El arte y hechizo de los brujos mayas

By on abril 2, 2020

DEDICATORIA

 

En cada renglón de mis libros

estarán siempre impresas las

fecundas memorias de mis padres:

José y Amira.

 

Para mis hijos y nietos

que son la semilla de la vida maya.

 

A mi esposa, Elia María, quien

a semejanza de la diosa Ix’chel,

prolongó el don de mi estirpe real.

 

A la memoria de mi hijo

Gabriel Oscar

que vive en nosotros, aunque esté

en los brazos de Hunab Kú.

 

A los hijos sabios del mayab,

gloria de la sangre aborigen

por donde perdurará la vida eterna

de los ciclos y generaciones del mayab.

 

– PREÁMBULO –

Los “Ah Pul yah oboo” o (brujos mayas) es una obra literaria de las letras indígenas que aporta la descendencia real de los “Tutul Xiu” a sus vetustos pueblos y provincias que vivieron bajo el entorno de sus gobiernos precolombinos, así como para todos aquellos seres estudiosos y admiradores de la cultura y civilización maya.

En la obra de los “brujos mayas” fincamos el sano propósito de seguir haciendo perdurable la memoria y sapiencia de nuestros antepasados en la mente y espíritu de nuestros hijos y generaciones, que harán florecer las historias, cuentos y leyendas a través del canto llano de aquellos juglares mayas que abrevaron en templos y altares esos conocimientos que han perdurado en la memoria indígena.

De los “Ah pul yah oboo” mucho se ha hablado durante varias centurias y generaciones, porque existen sobre ellos comprobadas evidencias de que poseían el don de la clarividencia y poder para obscurecer el día, aclarar la noche, despertar el sueño de los pájaros, hacer hablar a los árboles y transformar su cuerpo en animal, o tomar el de otros, para caminar sobre el viento, mar y montes sin medir distancias para cumplir su cometido.

¿Fueron malos o buenos estos brujos mayas de que hablamos? Esta apreciación sólo pudieran darla aquellos indígenas y poblados del Mayab, lugar donde ellos vivieron y actuaron sobre sus creencias, ritos, ceremonias y supersticiones, que hicieron de su panteón religioso el más poblado y reverenciado del universo maya.

Los ah pul yah oboo, o brujos mayas, fueron parte indisoluble de esos grandes misterios e incógnitas que aún se guardan con celo y temor religioso en los obscuros signos de los jeroglíficos katunes y bactunes, mismos que viven cautivos en las estelas de sus templos y ciudades levantados al conjuro de esos brujos quizá cuando los envolvía el sortilegio de este don mágico que les permitió crear ese universo prehispánico, uno de los más bellos y florecientes del continente mesoamericano.

Profr. Gaspar Antonio Xiu Cachón

 

HISTORIA

Desde lo más profundo de los siglos y eras brumosas de los tiempos mayas han surgido y venido hacia nosotros las fascinantes historias, leyendas y cuentos de los brujos llamados en el idioma nativo Ah Pulyahoboo, que han sido narradas y trasmitidas de generación en generación por esos sabios juglares de edades muy avanzadas cuyas privilegiadas mentes han sabido recoger y guardar a la posteridad los hechos y sucesos más relevantes de su mundo aborigen, donde sus abuelos y padres fueron artífices de la grandeza y sabiduría de nuestra ignota civilización maya.

Sin la prosa mística de esos ancianos juglares, con quienes tuve la grata como honrosa oportunidad de platicar, no hubiera sido posible transcribirles las artes de las que se valieron los brujos mayas para hacerse presentes con su sabiduría y ocultos secretos en el tema que nos ocupa.

La vieja tradición maya, como hemos dicho, llama a los brujos Ah Pul yah’oboo, cuya traducción literal al español significa “los que votan el dolor o la maldad”.

Su arte, sabio y maligno, fue y aún sigue siendo una de las versiones más temidas entre los sucesos antiguos de los indios de Yucatán, mismos de los que se habla poco, ya que más de las veces se prefiere callar, porque temen que algunos de los espíritus de esos Ah pul yah pueda escucharlos ¿Y quién en el Mayab, México o en el mundo entero no ha oído hablar sobre el encanto, magia o embrujo que envuelven a ciertos fenómenos sobrenaturales que se suscitan en torno a los seres humanos, tales como el agua, mares, casas, animales, ciudades, etc., o vivida en los horrores de los temblores, terremotos, visión de seres de ultratumba, aluxes, Ixtabay, uay chivo, vampiros humanos, fantasmas o que se escuchan cantos, voces y rezos de muertos, presagios o adivinaciones que resultan al final ciertas? Todo esto es parte de ese embrujo que se vive hoy y se vivió también en el ayer, con casos de personas que después de morir resucitan y hablan de lo que vieron y experimentaron cuando se iban del mundo de los vivos a otras dimensiones, o relatos de sucesos parapsicológicos atribuidos a las malas o buenas artes de los brujos y curanderos que han hecho trabajos milagrosos, o que a través de ellos se cometieron maldades, se perdieron fortunas, novias, maridos, cosechas, salud o vidas.

