El Cóndor (III)

By on febrero 19, 2017

EL_CONDOR_PARTE_TRES

El Cóndor

(Tercera parte)

Con los primeros rayos del día siguiente, sin saber el veredicto de lo que acordaron los cuervos, en lo que Morfeo me protegía de ellos, la parvada en total se aproximaría a mí, siendo que el más viejo, “el más respetable sabio de todos” – dejando de lado que se madura con los daños y no con los años – expresaría la decisión final directamente y sin rodeos:

– “¡Debes marcharte! ¡No te queremos más aquí! Con tu tamaño tan solo resultas un peligro en nuestro espacio. Tienes el día de hoy para buscarte la vida en otro lado.”

Intuitivamente me puse de pie, quedándome ellos tan solo a la altura de mi pecho, con la ilusión de que, más que mi voz, escucharían a mi corazón y lograría prevenirlos de algo más allá de lo que en generaciones habían visto.

– “¡Estamos en peligro! Todos debemos irnos de aquí”, respondo, habiendo despertado apenas del consuelo del sueño, encontrándome con una realidad: que aquellos cuervos equivocadamente creían que podían decidir por mí.

Con voz carraspeada y soberbia, el más viejo continúa, mientras los demás escuchan con una sonrisa cínicamente natural, plasmando en sus negros sentimientos:

– “¿Quién lo dice? ¿Un polluelo de cóndor como tú?”

Respondo con la naturaleza de mi compasiva conciencia:

– “Mis sentidos me indican que algo más fuerte que una tormenta se está formando cerca de aquí, y no tarda en venir.”

Aquel anciano cuervo responde con sarcástica seriedad, perfectamente estudiada, disfrazando de sabia su soberbia:

– “¡Qué sabrá un polluelo como tú! Nosotros descendemos de longevas eras. Desde los inicios de los sabios hemos recibido su sabiduría de generación en generación. A estas tierras tan solo llegan tormentas y hemos sabido protegernos muy bien de ellas.”

Ya con un poco de desesperación insisto:

– “El clima en el mundo ha cambiado; lo que acontece es un huracán, más los que le seguirán detrás. El cambio climático les ha abierto el camino para llegar hasta acá y no piensan desviarse.”

– “¿Ahora hablas con los huracanes?”, pregunta burlonamente el “viejo sabio” de los cuervos.

Respondo categóricamente, sin chistear:

– “¡No! Pero sí con los vientos… ¡porque nací de ellos!”

– “¡Como que con ellos ya te debes largar!”, dice el viejo sabio, tomándome de un ala y llevándome hasta el risco, donde un mar hambriento esperaba atraparme con sus acuosas lenguas.

Aun así, continuaba mi preocupación por ellos:

– “¡Viene un huracán! Algo que nunca ustedes han vivido. No se pueden confiar. ¡Vuelen! ¡Refúgiense lo más lejos que puedan de aquí!”

– “Nuestros ancestros nos han advertido desde generaciones de los humores del viento y nos transmitieron el conocimiento de cómo un cuervo se protege y sobrevive”, dice otro de los cuervos, un poco menos viejo que el sabio; pero tan jactancioso como él.

– “Pero sus ancestros nunca vivieron esto. Pudieron vaticinarles, ¡pero estaban faltos de experiencia en casos así para enseñarles qué hacer! ¡La salvación está en el ahora y en nosotros!”

– “¡Termina de largarte!”, gritan todos, enardecidos, mientras soy aventado hacia la punta del risco.

[Continuará]

Arminda Villanueva Garrido

yogo1977@hotmail.es

 

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