La Aventura Musical de Coki Navarro – II

By on abril 23, 2020

II

Continuación…

Pido mil disculpas muy válidas a los amigos de mi infancia, a los de mi no infancia y a todas aquellas personas que por olvido (acuérdense que ya ha comenzado mi senectud) no menciono en mi narración, pero que sepan que nunca he olvidado a nadie en mi corazón, aunque me traicione el pensamiento.

Agradezco infinitamente a todas y a cada una de las gentes buenas que han sido en mi vida la base de mi destino, pues con sus bondades y buenas acciones y su… su… su… me alentaron y siguen alentándome en mis locas ilusiones. Caramba, tengo cuarenta y tres años de vida y muerte, con cuerpo en mi alma y flores sin espinas en mis manos.

No pretendo impresionar a nadie con el sobado tema de que forzosamente se debe dedicar unos párrafos a la esposa y los hijos; qué va, si más que nadie saben que son la esencia de mi vida. Solo les recuerdo que la vida irá asentando su manera de pensar, y un juicio de hoy puede cambiar mañana, pues de niño se cree todo y de viejo de todo se tiene duda.

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Dejo, eso sí, unas cortas líneas especialmente para aquellos que han comido de mi mano y de los que aún conservo las heridas que en ellas dejaron. Esos, cuando se atrevan a leer estos apuntes, que no tiemblen, pues no pienso incluirlos (ni con iniciales) en mi relato, ya que no merecen el honor de figurar en mi narración más que para hacerme pensar que ya suficiente han de tener para volverse locos cuando los saludo con las mismas manos que ellos han mordido y ven en mi sonrisa el perdón a sus traiciones. ESTE ES EL PÁRRAFO ESPECIAL QUE PARA ELLOS HE DEDICADO. ¿Suficiente, no?

A los envidiosos, un consejo: Traten de superarse, no destilen tanto veneno porque solamente se hacen mal a sí mismos. El envidioso en su amargura insensata se destruye por dentro pensando en la felicidad de los demás, (olvidando que todos tenemos esa felicidad en el alma), pero casi siempre ni siquiera intenta alcanzar al menos un propósito, aunque sea pequeño. Digo propósito, porque los envidiosos no tienen ideales, porque si los tuvieran nunca sentirían esa pelusa que los atormenta y persigue toda su vida. ¡A derretir esas envidias, señores, y a elevarse espiritualmente! (OTRO DE MIS JUICIOS).

En fin, estimados lectores y amigos, empezaré con más valor que memoria, y más honradez que delirio a dejar impresas mis horas y años que he vivido y pretendo testimoniar. Mi tiempo de niño, de adolescente y de hombre o parásito de este mundo desde el año de 1934 en que nací, lo contaré en una sola línea, hasta… advirtiéndoles que como cualquier mortal que intenta narrar su vida, si asentara en detalles todo lo vivido, no terminaría nunca… nunca… nunca.

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La historia de una persona, a su paso por esta microscópica unidad del sistema solar, está vestida con el ropaje de la acción y el dramatismo que la misma vida nos encomienda al nacer, así nos cubran pañales de seda o los que a mí me tocaron por abrigo.

En mi caso, me atrevo a pensar que mi vida, por ser la de un trovador, va más allá de lo que puede ser una vida normal, pues encierra perfiles de sacrificio y heroísmo.

El trovador primordialmente ha de ser un artista. ME ESTOY REFIRIENDO A LOS QUE SE PUEDEN LLAMAR TROVADORES. SI SEÑORES, trovador y artista con todas las personalidades que pueda desdoblar su sensibilidad. El artista que vive en su cielo y ve flores donde los demás ven piedras. El que piensa y siente. El que muere sin morir. El trovador (insisto en este tema porque voy a hablar de la vida de uno de ellos, que soy yo) es perseguido por la ignominiosa idea desde tiempos inmemoriales de que por su condición de penuria material (antes era peor) era su vida un mar de desesperanza (TODAVÍA HAY QUIENES SE EMPEÑAN EN VER DE ESA MANERA A UN TROVADOR). Por tal motivo, estaba siempre relegado de la sociedad. Oh, sociedad, ¿por qué han establecido tantas reglas injustas?

También yo he sentido la ponzoña de muchos que por su falta de espiritualidad me han mirado con la mitad de los ojos; pero, terrícolas de dos pies, ¿no se darán cuenta que la riqueza está en el espíritu?

Ya no sé si tengo filosofía para filosofar o es producto de años de buscar por donde se encuentra esta genialidad del hombre, aunque me estoy dando cuenta de que, mientras más años pasan más filosofía tengo y más pequeño me siento. Tal vez por la misma filosofía.

