El sacrificio del Ciervo Sagrado, de Yorgos Lanthimos

By on febrero 15, 2018

Cine

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No tenía el gusto de conocer el trabajo del director griego Yorgos Lanthimos hasta que vi con mi xtup El sacrificio del Ciervo Sagrado, ¡y vaya que me dejó impactado! Este filme es uno de esos que te hipnotiza, hace que te retuerzas en tu butaca y, al mismo tiempo, ejerce una extraña fascinación que te obliga a permanecer sentado hasta que los créditos finales aparecen en pantalla.

Con una extraordinaria y aterradora actuación del joven y brillante Barry Keoghan (actor irlandés a quien conocimos en Dunkerque y le pronosticamos una gran carrera), en el papel de Martin, apuntalada por obsesivas y progresivamente psicóticas personalidades asumidas por Colin Farrell y Nicole Kidman, puedo asegurar sin temor a equivocarme que El sacrificio del Ciervo Sagrado es una película que se conservará en la memoria de quien la vea durante mucho tiempo, testimonio a la labor del director.

La película inicia con una impresionante escena de una operación a corazón abierto, ambientada con música coral de Schubert, para inmediatamente dar paso a una conversación insulsa entre el cardiólogo y el anestesiólogo sobre sus relojes de pulsera y si las correas metálicas son mejores que las correas de piel. Lentamente, el director nos va introduciendo a una historia a la vez bizarra, compleja, oscura, y muy inquietante, en la que la presencia de Martin va adquiriendo predominancia, conforme vamos conociendo detalles de su vida. Por cierto, fue una muy agradable sorpresa ver de nuevo en la pantalla a Alicia Silverstone, en un rol que viene a reforzar la alienación ambiental del mundo de Martin.

Barry Keoghan es Martin, un personaje cuya influencia  no podrán olvidar.

Barry Keoghan es Martin, un personaje cuya influencia no podrán olvidar.

El guion –escrito por el director y su compinche de letras desde hace varios filmes Efthymis Filippou– es sólido, como las actuaciones de todo el elenco, al cual es necesario agregar a los jóvenes actores Sunny Suljic (Bob) y Raffey Cassidy (Kim), cuyos personajes tampoco presentan un comportamiento que pudiéramos llamar “normal”. De hecho, es precisamente lo extraño de las reacciones de los integrantes de toda la familia a Martin lo que hace que este filme se sienta tan bizarro, ambiente al que contribuyen mucho los diálogos y las reacciones de los actores, así como la imagen de alienado y reprimido que proyecta en su perturbadora actuación el mencionado Keoghan.

Lanthimos no ofrece mayores explicaciones motivacionales, tan solo se encarga de relatar visualmente la manera en que una familia se va desintegrando cuando un elemento extraño es incorporado a ella, como si se tratara de un virus, mutando a cada uno de sus integrantes y sus personalidades, deterioro que se acelera cuando Martin expone lo que habrá de suceder con cada uno, a menos que se “sacrifique” a uno de ellos, en una muy torcida aplicación de la ley del Talión. Es justamente la máscara de aparente tranquilidad con la que Martin se conduce, sin mostrar emoción alguna mientras suelta demoledores golpes psicológicos a la familia, lo que resalta y hace tan impresionante la actuación de ese personaje.

Colin Farrell y Yorgos Lanthimos.

Colin Farrell y Yorgos Lanthimos.

Durante varias escenas volteé a ver a mi xtup para comentarle lo extraños que me resultaban los diálogos, y ciertamente ambos nos retorcimos en nuestros asientos ante muchas de las escenas que nos resultaban incómodas, sobre todo al atestiguar la manera en que el cardiólogo reacciona y desciende a un nivel insano de violencia, como reacción a su impotencia científica de diagnosticar y curar a su familia. Ya después me comentaría que en esta película el director estaba siendo bastante menos surrealista y bizarro que en su trabajo previo titulado “Langosta”.

En las postrimerías del año pasado fui testigo de la química entre Farrell y Kidman, en la película de Sofia Coppola The Beguiled –otra joya cinematográfica que conocí, por cierto, gracias a la persistencia del benjamín de mis hijos– y les compro perfectamente el rol de marido y mujer que se ve en la pantalla. La cámara del director no titubea en presentarnos aspectos de su intimidad que contribuyen a explicar qué tipo de relación han sido capaces de construir, como tampoco titubea en mostrarlos actuando desesperadamente mientras intenta conservar a su familia, a pesar de todas las calamidades a las que son sometidos.

No pretendo arruinarles la sorpresa, porque eso es justamente lo que sucede ante nuestras miradas: vamos de asombro en asombro, que resulta El sacrificio del Ciervo Sagrado dándoles más detalles de la trama, así que no les diré la elección a la que será sometido el cardiólogo, ni los prolegómenos, ni mucho menos las consecuencias, pero sí es menester advertirles que, una vez iniciada la proyección, la perspectiva de normalidad con la que llegaron al cine desaparecerá.

Eso es lo admirable del trabajo de Yorgos Lanthimos en esta película.

S. Alvarado D.

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

 

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