El Poder de la Familia

By on noviembre 23, 2017

Perspectiva

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“Ya sabes que me gusta mucho soñar,

sobre lo que existe y lo que no…”

The Power of the Heart, Lou Reed

Desde hace varias semanas, meses en realidad, los sobrinos de la rama paterna de la cual provengo tuvieron la feliz ocurrencia de que nos reuniéramos con ellos para, a semejanza de como sucedía acaso con mayor frecuencia cuando vivía nuestra Chichí, convivir y celebrar las raíces familiares de las cuales provenimos, solazándonos en la presencia de todos, y en el calor del amor y cariño que nos ha unido desde que nacimos en ellas.

No deja de resultarme curioso atestiguar que, habiendo llegado al quinto piso hace algunos años, el rol que voy asumiendo con mis hermanitos es el de actualmente ser la segunda línea generacional de esta familia que prevalece en este mundo. A algunos de mis primos ya los hemos despedido por diferentes razones, y sus padres los precedieron en ese inexorable e indetenible transitar hacia lo desconocido. El devenir natural del tiempo nos colocará, a menos que Dios tenga otros planes y decida hacer algunas excepciones, en algunos años en la primera línea, y estoy conforme con ello y con aquello. Esta es la naturaleza de la Vida y, como bien dice aquella canción de Iron Maiden, “cuando naces ya estás muriendo.”

Fue un placer ver de nuevo a algunos sobrinos y primos de los cuales el Tiempo nos había alejado por diferentes razones, entre ellas las geográficas y las responsabilidades; observar cómo algunos de esos retoños a su vez habían dado vida a su progenie; verlos asumir ahora el rol de padre/madre, el mismo que nosotros desempeñamos al crecer a nuestros hijos; gozar la sonrisa de satisfacción de mis primos y primas que ya son abuelos, el siguiente distintivo que me marcará en algún momento (no hay prisa, hijos míos, conste); intercambiar algunas historias con ellos y, en general, reavivar las brasas de nuestra identidad en los corazones de los que pudimos asistir.

Sería injusto nombrar a alguno en particular, pero a través de estas líneas quiero que sepan que estoy orgulloso, muy orgulloso, de ver en lo que se han convertido, y de todos y cada uno de ellos. Mis primos, sus padres, como yo con mis hijos, los educaron de la mejor manera que nos fue posible, aplicando algo de lo que aprendimos de nuestra Chichí y de su familia, y los resultados que vi el sábado de la semana pasada me emocionan y me llenan de optimismo por el futuro de nuestra familia, cuando llegue el momento de que las líneas avancen.

Tal vez lo que más me conmovió fue constatar que mis jóvenes sobrinos, a pesar de no haber convivido entre ellos con la frecuencia como sus padres y yo, tendieron puentes de comunicación con singular maestría no solo con nosotros sus ausentes tíos, sino también con algunos de los elementos patriarcales y matriarcales que se conservan en nuestra familia, aquellos a quienes he identificado como la primera línea generacional. Verlos platicar e intercambiar maneras para mantenerse en contacto, además de apreciar la soltura y facilidad como se integraron ellos mismos, humedeció mis pupilas, mientras asumía el rol de observador, y lo hace nuevamente ahora que asumo el rol de cronista.

El poder de toda familia reside en sus integrantes, y se alimenta y conserva directamente a través de las raíces, de las enseñanzas, de los recuerdos y vivencias que compartimos. Aquellas de las que provengo han probado ser fuertes; espero que las que estoy construyendo sean igual de perennes.

Desde esta perspectiva, formar parte de una familia viene siendo un regalo divino, algo que se debe atesorar, un remanso al que se puede acudir cuando las vicisitudes nos agobian, un espacio al que pertenecemos y que nadie más puede llenar.

Gracias, querida familia, por estar y ser…

S. Alvarado D.

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

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