El Método del Torturador (V)

By on febrero 19, 2017

TORTURADOR_V

El Método del Torturador

V

Dos días después de haber llegado a la zona arqueológica de Aké, el torturador regresó a la superficie acompañado por dos seres enormes que se quedaron dentro de la cueva. Cooper, líder del comando, escoltó al grupo al helicóptero y retornó a su base.

Durante el trayecto permaneció en silencio. Era un boina verde entrenado para matar, mentalizado para sobreponerse a situaciones extremas, veterano de muchas batallas, miembro de una élite de asesinos que habían dejado huella en Irak, Irán, Cuba, Sudamérica, el Congo, México… Había eliminado a cientos de personas, la mayoría de ellas en combate, pero nunca tuvo reparos en ejecutar incluso a mujeres y niños. Estaba condenado al infierno y lo sabía. Era un perfecto hijo de puta… Pese a lo cual no podía evitar sentir escalofríos cada vez que miraba a aquel aborto de la naturaleza.

Mientras la nave devoraba kilómetros, recordó cuando fue reclutado por la organización, la misma que había regido los destinos del mundo desde siempre. Las atrocidades que había cometido a lo largo de su carrera militar lo convirtieron en un candidato perfecto para ingresar. Había aceptado porque, a cambio, le ofrecieron algo mucho más valioso que el dinero, que el poder o que el placer.

Durante dos años, como miembro de aquella siniestra empresa se encargó de eliminar a diversos blancos seleccionados. Fue entonces cuando sus superiores lo citaron, junto con otros cincuenta líderes de otros escuadrones. Fue precisamente el Torturador el encargado de revelarles la horripilante realidad: el mundo jamás volvería a ser el mismo, había llegado el tiempo del apocalipsis, el cual sería encabezado por seres oscuros que durante siglos permanecieron ocultos a los ojos de la humanidad entera, pero siempre mencionados a lo largo de la historia por antiguas civilizaciones.

Así supo que diversas cuevas alrededor del mundo transmiten una energía cósmica. Por eso en la India, a lo largo de los siglos, las personas han venerado a las cavernas por considerarlas conductores para comunicarse con entidades que no son humanas, teniendo en esos sitios epifanías transformadoras de su vida. Se enteró que Leonardo Da Vinci ingresó a una de ellas y desapareció por dos años, retornando lleno de ideas adelantadas a su tiempo.

Comprendió que la relación entre las cavernas y la humanidad se remontaba a siglos hacia atrás. Por ejemplo, en Japón desde el Siglo 8 después de Cristo los budistas alcanzaban la iluminación meditando en cuevas del monte Bukai, ya que las consideraban conductores del universo. Ejemplos similares abundaban a través de la historia: un “iluminado” desaparecía de la mirada de sus fieles durante un tiempo, para emerger lleno de poderes y de misticismo.

La parte más difícil de aceptar, tanto para él como para los otros líderes de comando, fue el hecho de que en las profundidades de la tierra habita una raza que ha estado aquí desde antes de la era de los dinosaurios. Eran los verdaderos amos del planeta que siempre recibieron ofrendas de parte de los humanos desde tiempos milenarios. El precio por permitirnos vivir en la superficie siempre ha sido el mismo: sacrificios humanos. Los aztecas realizaban cada año sacrificios de niños cuyos cuerpos eran echados a una caverna al pie del templo de Tláloc. Los Mayas también, así como muchas otras civilizaciones del mundo.

Los reptilianos fueron descritos como dragones en la cultura asiática y europea, como serpientes en la latinoamericana y como lagartos en otras. Se han alimentado de carne humana por siglos, pero la industrialización y el crecimiento de las ciudades, aunado a un alejamiento de los humanos del culto a sus amos debido a su soberbia, propició que decrecieran las ofrendas. Su necesidad de alimento los forzó entonces a duplicar sus incursiones. Cooper recordó todas las leyendas sobre gente desaparecida; cómo cada año cientos de miles de personas desaparecían de la faz de la tierra sin dejar rastro.

Finalmente, planearon durante años una invasión en masa para suministrarse toda la carne posible. En todo esto el torturador era una pieza clave: a pesar de su agenda personal, toda la información estratégica que él les suministraba – los puntos débiles de los líderes y de sus culturas – era información privilegiada que permitió a los reptilianos desarrollar sus planes, sin oposición aparente.

Cooper despertó de su ensimismamiento cuando llegaron a la base, un enorme complejo construido en el interior de una enorme caverna muy cerca de la frontera con Guatemala. Tras reportarse con su superior se encerró en su cubículo para darse una prolongada ducha. Más tarde, recostado en su cama, redimensionó su futuro. Formaba parte de un ejército entrenado para invadir el planeta, conformado por miles de batallones de reptilianos respaldados por cientos de mercenarios, todos ellos armados y listos para asesinar humanos y procesarlos para su consumo.

[Continuará]

RICARDO PAT y GERARDO SAVIOLA

riczeppelin@gmail.com

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