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Historia de un lunes – XLI

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TCHAIKOVSKY IGNORADO EN YUCATÁN EN SU ANIVERSARIO

He dicho alguna vez que Yucatán es un pueblo olvidadizo a la hora de recordar la memoria no sólo de los egregios hombres universales sino de nuestros propios personajes epónimos.

Se ha arrumbado a Picheta, a don Gustavo Río, al poeta Clemente López Trujillo… Sus aniversarios han pasado en silencio, como si nunca hubiesen heredado a Yucatán sus sólidas huellas intelectuales y artísticas.

En esta ocasión se trata de un genio extranjero. El pasado año de 1990 se cumplieron 150 años del natalicio de Piotr Ilich Tchaikovsky, compositor ruso de vasta celebridad internacional. Tchaikovsky justifica esa celebridad: su música es bella y melodiosa, de imponentes efectos orquestales (fue un notable orquestador), y sus temas agradan a sus seguidores que forman legión. Con todo, este habilidoso músico victoriano, es mirado un tanto despreciativamente por los musicólogos germánicos, que lo ubican muy por debajo de los maestros alemanes y de los italianos. Un teutón se sentiría ofendido si Tchaikovsky fuera comparado con Bach, Beethoven, Mozart o Wagner. También Brahms está muy por arriba del sinfonista ruso. En fin, perdonables fatuidades de los alemanes…

En nuestro tiempo la música de Tchaikovsky es parte ineludible de todos los repertorios mundiales. Y nadie osaría escatimar a esa música su preclara belleza. El autor de la Sinfonía Patética y de la popular Obertura “1812” nos legó una riquísima herencia musical: compuso conciertos, óperas, ballets, canciones, música de cámara, etc.

Su timbre es triste y melancólico, producto de un carácter solitario. Varios de sus biógrafos le reconocen el “pecado nefando”.

Decía yo que en 1990 se cumplieron 150 años de su natalicio, lo cual pasó totalmente inadvertido en Yucatán. Lamentablemente no contamos con orquesta sinfónica, pero sí poseemos algunos grupos por allá y la Banda Sinfónica del Estado que bien pudieron conmemorar la efeméride disponiendo algunos programas consagrados a Tchaikovsky. Quiero hacer un poco de historia sobre el asunto: los programas de los conciertos efectuados en el siglo XIX en la ciudad de Mérida (cuando Tchaikovsky estaba en su plenitud) no registran una sola obra del compositor; se tocaba a Von Suppé y otros maestros menos célebres que los anteriormente nombrados.

Algunos eran tan mediocres que hoy están fuera de los repertorios musicales del mundo. Del actual siglo, tuvieron que pasar 25 años para que un grupo yucateco, la Orquesta Sinfónica de Mérida, fundada principalmente por Francisco Sánchez Rejón (músico, pintor, caricaturista, maestro) a quien le estamos debiendo un homenaje, diera a conocer a Tchaikovsky. La sinfónica meridana tocó en el teatro “Peón Contreras”, el 23 de agosto de 1925, la suite (en tres partes) de El Lago de los Cisnes. También se tocaron obras de Beethoven, Granados y Albéniz.

Los datos alusivos están registrados en el IV tomo de la Enciclopedia Yucatanense. Ese 23 de agosto de 1925 se dio a conocer la gratísima música de Tchaikovsky en Yucatán, aunque sospecho que posiblemente algunos pequeños conjuntos instrumentales habían acompañado antes a diversos cuerpos de ballet interpretando el propio Lago de los Cisnes, acaso el más popular (pero no el mejor) de los ballets del maestro ruso.

Ese mismo año, en otro programa, se ejecutó la celebrada obertura “1812” por la propia Orquesta Sinfónica de Mérida, y luego en 1926 se repitió la misma pieza con la colaboración de las bandas de música del Estado y del XXXII Batallón. La “1812” es una pieza de ocasión compuesta para conmemorar el triunfo del ejército ruso sobre las tropas napoleónicas en ese mismo año. Es una obra de vasta sonoridad y de gran aparato que impacta considerablemente a los oyentes. En ciertas ejecuciones de la pieza han sido empleados cañones de verdad, principalmente en el clímax de la obertura (creo que Morton Gould lo hizo alguna vez), y también grandes coros. Por cierto, en los años cuarenta la Orquesta Sinfónica de Yucatán, bajo la batuta del maestro Daniel Ayala Pérez, presentó la “1812” con coros. El entonces gobernador Ernesto Novelo Torres, quien gustaba de la música seria, presenció esa actuación en el teatro “Peón Contreras”. No está por demás añadir aquí que una de las piezas favoritas de Novelo Torres –se ha dicho por allí– era el “Can-Can” de Offenbach.

En los años de 1935 a 1938 se formó y actuó otra sinfónica yucateca dirigida por Samuel Martí. En una de esas temporadas (no precisa cuál la Enciclopedia Yucatanense) fue interpretada la ardua y melancólica Sinfonía Patética de Tchaikovsky (a la que Havelock Ellis define como “una tragedia homosexual”), creo que la única de sus seis sinfonías que se ha tocado en Yucatán. Ignoro si durante los años cuarenta la Sinfónica que dirigió Daniel Ayala ejecutó otra sinfonía de Tchaikovsky. Conociendo los gustos del maestro Ayala, no lo creo, aunque sí sé qué, porque el público la pedía, interpretó la obertura “1812”, como ya he mencionado. La última orquesta sinfónica de que gozamos en Yucatán data de 1975 a 1981, durante los gobiernos de Carlos Loret de Mola y Francisco Luna Kan. Al gobernador Alpuche Pinzón, que sucedió a Luna Kan, no le interesaba la música seria y ahí acabó la Sinfónica. Durante el período señalado (1975-1981) dirigieron la orquesta los doctores Carlos Tello Solís y Julián Durán Flores y Antonio Cabrero, éste último director invitado. De Tchaikovsky, se tocaron varias veces la obertura “1812” multicitada, el ballet “Cascanueces” y finalmente el Concierto para Piano y Orquesta (No. 1), con el uruguayo Jorge Noli como solista. Los dos últimos trabajos mencionados fueron presentados en el entonces recién remozado teatro “Peón Contreras”.

(25 de agosto de 1991)

Roldán Peniche Barrera

Continuará la próxima semana…

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