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El Maya que no quiere nuestro gobierno Estatal

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 “Lo siguiente es nuestra fe”

 EL MAYA QUE NO QUIERE NUESTRO GOBIERNO ESTATAL

Nuestro Gobierno se hace respetable en gran medida, hoy y mañana, garantizando de forma eficiente que el maya yucateco no sea en la práctica:

  • Un despojado de su tierra por mañas y procesos de plano fraudulentos o seudo-legales que cuenten con oportunidades especiales derivadas de un grado tal de desprotección de los mayas que apunte con precisión hacia la complicidad.
  • Un derrotado y desertor en la épica y continua lucha por conservar la idiosincrasia, autenticidad y el carácter humanista y universal de una Cultura Madre, la maya, que constituye un vasto patrimonio y una gran mina de potencial económico, filosófico y metodológico para Yucatán.
  • Un ciudadano mexicano especialmente segregado dentro de toda la variedad de colectivos particulares en México, como consecuencia de un alto índice de incumplimiento de sus derechos humanos y ciudadanos.
  • Un programado sin preparación, criterio, información precisa, voz y voto para decidir el rumbo de su existencia en todos los aspectos de la vida; un sujeto ajeno a las garantías del ejercicio de sus bienes personales, colectivos y constitucionalmente ganados como mexicano y como centro vital de un pueblo originario, que es orgullo mundial de la nación mexicana; un des-empoderado de las fundamentales garantías para protagonizar su desarrollo integral, sostenido y proyectado a un gran enriquecimiento del humanismo mundial.
  • Un progenitor desenfocado, desprovisto de orientación precisa y apoyo concreto, desfavorecido por las rutinas de mecanismos legales e institucionales que hacen del racismo, en gran medida, un ambiente naturalizado, lo que define un clave aspecto de nuestras urgencias de reeducación social sobre la visión de los mayas; un progenitor que no puede garantizar a su familia las oportunidades suficientes para el éxito personal y colectivo que corresponde a seres humanos realizados.
  • Un ser personal y colectivo que no puede garantizar la elemental premisa de perdurabilidad de sus valores culturales ancestrales porque no posee una educación propia para sus hijos y debe agradecer, según se le repite, una educación ajena que, en total apego a la verdad, es el placebo y la muy mediatizada justificación de que se están dando pasos para cumplir con los fidedignos derechos educativos que marca la constitución para su cultura particular.
  • Un maya que carezca de sustentabilidad estable y tenga que subsistir de asistencialismos y de subempleos debido a que su base ancestral de sustentabilidad alimentaria –la milpa– ha sufrido un proceso de degradación de prestigio, de sentido y de eficiencia por variadas razones, entre las que se encuentra el espantoso estado de desprotección de los productores agrícolas mayas ante los coyotes, enlaces o intermediarios.
  • Un maya desprovisto de garantías para intercomunicar en sus comunidades las enseñanzas eternas de sus valores culturales, que conforman la personalidad y orgullo de ser un pueblo extraordinariamente capaz y muy potencialmente apto; tanto, que ha resistido siglos de genocidios continuos contra sus vidas arrancadas de tajo y poco a poco, en esa tortura lenta de la degradación de su calidad de vida y de faltas de respeto hacia sus valores y filosofía existencial milenaria, pero que hoy en día enfrenta el más perfeccionado de los etnocidios que pretende convencer a muchos acerca de que es procedente vender, en moneda segura a corto plazo, a la Cultura Maya como una cultura muerta y museable que nos proporciona el escenario histórico para la presentación de un espectáculo folclórico, en lugar de una cultura potencialmente orientadora y apta para concretar evidencias de un modelo humanista moderno, acerca de formas deseables de integración humana y de integración, conscientes de la unidad total de los hombres con la madre tierra y naturaleza toda; un maya carente de garantías también para intercomunicarse con otras culturas desde una sana interculturalidad fundamentada en la solidez de su propia cultura que, lejos de resultar dañada, resulta enriquecida en tales sanos intercambios culturales.
  • Un maya con un debilitado orgullo existencial, alejado de su filosofía maravillosa y de los fuertes fundamentos de su ciencia potencialmente apta para enriquecer todos los futuros deseables de la humanidad.

Dichas visiones del maya que no quiere nuestro Gobierno, y está totalmente decidido a prevenir que se siga manifestando o tienda a manifestarse dadas circunstancias que lo propiciasen, podrán prevenirse mediante una decisión constitucional histórica, clave, justa, y ejemplarizante por su metodología y eficiencia. Una decisión que hoy está a la altura y el alcance de nuestro Gobierno Estatal que de seguro recibiría total apoyo del Gobierno Federal para llevarla a cabo –si por etapas, pero a grandes pasos– pese a la oposición de inercias, estatismos, intereses deplorables pero muy afianzados, racismos agazapados y muy activos en las sombras y, sobre todo, esquemas proselitistas muy devaluados como pasados a remontar en la moderna y más humanista política mexicana. Una acción que en todas las esferas del poder se reconoce que es necesario y procedente implementar:

Empoderemos a los mayas yucatecos de sus derechos, de sus presupuestos, de su educación propia consecuente con el gran potencial de su cultura y de todo cuanto tenga que ver con sus vidas; empoderémoslos de su tierra, de su filosofía y de su ciencia grandiosa y en franco proceso para la develación de nuevas maravillas humanistas universales.

Exactamente, dejemos que –dando curso a su real potencial– el maya yucateco se empodere de las condiciones para que se cumplan sus derechos educativos constitucionales; hagámoslo con acciones objetivas, decididas y eficientes, para que nuestros mayas sean los protagonistas de su existencia individual y colectiva. Solo así se podrá garantizar un exitoso proceso de desarrollo integral, sostenido y sustentable de la Cultura Maya Yucateca, como relevante legado y patrimonio del más grande de los ismos, el Humanismo Universal.

Jaime Novelo González

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