Sería bueno hacerse un examen somero y sincero uno mismo y calificarse de quién tiene más y de qué es mejor tener: ¿Riqueza material o riqueza espiritual? Yo pienso (sigo pensando, eh) que si se tiene riqueza espiritual se puede gozar de lo material con más intensidad que si se tuviera solamente la abundancia material y no la espiritualidad necesaria para disfrutarla. Me salió bien este juego de palabritas, ¿no? Pero, en serio, no creo que los olvidados del alma puedan reír y gozar de la vida tanto como los que tienen ese principio: ESPIRITUALIDAD.

Bueno, ya basta de fiscalizarnos en esos terrenos.

El guitarrista (caramba, cuantos sinónimos tiene la palabra trovador), casi siempre carece de preparación (CONSTE QUE ESTOY DICIENDO QUE CASI SIEMPRE), esa con que se califica a los profesionales de “algo”. ¡AY DIOS MÍO, CUÁNTOS PROFESIONALES CONOZCO QUE SON UNAS VERDADERAS Y OFENSIVAS NULIDADES PARA SU TÍTULO!… Pero ese es un síntoma por el que los trovadores, guitarristas (de trova), troveros, canciones o cabrones de guitarra al hombro sean calificados apenas con un peldaño arriba de la servidumbre en la escala social, sufriendo desprecios directos o indirectos de algunas gentes ¿Gentes? AFORTUNADAMENTE ESO YA SE ESTÁ ACABANDO. ¿O los anfitriones y la gente de ahora se han vuelto más educadas (no todos, conste) o los trovadores han escalado un peldaño más? (YO MISMO HE TENIDO QUE ABANDONAR ALGUNOS LUGARES CUANDO SE ME HA QUERIDO TRATAR DE MENOS, AH, Y MUCHAS VECES ME IBA SIN COBRAR LO QUE ME PERTENECÍA POR MI TRABAJO; EMPEÑANDO EN REPETIDAS OCASIONES MI GUITARRA PARA LLEVAR UNOS PESOS A CASA PERO, MIENTRAS HE PODIDO DEFENDER MI POSICIÓN, LO HE HECHO CON DIGNIDAD, AUNQUE ADMITO QUE MUCHAS VECES HE SUFRIDO CON HUMILDAD EL TRATO INJUSTO QUE SE ME HA DADO, TENIENDO A MI FAVOR EL QUE UN HIJO ENFERMO Y CON HAMBRE BIEN MERECE EL SACRIFICIO DE UN PADRE CARIÑOSO). ¿Están de acuerdo con lo que escribo al respecto algunos colegas que me puedan estar leyendo?

Los trovadores nos forjamos en modo superior a los demás, pues la adversidad anda casi siempre de nuestra mano, y todos o casi todos los que nos ganamos la vida con nuestra compañera guitarra pasamos (al menos en mi caso) al principio sorteando los embates del mundo cantineril (CANTINERIL DE CANTINAS, AMIGOS). Olor a vino barato.

En verdad que no hay nada más desagradable que el “aroma” de un mingitorio. ¡Cómo lastima su nauseabundo “perfume” cuando se respira estando sobrio! En esa selva es donde el trovador ha de encontrar su destino. Desayunando a veces a las tres de la tarde los restos de alguna botana y siguiendo adelante con sus angustias que solamente son conocidas por su fiel acompañante: SU GUITARRA.

ASÍ, CON ESE CARGAMENTO DE ADVERSIDAD Y DESCONSUELO, el trovador canta, canta y ríe aún en el peor de los trances que llevarían al suicidio a cualquiera que no tuviera la entereza que hay en el corazón de un trovador… de un artista. Mientras el trovero canta, está soñando con su fantasía. Goza, aprende y se realiza. No importa si se encuentra al pie de una romántica ventana o junto a un babeante borracho…, el trovero canta y piensa y se entrega a su mundo, dando de sí lo mejor de su presencia.

CANTA TROVERO, CANTA, AUNQUE TU BENDITA HUMANIDAD ESTÉ ENFERMA DE TANTA INCOMPRENSIÓN MUNDANAL. ¡QUÉ DURA ES LA VIDA DE UN TROVADOR!… QUÉ JODER CON LOS CABRONES QUE SOLAMENTE NOS OFRECEN TRAGOS. ¿POR QUÉ SOLO TRAGOS LE OFRECEN A LOS TROVADORES?

Pero el trovador tiene una sensibilidad exquisita que lo hace disfrutar sutilmente de la vida y que ustedes conocerán y vivirán junto conmigo si logro llevarlos en mi viaje a través de mi aventura, para que conozcan mi hasta hoy incierto camino.

Coki Navarro

Continuará la próxima semana…

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