“La Alta Sociedad”, de Jorge Casares

By on agosto 16, 2018

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«La Alta Sociedad», obra de Jorge Casares Priego

ARTE IRREVERENTE EN YUCATÁN

edgar rodríguez cimé

Si tuviera oros, le compraría a la Secretaría de la Cultura y las Artes esta obra y la colgaría en la sala de mi casa.

Tienen razón quienes dicen que, después de fallecido, el artista continúa vivo en su obra, porque ahora que en la Sala de Arte “Manuel Lizama”, de la Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán, en el Parque de Las Américas, se encuentra la Exposición Colectiva Patrimonio Visual de Yucatán “Bienales locales y Nacionales”, cada vez que llego a la chamba y entro me saluda el pintor Jorge Casares Priego desde su cuadro “La Alta Sociedad”, dedicada a las burguesías criolla y libanesa en estas ardientes lajas del Mayab.

En esta obra maestra de Casares (+/2008) -pintor irreverente que transitó por diversas facetas, pero mejor define su trabajo son las figuras de grandes dimensiones en calles, parques y estadios, sujetas a una geometría basada en el círculo, caricaturescas y llenas de una soledad que los embarga- quedó plasmada, cual rúbrica, el estilo “casaresco”.

Dedicado a una de sus obsesiones ideológicas como artista del pincel –“los ricos” de Yucatán: criollos “venidos a menos” y libaneses “idos a más” –, esta obra podría sintetizar la segunda etapa de Jorge, cuando escapa de la corriente abstracta en Yucatán y redefine su camino hacia lo figurativo, pero con una estética personal que identifica su trabajo pictórico.

Fue justamente después del accidente y una enfermedad que lo mantuvo al borde de la muerte que el artista, en una especie de catarsis, se enfoca en la figura humana, pues antes prefería la pintura abstracta, dando rienda suelta a una explosión de formas geométricas y colores expresivos. En palabras de Manuel Calero (¡Saludos, camarada!): “Extremadamente sensible, Casares exorciza sus sentimientos, para plasmarlos en el lienzo, convirtiéndolos en humor, humor doloroso: rojo y amarillo, pero humor al fin”.

Nos habla el creador iconoclasta: “En el año 98, creo yo, dejé la abstracción y me dediqué a la figura. El manejo del color -que obviamente me dio el abstracto- no fue suficiente para expresar lo deseado. Empezó lo figurativo: naturaleza, plantas de mar, abismos, hojas al viento; sugerencias figurativas dentro la abstracción. Luego, de plano, la figura humana.

“Esto de lo humano parte de un sentimiento muy personal que nació a raíz de un accidente, de una enfermedad que me mantuvo al borde de la muerte… Vino entonces la lucha interior, la meditación acerca de lo que es la vida: soledad en compañía, vicio, violencia, miseria, hambre, marginación. La violencia en rojo; en amarillo, el vicio…, y pus de cicatriz que apenas va cerrando en la sutura…”

Es en la simbiosis entre abstracto y figurativo donde Jorge encuentra un lenguaje visual con una estética propia, donde hace implosión tanto el intenso color de los cielos mejicanos presenciados en su niñez con los conceptos existencialistas sobre las dos caras de la vida misma: opulencia entre los de Arriba (con sus derrochadoras dosis de soledad) y miseria, marginación y hambre entre los de Abajo.

A fines del siglo XX en el universo de las artes plásticas en Yucatán, Jorge, junto con Eduardo Ortegón y David Sierra, eran considerados el trío de terrible enfants de la pintura contemporánea, porque con sus propuestas estéticas se salían de la corriente dominante entonces: el abstracto.

Todavía recuerdo, a fines de los años 80 del siglo XX, la noche cuando en mi “cueva” de la colonia brava de la Industrial, por la Estación de Ferrocarriles, llena de “batos locos” y “malandros”, hizo su arribo Jorge junto con mi camarada oajaqueño el diseñador gráfico Juan de Dios Gómez. Jorge andaba “enfiestado”, me lo presentó mi “carnal”, se sentó alrededor de la mesa junto con la banda, se sirvió y se integró a la “peda”.

Luego, Casares me pidió el favor comentado en ocasión anterior: como no tenía donde dejar un lote de cuadros de gran formato, tenerlos en mi casa hasta que consiguiera lugar para embodegarlos. Le respondí que sí y, de pronto, como en el cuento de Alicia en el país de las maravillas, mi humilde hogar se vio metamorfoseado de hogar en improvisada “muestra caseresca” con cuadros de Jorge por todas las paredes.

edgarrodriguezcime@yahoo.com.mx

colectivo cultural “Felipa Poot Tzuc”

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