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La Colección I
A Manera de Introducción
Adán Echeverría nos ha compartido lo que él llama un «Bestiario Poético» que publicaremos en entregas semanales, trabajo que él ha bautizado como «La Colección».
Con respecto al concepto en que se basó, Adán nos indica que se inspiró en la Fauna Mexicana que se encuentra en alguna Categoría de Riesgo de Conservación, según la Norma Oficial Mexicana 059.
Con lo anterior, queda claro que la inspiración de un artista nace de su entorno y que, en el caso de Adán, su rol profesional también alimenta a sus musas.
Les invitamos a disfrutar de las letras de Adán que, en esta ocasión, nos permiten asomarnos a otra capa de sensibilidad que posee.
La Colección
Aprendí,
en la fraternidad de los árboles,
a reconciliarme,
no conmigo:
con lo que me levanta, me sostiene, me deja caer.
Octavio Paz
Mamíferos
Tapir
(Tapirus bairdii)
Inundado en luz, el tapir camina rutas de selva
con el silencio pegajoso de la trompa revolviendo la hojarasca.
Gigante de paso torpe, agita el miedo en las caobas.
Son pocos los deseos de la muerte:
el aroma de los frutos abiertos a sus fauces,
el almíbar del olfato que arrastra por el lodo.
Atraviesa los pastos, hasta la flor de agua,
y la laguna detiene el tiempo en su mirada.
El tapir sabe de la noche, la conquista.
Deglute días de sol
y arroja sombras al detritus
que se amontona bajo el fuste de los cedros.
Gigante de humedad, piel de bronce,
punto misterioso de escondites vegetales,
refugio amenazando el destino de tormenta.
Contempla la calma del lago.
Ese malestar lluvioso en las caricias demoradas
que los helechos trepan a las piernas heridas del chicozapote.
Consumación del equilibrio entre sus muelas áridas.
Extinciones al desecar la selva.
En la sabana marca la huella de los siglos.
Muy dentro del oscuro ramaje de las ceibas,
entre carrizales, habitan sus pupilas de cobre.
Es la fuga hacia lo verde inexplorado.
Sobre tu lomo pardo,
alrededor del blanco vientre,
pasea la angustia sus amaneceres.
Bajo tus patas se agita la planicie.
Jaguar
(Panthera onca)
¿Qué sentido puede tener la selva si el jaguar no la recorre?
Miedo de encontrarse al acecho. Ser presa indeterminada.
El viento trae los olores de la sangre
hasta enarbolar rugidos en el eco de las calles vegetales.
Giran las hojas de los ficus
atrapando la sensual sombra de este dios de ámbar.
Hay que buscar en la agonía del venado
esa furia que desprende en la carrera.
Persecución de muerte sobre el cuello:
líquido jaguar de la memoria.
En el malestar de los cenotes,
la verde duermevela extiende sus finos pasos por las enramadas:
jaguar sin destino de quimera.
Y ese dios que nos asiste,
tuerce la cola, pero no desespera sobre las ramas del cedro,
reposando la violencia del enigma se transformó en piedra.
En el artesanal jade se ha establecido el destino de su historia,
y caerá la estrella de su época hasta la oscuridad abierta del cenote.
Enmohecido silencio, dactilar presencia:
el jaguar camina arrastrando sombras.
Levanta la vista,
trepa el orgullo hasta la despedida de la lluvia…,
¿y las garras? Imploración de sangre herbívora.
Adán Echeverría
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