Historia de un lunes – XXXIII

By on septiembre 17, 2020

XXXIII

FUMADORES

Hace algún tiempo la prensa local publicó que el número de fumadores había aumentado en el Estado, noticia que no deja de ser alarmante. El cigarro es una vieja superstición de los yucatecos. La prensa del siglo XIX alude a diversos fumadores regionales, varios de ellos periodistas distinguidos.

Al mediar la centuria pasada, el cronista Manuel Barbachano y Tarrazo (a) Don Gil de las Calzas Verdes, aludiendo al clásico tipo meridano de entonces, dice: “Don Juan se sienta entonces (en su hamaca); ya despierto se apodera de la taza (de chocolate), se desayuna, enciende un cigarro y enseguida vuelve a tenderse a la larga y a dormir y a roncar, etc.” Imagino que también fumaría después del almuerzo y de la cena, y seguramente cuando tomaba los tragos o el café.

Planta solanácea, el tabaco ha sido vicio universal por centurias y colaborado eficientemente a engrosar las cifras de los obituarios. Posee también propiedades medicinales. En Europa, en los Estados Unidos, aquí en Yucatán, son incontables los fallecidos de cáncer en la garganta o en los pulmones a causa del cigarro. Destacados intelectuales yucatecos han muerto de esa enfermedad. Yo abandoné el cigarro hará unos quince años, cuando comprendí lo estúpido que era intoxicarse con el imprudente humo y la perniciosa nicotina. Pero nunca llegué a ser un fumador de polendas, como algunos amigos que conozco, cuya cuota no baja de tres a cuatro cajetillas diarias.

En Europa, durante el siglo pasado, fumar era ya un hábito generalizado entre los hombres. Las mujeres casi no fumaban, salvo la excepción reconocida de George Sand, amante de Chopin, que fumaba y echaba grandes bocanadas de humo a través de una elegante boquilla mientras escuchaba al “poeta del piano” interpretar sus pasionales nocturnos.

No dejo de deplorar que en el Estado siga aumentando el número de fumadores, inquebrantables viciosos a quienes nada importa atestar de humo los interiores de cafés, restaurantes y otros sitios públicos y privados. En Yucatán sólo se consumen cigarrillos y casi nunca el puro. La pipa, tan trivial en Europa y en los Estados Unidos, tampoco es de mucho uso en la entidad.

Ojalá que el vicio del cigarro no siga prosperando entre nosotros. No me gustaría tener que repetir la vieja frase de Schopenhauer que dice: “El cigarro suele suplir muy frecuentemente la falta de ideas.”

(Mayo 6 de 1991)

Roldán Peniche Barrera

Continuará la próxima semana…

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