No cabe duda que la introducción de un sistema de agua potable para la ciudad de Mérida, capital del Estado, fue una decisión trascendente del empresariado organizado y de las autoridades estatales cuya voluntad convenció al gobierno federal sobre la urgencia de implantar el servicio.
Esas obras cambiaron la fisonomía de las calles, fueron origen de problemas sociales, de campañas interesadas en denegar el beneficio de los servicios, no obstante que los estudios previos de médicos especialistas y salubridad indicaban que, de cada 100 niños nacidos, casi la mitad morían por enfermedades estomacales de origen hídrico antes de cumplir seis años de edad, por el consumo de agua de pozo. El agua de lluvia tampoco era confiable porque, aunque se hervía, no era lo deseable para una urbe que buscaba hacer del turismo un renglón fuerte para la economía del estado que, con la decaída del henequén, presentaba una economía a la baja.
De los archivos de Don Agustín Martínez de Arredondo que nos fueron entregados, hemos seleccionado un grupo de imágenes en las que se puede ver la magnitud de la obra construida, algunos de sus sistemas de bombeo, aireación, tanques, equipamiento, espacios, las visitas de empresarios y funcionarios, así como la amplitud de las instalaciones, dispuestas tanto para los inicios como para sucesivas ampliaciones, como las que actualmente existen.
Voluntad compartida de iniciativa privada y gobierno dieron soporte a ésta y otras obras magnas de la época, en busca de nuevas fuentes de empleo y cimientos para una economía más firme en la entidad.
Son siete imágenes ilustrativas del inicio de un servicio público necesario que ha vivido varias adiciones en función del crecimiento poblacional y la dispersión de la mancha urbana.
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Luis Alvarado Alonzo