Acuse de Recibo
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
¡Saludos, Hiram!
Qué agradable nostalgia envuelve el recuerdo de infancia del Cancionero Picot. Mi abuelita lo conseguía cada mes, no recuerdo si comprado o gratuito. Me divertía mucho ver las caricaturas de Chema y Juana. Los anuncios de la pomada “Blanco y Negro” eran infaltables, así como los de la “Sal de Uvas Picot” y su lema “El que espera desespera”, apremiando a beberla sin esperar a que hiciera total efervescencia. También era común la imagen de Chema cabalgando un cohete (símbolo del progreso en ese momento), dirigiéndose a la Luna con la cara de Juana suplantando a su conejo proverbial.
Recuerdo haber releído la letra de numerosas canciones vernáculas como el “Corrido del Caballo Blanco” y sus vigorosos compases de impulso casi épico. Años después me enteré en una entrevista a José Alfredo que había sido una alegoría sobre un auto blanco de medio uso y defectuoso que había comprado para trasladarse de una feria de Guadalajara a otra en otro estado y que desfalleció gradualmente en el camino como el mítico caballo.
Esperando que se decida a terminar su visita Don Ómicron BA.5 para reanudar las visitas a Plaza Fiesta, puedo decirle rememorando a Enrique Guzmán en su mejor época: “Por los recuerdos las gracias yo te doy…”
Y ave atque vale
Fernando Arjona Monforte.
Gracias, Fernando José.
Siempre acertado en tus comentarios, me place motivar las emociones del recuerdo de épocas anteriores, alimentando el recuerdo de mexicanidad de la música que el Cancionero Picot –cantilenismo impreso– nos legó en un cuadernillo que promovió la identidad mexicana través del vínculo que hay entre la música y nuestra parte emocional que nos identificaba con sus personajes centrales: Chema y Juana, símbolo de nuestras etnias mexicanas.
«Chema» y «Juana» eran los personajes que adornaban el «Cancionero Picot», ese pequeño cuadernillo de papel en el que, en medio de páginas con letras de canciones de rumbas, mambos, boleros, rancheras y alegres sones, se podían leer consejos para curar la indigestión provocada por la sabrosa comida mexicana, así como remedios en bálsamo o pastillas para aliviar el resfriado, la tos, las quemaduras y hasta los callos.
En sus tapizadas páginas en blanco y negro se encontraban consejos de belleza para la mujer, también se podían hallar, a manera de pequeñas historietas, recomendaciones de productos para la nutrición de los niños.
Los grabados que ilustraban este cancionero tenían características muy mexicanas, y entre dibujos con muecas divertidas, se encontraban letras de canciones de autores mexicanos como extranjeros, por ejemplo, de Álvaro Carrillo, Lucho Gatica, Rosita Quintana, Antonio Aguilar, Rita Arce, Los Tres Caballeros, Carmela Rey, Ramón Márquez y Olga Guillot.
Guillermo Contreras, investigador en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical del Instituto Nacional de las Bellas Artes, dijo en entrevista que el «Cancionero Picot», así como otros cancioneros antiguos mexicanos, nos ayudan a comprender cuál era el paisaje sonoro de nuestro querido México.
«En México el cancionero surgió como una inquietud muy temprana, como ‘El ruiseñor’, un librito pequeño de 1900 hecho en Yucatán. En el siglo XIX muchas imprentas hacían cancioneros y lo que le llamaban hojas sueltas, que eran letras de canciones con alguna alegoría, algún grabado donde participaron gente como José Guadalupe Posada, Gabriel Vicente Gahona, José Revuelta, Manuel Manila, varios ilustradores decimonónicos hacían algo atractivo del cancionero, personajes que se les reconocía como trovadores porque eran como músicos errantes, que iban llevando acontecimientos y repertorios a lo largo del territorio nacional.
El también profesor de musicología en la Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), reconoce que el gran mérito del «Cancionero Picot» fue que promovió a los músicos de moda. El cancionero surgió cuando el nacionalismo y la comida funcionaban muy bien. Estos elementos se aliaron con los medios masivos como la radio y luego a la televisión.
El domingo 18 de agosto de 1955, en el diario “El Universal” publicó un artículo sobre la importancia del «Cancionero Picot» para la difusión de la canción mexicana, 54 millones de ejemplares habían sido distribuidos en mil 876 poblaciones de México durante 27 años de labor o algo más.
Estos cancioneros hicieron posible, en gran parte, la consagración de figuras como Agustín Lara, Gonzalo Curiel, Gabriel Ruiz, Tata Nacho, Mario Talavera, José Alfredo Jiménez, María Grever, Guty Cárdenas, Chucho Monge, Lorenzo Barcelata, Tomás Méndez y Alberto Domínguez, por citar algunos.
Antes de que apareciera el «Cancionero Picot», circulaba el llamado cuaderno «Cantares y sueños» y el folleto «Canciones Selectas», que los Laboratorios Picot repartieron profusamente desde las opulentas residencias de la Colonia Roma, hasta las populosas vecindades de Peralvillo, la creciente Santa Julia y por todo el país. En 1930, cuando salió a la luz el «Cancionero Picot», en las páginas de sus primeros ejemplares se podían leer las letras de las canciones producidas por Agustín Lara, como «Aventurera», «Pervertida» y «Cortesana», así como «No hagas llorar a esa mujer», de Joaquín Pardavé.
Como ves, Fernando José, hay mucho que agregar sobre el Cancionero Picot”. Será en otra ocasión que retomemos esta temática musical que, en lo particular, siempre me dejó un dulce sabor de boca. Abur.
Fuente
https://www.eluniversal.com.mx/espectaculos/musica/te-acuerdas-del-cancionero-picot