Artes Plásticas
En la Galería Jaime Barrera
Ayer jueves 27 de abril se inauguró en la Galería Jaime Barrera la exposición Trilogía, reuniendo las obras de tres reconocidos artistas yucatecos: Lida Ponce, Roy Sobrino y el propio Jaime Barrera.
Se trata de obras abstractas muy distintas entre sí, si bien conforman un triángulo de fuerzas que se equilibra a partir de los aspectos complementarios o antagónicos que las caracterizan.
Comparando, por ejemplo, la obra de Lida Ponce, Galaxia de Colores (2022), con la de Roy Sobrino, Alegoría abstracta (2023), es fácil ver hasta qué punto la viveza de su colorido las hermana.
Por otro lado, la tela de Lida Ponce tiende a organizarse del exterior hacia el interior, en un movimiento centrípeto que revela cierta introversión, mientras que los colores de Roy Sobrino parecen estallar con toda la energía de la extraversión hasta los linderos del cuadro, en un desbordamiento de emociones característico de la producción del artista.
A estas dos telas en particular pareciera oponerse determinantemente la de Jaime Barrera, Universo soñado (2022), de cuyos tonos metálicos y efectos minerales emana una suerte de neutralidad racional que equilibra naturalmente la emotividad de las dos primeras obras.
Dicho esto, lo cierto es que en otras obras de Lida Ponce predominan los colores fríos y los azules en particular. Esto mismo las acerca, inesperadamente, del espíritu más distante y desapegado de la obra de Jaime Barrera. Esta afinidad resulta particularmente evidente cuando se tiene en mente el cuadro de Lida Ponce intitulado Turbonada, donde los grises y los azules evocan la fría superficie de un glaciar.
Muchas de las obras de Lida Ponce y de Jaime Barrera nos ponen frente a un espacio profundo que nos remite ya sea a la frescura de los manantiales subterráneos, ya sea a los recovecos de las minas donde se ocultan minerales tan gélidos como la plata o el mercurio. Estas obras, sin duda, se oponen al expresivo y cálido colorido de las obras de Roy Sobrino.
Por esta misma razón, se pudiera pensar que no hay manera de conciliar la obra de Sobrino con la de Barrera. Sin embargo, la afinidad de los trazos espontáneos de Sobrino con las formas vegetales encuentra cierto eco en algunos de los manchones y rayones de Barrera que, al evocar la irregularidad de las raíces y del musgo, parecen contrarrestar la frialdad de las capas y superficies minerales en las que se desarrollan.
Estas características orgánicas están, en cambio, completamente ausentes de las corrientes y mantos freáticos evocados por los colores de Lida Ponce. Lo están inclusive de aquellas obras de la artista donde, de manera opuesta, hacen irrupción vívidos rojos y naranjas tan incandescentes como la lava.
Se podría continuar con este juego comparativo indefinidamente ya que este vaivén de impresiones se pone en movimiento casi automáticamente en la mente cuando se está frente a la obra de los tres pintores, quizás precisamente porque son tres y no menos, ni tampoco más.
Ahora bien, resulta notable que esta irreprimible profusión de comparaciones haga resaltar, a la vez, la individualidad de cada uno de los artistas.
Esto último, sin duda, pone en evidencia que la pintura abstracta es tan diversa como la pintura figurativa; tan conducente a sugerir impresiones que pueden fluctuar, como aquí, entre polos tan distintos como la extraversión y la introversión o la emotividad y la racionalidad.
Como quiera que sea, el público que acuda a la Galería Jaime Barrera podrá juzgar el rico diálogo que, a partir de sus antagonismos y sus afinidades, se establece entre estos tres pintores.
La exhibición se podrá visitar hasta el 21 de mayo de 2022.
ESTEBAN GARCÍA BROSSEAU
