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Fe en México
Editorial
Los mexicanos, desde cualquier parte del mundo donde nos encontremos, cumplimos con el compromiso anual, histórico, de convivir con nuestros antepasados. Es un compromiso espiritual que nos mantiene unidos con quienes, en muchos ayeres pasados, lucharon por darnos los espacios de una nación soberana y los medios para vivir y convivir en ella.
México es un país con historia, con historias que nos dan una personalidad muy propia que nos enorgullece. Por ello, nuestros difuntos fueron objeto de nuestras atenciones, recuerdos y oraciones en días pasados.
Ahora, con la satisfacción del compromiso cumplido con los ancestros, retornamos a nuestras labores cotidianas, a la continuidad de esfuerzos concatenados de millones de nuestros compatriotas, para fortalecer los lazos familiares y crear las condiciones para mejorar las vidas de nuestros conciudadanos mexicanos.
Como en centurias anteriores, vamos por la vigésima parte de un nuevo siglo en el que habrá que continuar venciendo retos para que impere la justicia social.
No es una tarea menor. Con los años, el grado de dificultad para vencer los problemas nuevos y los heredados aumenta.
Por ello, estos momentos deben ser para nosotros de reflexión, reagrupamiento, firmeza y trabajo conjunto renovado.
Eso es lo que se espera de cada uno de nosotros, ni más, ni menos.
El exhorto es a mantener la voluntad firme, la unidad de propósitos y acciones, la confianza en que podremos lograr lo que nos propongamos.
En México, nuestro México, continúa ardiendo una llama de esperanza renovada, tal como la imaginaron nuestros padres fundadores en el principio de los tiempos.
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