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La Cruz Maya

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Editorial

Sé de varios escritores e investigadores que identifican a nuestra cruz maya, de muy antiguas raíces regionales y caracterizada por brazos vegetales, con la cruz cristiana, símbolo de dolor y el sacrificio de un ser humano.

La cruz maya es cruz de vida, no de muerte. Su origen, según los ancestros, es la intersección, el punto central, eje de vinculación entre los territorios de los cuatro bacabes. Por ello sus brazos, como punto de convergencia, se hacen de igual tamaño y con características vegetales.

Esa versión vegetal la esculpieron en piedra. Basta recordar la cruz foliada del centro arqueológico maya del sitio de Palenque, donde se encuentra la imagen que ha sido difundida mundialmente.

En nuestra cruz maya, en el espacio entre los colores del inframundo y los que se usan para la convivencia humana en esa civilización que son respectivamente el amarillo y el verde, se tornan en el azul del firmamento al mezclarse, además de que adquiere la categoría de color sagrado.

La percepción de los ancestros es excelente y, como siempre, nos han legado sus ideas y conceptos en piedra para que nos los olvidemos, aunque también los escribieron en papel rústico, un material perecedero sujeto al arbitrio y mentalidad religiosa de frailes cegados por su fe, como Fray Diego de Landa, quien hizo que muchos documentos acabaran en la hoguera, con lo que privó a la Historia y al mundo del conocimiento más amplio en las llamas de la intolerancia religiosa, junto con objetos de culto religioso de los ancestros mayas, en la población de Maní, Yucatán.

Mas la cruz maya continúa viva.

En algún tiempo no muy lejano se difundió que sus antiguas representaciones aún se comunicaban en el idioma maya de los ancestros, como cruz parlante para conducirlos por el camino sagrado fijado hace centurias por los dioses, para sus luchas y defensa de sus valores ancestrales.

En la actualidad y en tanto la Naturaleza, madre histórica de los seres humanos, lo permita, tendremos entre nosotros aquí, en el Mayab Legendario, el verdor de nuestras ceibas con su mensaje divino que elevan con sus frondosos brazos al cielo, en gratitud eterna a los dioses de la vida.

Veintiún siglos de la nueva cuenta han visto el continuo transitar de nuestras creencias. En todos ellos han estado con nosotros, en el Mayab eterno, compañeros de vida y esperanza, los frondosos brazos de nuestras ceibas sagradas, a las que miramos crecer con el mismo respeto con que lo hicieron nuestros ancestros mayas.

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