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Inestabilidad Internacional
Editorial
La historia negra de los Estados Unidos es similar a la de los imperios que en el mundo han sido. Tras el pregón de la defensa de libertades y protección a derechos ajenos y/o de la humanidad, el país norteamericano ha vivido una larga existencia de contradicciones históricas.
Desde la presencia de los primeros inmigrantes, que buscaban en América espacios para convivir en una tierra de oportunidades y/o beneficios compartidos, a la asunción al poder de una plutocracia mundial, hay una gran distancia que es la que se da entre vivir y convivir en paz y fraternidad, y la actual de controlar y explotar pueblos y espacios ajenos a cualquier precio.
Desde 1900 hasta la abierta confrontación actual entre grandes potencias han transcurrido casi 118 años en los que dos guerras mundiales, la revolución rusa, la mexicana, la evolución social de países y el ansia de libertades de los sojuzgados han estado presentes en varios continentes.
Luchas recientes por libertades civiles, ruptura de la indignante barrera del color de la piel que enfrentó al norte y al sur de los Estados Unidos, apartheid en otros continentes, vigencia de nuevas doctrinas políticas, crecimiento exponencial de la tecnología y la ciencia, no han llevado a la construcción de nuevos espacios de convivencia sino a un nuevo despertar de ambiciones.
En ese caminar hacia nuevos abusos extracontinentales los Estados Unidos va a la cabeza.
Las antiguas hegemonías europeas, debilitadas por sus enfrentamientos históricos e intercontinentales, han venido cediendo territorios y espacios.
Unas cuantas grandes potencias, resultantes del reacomodamiento después de las últimas guerras, mantienen vigentes sus espacios territoriales.
Pero los Estados Unidos son injerencistas a ultranza, utilizando justificaciones, humanitarias por lo común.
Irak fue invadido y doblegado por supuestamente poseer instalaciones atómicas.
Irán fue acosado por publicitadas instalaciones subterráneas de procesamiento de uranio.
Ahora se denuncia y agrede a Siria por la presunta construcción de una planta para proceso de armas químicas usadas recientemente contra su pueblo.
Sobre suposiciones, sin pruebas, se ha llegado a la agresión armada, muy a pesar de la carencia de respaldo en dictámenes de especialistas de las Naciones Unidas e instancias verificadoras.
En el caso más reciente, sin mediar dictamen o pruebas de que el actual gobierno de Siria agredió con armas químicas a sus ciudadanos, una coalición propiciada por los Estados Unidos agredió y causó muertes y daños considerables con el uso de decenas de misiles enviados a sitios de supuesta factura de dichas armas, dañando sitios aledaños que son habitación y refugio de familias ajenas a los vaivenes políticos de los gobiernos en conflicto.
Esa conducta de los Estados Unidos, esa política grosera y ofensiva, es la misma con la que tratan a México, nuestro país, al que pretenden aislar con muros impenetrables y vigilancia militar en las fronteras para evitar el paso de migrantes de los países de América que sus grandes empresas explotan inmisericordemente tanto con el saqueo de recursos naturales como en las tristes condiciones laborales para sus asalariados dependientes en el territorio norteamericano, donde son considerados inmigrantes peligrosos sujetos a expulsión o deportación en cualquier momento.
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