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El Vendaval que se Aproxima
Editorial
Toda proporción guardada, los momentos que vive la democracia mexicana tienen similitud con los ya lejanos tiempos de los césares romanos, cuando los poderes de senadores y tribunos estaban sujetos a la voluntad del gobernante en turno.
Los excesos, dilapidación de recursos, bacanales, costumbres alteradas por la lacayuna decisión de acatar la voluntad del César, por encima de toda consideración, acabaron por romper la hegemonía romana sobre el mundo antiguo, haciendo trizas su pasado glorioso de luchas, evolución social y cultural.
Las bases originales eran firmes, mas se fracturaron con el transcurso de mandatos plenos de abusos de los gobernantes.
No obstante, las mentes pensantes, los filósofos, los juristas nos legaron el Derecho Romano, bases sobre las cuales debería construirse una sociedad y que han servido de soporte jurídico a no pocas constituciones, plasmando derechos y obligaciones de grandes grupos de seres humanos.
Lo anterior viene a cuento porque la figura del César no existe más. En nuestro país ha sido suplida por un mando presidencial omnímodo, total, indiscutible e incuestionable, así se prevea el abismo colectivo al que se encamina al pueblo mexicano.
Leyes emparchadas, construidas a modo, dispuestas y promovidas de acuerdo a las necesidades del supremo mando político, sordo y ajeno a lo que ocurre fuera de los linderos de la residencia del mandatario en turno, continúan rigiendo la vida social o, mejor dicho, continúan vigentes en una gran mayoría, aun con el creciente rechazo de una sociedad cada vez más demandante de justicia, respeto, condiciones decorosas para vivir y convivir.
Los enemigos de Roma estaban fuera de sus murallas y fueron vencidos y liquidados; el problema se incubó intramuros.
Los enemigos del mexicano están entre nosotros y hacen presencia mediante la violencia armada, una muestra de su penetración, poder y capacidad de acabar con quien quiera, sin que esto afecte o traiga consecuencias para sus promotores.
Dentro de ese conflicto existencial, doloroso, cotidiano es que se desarrollan las actuales campañas políticas de los variopintos partidos, agrupaciones, muchos de los cuales, históricamente, son parte del problema, sin esperanza de que al final de los tiempos y las campañas en curso se conviertan en parte de la solución.
No se percibe voluntad, sino apetitos de poder, nuevo o continuado, usando para ello cuanto artificio, argumento o fuerza que pueda traer el ansiado beneficio a los inductores de esta situación anómala.
Recordemos que fueron los abusos de los Césares la razón por la que se extinguió el imperio Romano.
Y reflexionemos que es por los abusos de los ególatras, y los apetitos de los ambiciosos de mayores poder y riquezas, que este país se encuentra en la encrucijada electoral que se avecina. La justicia social puede esperar.
Al parecer, todos los caminos electorales en México conducen, no a Roma, sino a una nueva frustración popular.
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