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Historia de un lunes – XII

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XII

EL HOMBRE DE LAS CALAVERAS

Por los años sesenta (que hoy me parecen muy remotos), en el antiguo edificio de Bellas Artes conocí a Alberto García Maldonado, destacado grabador yucateco hoy un tanto olvidado, cuya especialidad la constituían las calaveras. Un poco tirando a Posada, mas con un sello muy suyo en sus xilografías pletóricas del patético humor de lo fatídico, García Maldonado nos legó, en su concisa vida de cuarenta y cinco años, el tesoro de decenas de grabados con temas funerarios que enriquecieron el arte yucateco de nuestro siglo. Solía escribir, también, en los suplementos culturales de su tiempo, nada malas notas críticas de exposiciones y de pintores.

Alberto García Maldonado poseía un taller devorado por la perdonable incuria que provoca la bohemia, en la calle 61, a un costado de la Catedral de Mérida, ahí donde alguna vez ubicó el teatro “Plaza” con su satanizado burlesque y el inimitable sarcasmo de los hermanos Herrera. Visité ese taller, acompañado de mi compadre León, una serena mañana de febrero de 1955. Lo colmaban buriles, cuadros, trozos de madera, grabados inconclusos, frascos de pintura, colorantes, sierra, herramientas diversas, papeles, cartones, todo desordenado en el estudio aquel en el que rivalizaban el inefable desarreglo de un artista y las infinitas telarañas que amenazaban con atrapar al pintor. Pero es menester retomar el tema de las calaveras, las que dibujaba en todas las formas inimaginables: en el baile, en la vaquería, en el henequenal, apiñadas en grandes carretones como volviendo de un aquelarre en el cementerio y que marchaban hacia un destino desconocido. También las plasmaba a la hora de comer, a la hora del atole, en descanso, corriendo, brincando. La influencia de Posada (reitero) no podría pasar desapercibida, pero García Maldonado (también lo he dicho) poseía su estilo propio, su manera yucateca de hacer las cosas y de configurar sus calaveras mostrando su óseo blancor contra la espesa tiniebla de sus negros. Memorable contraste.

Es lamentable que haya muerto como murió, en la soledad salpicada de humedad de su pobre cuarto de artista, sin que nadie pudiera auxiliarlo.

(Abril 16 de 1991)

Roldán Peniche Barrera

Continuará la próxima semana…

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