporte: la creatividad del ser humano, que es prácticamente inagotable mientras el ser humano exista, en cambio, un bien no renovable, el petróleo, trae en sí mismo su extinción.

El invento del internet facilitó el intercambio de bienes y servicios de la información y la creatividad, es un medio para conseguir la redistribución de la riqueza. Además, es la herramienta más apropiada para la distribución de contenidos a nivel global. Es con este uso que se dio pauta para el desarrollo de las industrias culturales.

En suma, se abre un campo insospechado con la creación del cuarto eje para el desarrollo sostenible. Es de importancia que los gobiernos den el mayor interés a la cultura y a la creatividad y que, cuando implementen políticas de desarrollo, tengan presentes los cuatro ejes necesarios para alcanzar en verdad un adecuado desarrollo sostenible, que es el fin último que el ser humano persigue.

M.C. Pedro Escamilla Esquivel

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