La Contrarrevolución en Yucatán (1914-1915) es un libro escrito por el profesor Manuel Osorio Puerto, y editado por Ateneo del Mayab A.C. Como su autor comenta, trata una época de nuestra historia nacional que se desarrolló en Yucatán, una a la cual se le debe dar más importancia y no dejarla solo plasmada en libros, revistas o periódicos. Es importante que se conozca lo que nos aconteció en esa etapa de la vida de nuestro estado.
La inquietud de escribir este libro surgió en el autor cuando su abuelo paterno y un grupo de amigos abordaron el tema de la llegada del Gral. Salvador Alvarado a Campeche a mediados de marzo de 1915. En el desarrollo de la plática mencionaron pasajes de ese encuentro armado que lo motivaron a investigar más sobre este período, que abarca ocho meses, y durante el cual cambió el tranquilo ritmo de vida del Yucatán de esa época.
Por tal motivo, ya que es un interesante ejemplar, comentaremos de manera breve lo que consideramos como más importante, contribuyendo de esta manera a la difusión de este excelente libro.
GOBIERNO DE ELEUTERIO AVILA
En agosto de 1914 fue designado Gobernador y Comandante Militar de Yucatán el Mayor e Ingeniero Eleuterio Ávila. Habiendo recibido tal designación del presidente don Venustiano Carranza, fue enviado el seis de septiembre de ese mismo año vía marítima en el “Tehuantepec”. Con él fueron enviados seiscientos soldados constitucionalistas al mando del general Alberto Correa Torres, también por mar, en el barco petrolero “San Bernardo”.
El primero en arribar al puerto fue el “San Bernardo”, donde venían los soldados constitucionalistas. Al día siguiente, nueve de septiembre, llegó el “Tehuantepec”, desembarcando los señores Ignacio Magaloni y el Lic. Albino Acereto, mientras el mayor Eleuterio Ávila se quedó a dormir a bordo.
A la mañana siguiente, estando el barco en el muelle fiscal, un nutrido grupo de personas ya lo estaban esperando. En cubierta, en presencia del Ing. Ávila, hizo uso de la palabra el Sr. Anatolio Buenfil quien, entre otras cosas, dijo “que estaban cansados de la tiranía que hasta hacía poco reinaba y que el Sr. Ávila, con su tino de gobernante y coterráneo, impartiría justicia a los trabajadores que se encontraban en condiciones aflictivas”. El nuevo gobernador les contestó que atendería las quejas del pueblo.
Después de los actos protocolarios, se trasladó a la presidencia municipal. El Ing. Ávila salió al balcón y desde allí dijo “que venía a ocupar la primera magistratura de Yucatán, sin odios ni rencores; que el traidor Huerta había salido ‘a punta de pies’; que aquí no llegaba la revolución triunfante, sino la revolución social y que, como yucateco, tenía fundadas esperanzas de que el pueblo lo ayudara en los ideales que perseguía”.
Al dirigirse a la capital yucateca, comisiona al general Agustín Valdés, y a los licenciados Armando Cantón Meneses y Víctor J. Manzanilla, para que en su nombre le pidieran al que aún estaba como gobernador, el general Prisciliano Cortés, que abandonara palacio de gobierno, pues no quería ningún trato con ninguna persona de la usurpación.
Después de la toma de protesta de rigor, el ing. Ávila y el general Carrera salieron al balcón central del palacio y ante un numeroso público reunido dio un discurso, en el cual destacó que tenía más de veinte años de estar fuera de la capital yucateca, pues tuvo que abandonarla para dirigirse a la capital de la república a estudiar.
También dijo: “Me es muy satisfactorio y muy grato que el pueblo de mi tierra, que quizá no lo vio salir, hoy venga a vitorear al ejército constitucionalista y a manifestarme su simpatía y adhesión”.
Al concluir su primer día de labores, el gobernador expidió el primero de sus decretos, el cual en su artículo primero, decía: “Toda persona, sea civil o militar, que altere en cualquier forma el orden público en el Estado o cometa algún delito de los que caen bajo la acción del Código Penal, será pasada por las armas”.
Para demostrar que lo dicho era en serio, ese mismo mes fueron fusilados dos individuos: uno por hacer explotar una bomba de dinamita, y el otro por haber robado una corona de plata en la iglesia de Santiago. Pero estas disposiciones el pueblo las juzgó excesivas y, por lo tanto, produjeron indignación contra el nuevo gobierno.
Para disipar todo lo antes acontecido, se publicó entonces un decreto que liberaba a los trabajadores del campo, declaraba nulas las deudas de éstos para con sus patrones de las haciendas, y acababa con otros vicios degradantes.
LA CONTRARREVOLUCION
Hasta fines de diciembre de 1914, la tranquilidad reinaba en la mayor parte de Yucatán. Pero el lunes 4 de enero de 1915 por la tarde, la ciudad de Mérida fue violentamente sacudida por un nutrido fuego de fusilería que primero se dejó oír por el rumbo de la Mejorada y, poco después, por diversos rumbos de la ciudad, prolongándose más allá de la media noche.
Después de algunas horas del suceso, un rumor fue cobrando fuerza: que el levantamiento obedecía a que el batallón “Cepeda Peraza”, por órdenes superiores, tendría cambio de comandante y luego se le enviaría a Veracruz, con la finalidad de concentrarlos a alguno de los frentes de batalla que se abrirían con motivo de la cada vez más insostenible situación entre carrancistas y convencionistas.
El Ing. Ávila recibió la orden directa de don Venustiano de entregar el ya mencionado batallón a su nuevo comandante. No queriendo don Eleuterio comprometerse más, pues se le consideraba traidor, contrarrevolucionario y malversador de fondos públicos, accedió de mala gana a cumplir las terminantes órdenes.
Cuando estaban acordando en palacio de gobierno el cambio de mando, ya se escuchaban rumores de que el batallón “Cepeda Peraza” se levantaría en armas, desobedeciendo las órdenes superiores. Y así fue: el batallón se dividió en dos secciones, una se dirigía a atacar al batallón Pino Suárez en su cuartel de Mejorada, y la otra, en línea de tiradores se dirigía a la plaza principal con intención de tomar el palacio y el cuartel de policía.
Lo que sucedió a continuación es relatado prolijamente por el autor en el libro.
Por otra parte, perdida la confianza del Primer Jefe, don Eleuterio pidió licencia para retirarse de su cargo y se trasladó a Veracruz a rendirle cuentas para, poco después, retirarse a Nueva Orleans, con todo lo que había sustraído del Estado. Con Eleuterio fuera del poder, toma posesión del gobierno Toribio V. de los Santos quien, después de dos días, nombra Comandante militar, en lugar del coronel Abel Ortiz Argumedo, al coronel Alfredo Breceda.
Existiendo partidas de rebeldes en varios puntos del Estado, particularmente en los partidos del Sur y del Oriente, el gobierno designó para guarnecer la Plaza de Tekax al teniente coronel De la Huerta. Apenas transcurridas unas cuantas horas de su llegada, se le presentó Enrique Marín, aspirante a la comandancia militar del partido quien le informó que se estaba fraguando un complot en contra del gobierno, encabezado por Cenobio Peraza, Eusebio Lavín Gómez, Tiburcio R. Díaz y el Dr. José Montes de Oca. Sin pensarlo y sin hacer averiguaciones, De la Huerta ordenó su aprehensión.
(continuará)
Jorge Zapata