La educación desde la niñez como prevención de la violencia animal y social

By on agosto 22, 2019

Una circunstancia social a la que no se le asigna la importancia que debiera es el maltrato a los animales y sus relaciones posibles con la violencia social. De acuerdo a lo expuesto por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su Informe mundial sobre la violencia y la salud (2002) “cada año más de 1.6 millones de personas en todo el mundo pierden la vida violentamente. Por cada persona que muere por causas violentas, muchas más resultan heridas y sufren una diversidad de problemas físicos, sexuales, reproductivos y mentales.”

Es necesario puntualizar que la violencia no es un hecho casual, en realidad es el producto de una construcción social. Si se observa las llamadas “escaladas de violencia”, se puede definir una ruta que va perfilando una personalidad agresiva en forma crónica. Existe una relación directa entre la edad de inicio de la conducta agresiva y la severidad de esta conducta durante la edad adulta, al punto de que la probabilidad de que un joven presente problemas de conducta en la vida adulta, y que las mismas se transformen en un trastorno antisocial de la personalidad es el doble cuando el problema de conducta comenzó en la infancia.

La variable del maltrato hacia los animales es un elemento clave tanto para definir el trastorno de conducta en los niños como para alertar acerca de la potencialidad de peligro hacia una personalidad antisocial en su crecimiento. No obstante, la gravedad de este hallazgo no se compadece con la respuesta de la sociedad. Ello se explica por la prevalencia de un modelo de pensamiento antropocentrista-depredador que justifica socialmente los actos de crueldad hacia los animales.

La violencia está muy presente en nuestra sociedad. Cuando las actitudes violentas forman parte del carácter de un niño o de un adolescente, probablemente su futuro estará cargado de conflictos. Aquellos que ejercen la violencia se perjudican, provocan con su actitud destructiva a todos los que están a su alrededor, y dañan la sociedad en la que viven. La violencia es un reflejo de la sociedad y de los valores que se transmiten a niños y adolescentes; por tanto, se hace necesario crear un modelo que condene los actos violentos de manera activa, un activismo impulsado por las familias, lejos del alarmismo pasivo que a veces practicamos cuando conocemos por medio de la televisión los casos que se van produciendo.

Es necesaria UNA EDUCACIÓN PARA LA NO VIOLENCIA.

Las conductas violentas o agresivas suelen aprenderse a una edad temprana. Los padres, familiares y profesores desempeñan un papel fundamental en estas etapas para que los niños se enfrenten y vivan sus emociones, sin usar la violencia, construyendo aulas y hogares seguros en la expresión de los afectos. En muchas ocasiones, los niños están acostumbrados a ver de manera cotidiana pequeñas faltas de respeto, bromas pesadas o actos violentos que incluso les parecen graciosos.

Seamos prudentes en la utilización de la ironía o el sentido del humor delante de los niños, pues ellos aún no han llegado a desarrollar su sentido crítico y podemos confundirlos, no siempre comprenden las situaciones.

Cuidado con la utilización de “etiquetas”; emplear adjetivos relacionados con las diferencias puede condicionar el comportamiento de los niños con los iguales y su aceptación.

Cuando formulemos normas, expliquemos a los niños qué esperamos y cuáles son las consecuencias de no seguir las reglas.

Limitemos el tiempo diario para ver la televisión, supervisemos qué programas ven, qué dibujos infantiles y a qué videojuegos están más aficionados a jugar.

Comentemos con ellos las escenas de violencia o agresividad que aparecen en estos medios, y las consecuencias que tendrían si sucedieran en la vida real, buscando otras alternativas para solucionar los conflictos, como palabras firmes y calmadas frente a la actitud violenta. Así les ayudaremos a entender que usar palabras violentas o aceptar en silencio una conducta violenta nos puede hacer mucho daño.

Actualmente, los conflictos de los niños se extienden más allá del patio de recreo, y su fin es hacer daño y alzarse con mayor poder, en un modelo de sumisión que además parece divertir al grupo que está participando junto al agresor. Este tipo de actos refleja una crisis social de valores. Cuando el agresor o agresora actúa de esta forma, asocia el poder con el éxito social.

Para padres y docentes, así como para los profesionales en las Ciencias Humanas, cobra mucha importancia el estudio de las diversas variables que pueden estar relacionadas con la aparición de una conducta agresiva de carácter permanente. La agresividad y la violencia como indicadores de la personalidad de los seres humanos obedecen a múltiples factores biológicos, psicológicos y sociales, por lo que es necesario abordarlos desde un enfoque inter y multidisciplinario.

El hecho de que un niño experimente placer en la sensación de poder que le transmite el dominio sobre la vida de un ser que está vulnerable frente a él, y ejerza crueldad hacia él, implica que está en proceso de configuración de una personalidad violenta y peligrosa para su entorno y para la sociedad en general.

Ocho razones que llevan a un individuo a maltratar o a torturar a sus mascotas:

  • Control: el animal es golpeado para que no siga manifestando comportamientos indeseados tales como ladrar, saltar, jugar.
  • Castigo: propinarle un castigo extremo para que no vuelva a repetir un hábito que molesta, por ejemplo, ensuciar o vomitar en lugares que le son prohibidos.
  • Ausencia de respeto: está ligado a prejuicios culturales; es cuando una persona cree que puede maltratar a un animal o lo puede descuidar ya que su condición de inferioridad no lo hace merecedor de consideración.
  • Instrumentalización: utilizar a los animales para “teatralizar” la violencia; es el caso de los combates de perros.
  • Amplificación: el animal es utilizado para impresionar, amenazar o herir a una persona.
  • La violencia como escarmiento o como ejemplo: maltratar a un animal ante un grupo, con el fin de hacer que sus miembros se conviertan en testigos de una forma de superioridad de quien maltrata; también se puede torturar por diversión.
  • Venganza: se agrede a un animal para vengarse de su propietario.
  • El desplazamiento: el animal es maltratado porque la persona no tiene la posibilidad o la capacidad de maltratar a quienes le provocaron una frustración o una decepción; el maltrato directo no puede hacerlo porque les teme o le son inalcanzables,y por ello se enfoca en la mascota.

La opinión del Psicólogo Randall Lockwood, vicepresidente de la Humane Society International es que: “No todo individuo que haya maltratado a animales acabará siendo un asesino en serie, pero casi todos los asesinos en serie cometieron actos de crueldad con animales.”

Debemos trabajar en conjunto para prevenir que se formen individuos violentos, porque esto repercute en todos los ámbitos de nuestra vida, familiar, social, de género, animal.

Si no aprendemos valores como el respeto, la igualdad, la empatía, no podremos librarnos de este tipo de conducta que tanto nos daña. Es necesario alertar a instituciones gubernamentales, educativas y asistenciales, para que propicien herramientas socioeducativas para su prevención.

Como familia, evitemos asistir con menores a espectáculos violentos como torneos de lazo, corridas de toros, peleas de gallos y de perros, para que no sea visto como normal.

Eduquemos a nuestros hijos en el respeto, empatía y compasión hacia todo ser vivo.

Dra. Carmen Báez Ruiz

drabaez1@hotmail.es

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