Historia de un lunes – LII

By on enero 28, 2021

LII

EL VICIO DE ESCUPIR Y LOS YUCATECOS

Acaso el tema no sea del todo grato, pero es innegable el hecho de que los yucatecos adolecemos del vicio de escupir con largueza. El hábito es inmemorial, parte de nuestras vidas y puede observarse en las calles, los sitios públicos y hasta en ciertos hogares cuyos propietarios no son muy amigos de disimular esta fea costumbre.

Los antiguos viajeros que estuvieron en Yucatán en los siglos coloniales y en tiempos posteriores nada dicen sobre el asunto, quizás por parecerles poco importante o porque no quisieron herir nuestros sentimientos de escupidores profesionales. No es sino hasta 1906, cuando los estudiosos británicos Channing Arnold y Tabor Frost visitaron Yucatán, en que se habla de la cuestión en un libro titulado “The American Egypt”, publicado en 1909. Los ingleses se horrorizaron de vernos escupir y dedicaron 30 líneas a criticar ese hábito. Arnold y Frost se sorprendieron de ver escupideras en la Catedral y en otras iglesias meridanas. “No es un tema agradable de tratar –asientan en uno de sus párrafos–, pero quien quiera que escriba sobre los yucatecos y omita la mención de este hábito general no será sino un defectuoso cronista.” Añaden que “todo el tiempo, en todas partes, todo el mundo, jóvenes o viejos, hombres y mujeres, expectoran.” Nos ofrecen dos o tres ejemplos que evidencian sus aserciones. (“Mientras nos conducían por el Museo de Mérida, el hijo del Curador, de once años de edad, escupió todo el tiempo sobre el piso. Un día, en las islas, un pequeño tahonero de escasos 12 años de edad nos visitó en nuestra choza con objeto de vendernos pasteles. Mientras mirábamos en su cesto, escupió en el piso, por el lado de nuestras hamacas. Se mostró absolutamente sorprendido cuando lo reprendimos por este hecho.”)

En una curiosa parte de sus “Memorias y anti-memorias”, el escritor Leopoldo Peniche Vallado alude a un “grupillo de estudiantes dado a probar sus aptitudes en el ejercicio de un deporte original que se conocía con el nombre de “el escupitajo a larga distancia” que consistía en ver quien largaba el salivazo a mayor distancia. Había verdaderos campeones, la máxima hazaña la realizó un estudiante con merecida fama de escupidor.”

Sucedió que la Universidad de Yucatán invitó al sociólogo chileno Agustín Venturiano a dictar una conferencia en el teatro “Peón Contreras”. Era una hirviente tarde de abril y se trataba de una conferencia compleja y farragosa. Los aburridos estudiantes asistentes al acto se dedicaron a conversar y los organizadores tuvieron que reconvenirlos. Restablecido el silencio, cuenta Peniche Vallado que de pronto se escuchó algo así “como el tronido de un proyectil que hubiese dado certeramente en la amplia y deslumbrante frente del orador, que la calvicie había hecho más impresionante”. La puntería del escupidor había sido extraordinaria digna del campeón que era en los menesteres a que he aludido, puesto que el “proyectil” había iniciado su trayectoria desde las altas galerías del teatro y había dado en el blanco. Nunca se supo de cierto quien había realizado aquella “hazaña”, pero hubo sospechas de un connotado campeón en estos menesteres. Volviendo a los viajeros Arnold y Frost, yo creo, con ellos, que ese de algún modo nauseabundo hábito tan nuestro parece ser “un vicio yucateco y nada más”.

(1 de junio de 1991)

Roldán Peniche Barrera

Continuará la próxima semana…

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