Los Ah pul Yah’oboo fueron, desde esos siglos primarios, personajes solicitados por gente de distintos credos y religiones para algún trabajo específico, guardándose en la intimidad lo que a él se encomendaba, y no pocas veces sus trabajos de metafísica o parapsicología tuvieron tan resonante éxito que después la gente, como en peregrinación, acudía a ellos en busca de su ciencia y artes para encomendarles un remedio o embrujo.

Por eso era frecuente escuchar que si aquella mujer perdió a su novio, virginidad o padecía algún mal grave, era porque se le había trabajado con un brujo. O si algún mancebo deseaba poseer a la mujer que lo despreciaba, acudía al brujo para lograr su propósito, o también para recuperar algo que se había perdido. También iban a él los que sufrían alguna desgracia, los que robaban o se burlaban de una doncella o mujer casada.

En fin, la profecía del brujo era tan elemental y de gran prestigio en aquellas épocas tal y como hoy se les busca, pero ya casi no se les encuentra, porque se han ido extinguiendo debido a la persecución religiosa y judicial de que fueron objeto en la práctica y ejercicio de su arte. Por esta y otras razones, las historias que acá hemos escogido han sido muy difíciles de arrancar de esas mentes privilegiadas de los ancianos mayas. Cuando aceptaron relatarlas, tuvieron primero que persignarse y murmurar alguna oración rezada en el antiguo lenguaje de su nacencia, llamada “suhuy than«, o lengua virgen, y después lo hacían.

A decir de ellos, los Ah pul Yah’oboo siempre nacían con una expresión enigmática en el rostro, como así fueran diferenciados de los demás seres de la comunidad donde ejercen su arte y profesión, una de las ciencias más extraordinarias en el mundo de la civilización maya.

Por otro lado, el H’men, sacerdote, herbolario y curandero, era la contraparte de los brujos al que recurrían todas aquellas personas enfermas que sufrieran las malas artes de uay, o cuando su mal no podía ser curado y este muchas veces acertaba y los curaba.

Los Ah pul yahoboo fueron y aún siguen siendo, pero ya en dimensión más pequeña, personajes clásicos de aquella milenaria sabiduría de poderes sobrenaturales en el ejercicio del arte de la brujería, como también para contraatacarla. Esta acción esotérica y parapsicológica, que sabían dominar a la perfección, la completaban ritos e invocaciones idólatras ante sus dioses utilizándose bebidas de balché, zacá, copal, cantos, rezos y pases mágicos que se aseguran infalibles para sanar o provocar el embrujo.

Fue durante los primeros años de la Conquista Española cuando se hace más terrible el ejercicio de los brujos mayas, sufriéndolos en consecuencia y en carne viva los colonizadores, encomenderos, frailes y todos aquellos que abusaban de la humanidad del indio, o se mofaban de sus ídolos y ritos ceremoniales.

De esos colonizadores provienen las fuentes de información más notorias de los brujos indígenas que formaron durante esas lejanas épocas una élite muy poderosa para defenderse no sólo del abuso de los hombres blancos, sino de la persecución religiosa de que eran objeto, ya que no pocos habían sido quemados o descuartizados por órdenes de los inquisidores españoles.

Esta persecución fue una de las razones por las que los Ah Pul Yah’oboo vivieron aislados, más bien perdidos o escondidos en los límites de sus pueblos, donde construían sus casas y laboratorios herbolarios y espirituales para ejercer sus viejos oficios sin ser perjudicados.

La práctica de esta ciencia o materia de espiritismo y magnetismo fue tomada en la atmósfera de la tierra y de otras galaxias por los mayas, cuya energía utilizaban con bastante éxito en el arte de la brujería, dándoles resultados espectaculares y certeros sobre sus predicciones y adivinaciones reales y exactas.

El arte de los brujos mayas constituye una de las ciencias ocultas de más profunda concertación, que se estudiaba con verdadera pasión por los iniciados en este arte, dejando sorprendidos a muchos letrados y científicos que no le encuentran explicación lógica a lo que muchas veces sus ojos vieron y constataron sobre los acertijos de estos genios aborígenes.

Los brujos mayas utilizaban en su trabajo una meditación y comunicación telepática muy profunda que permitía a sus mentes y espíritus vagar por otras dimensiones espaciales. Aprendían un lenguaje sólo enseñado en las altas esferas del sacerdocio y en templos, con una elevada mística ritualística que posteriormente fue grabada en piedras y signos cabalísticos conocidos hoy como jeroglíficos, que sólo los grandes ahaucanes y ah kines pudieron escriturar y leer, así como interpretar, para después enseñar en aquellas mentes privilegiadas que prosiguieron así su historia y ciencia en esas páginas pétreas donde llevaban el cómputo cronológico de las eras mayas y otros asuntos, como la vida planetaria, los orígenes del mundo y vida de esta civilización maya.

El Ah Pul Yah fue y aún es figura prominente, temida y respetada en el misterio que se esconde en las brumas del tiempo maya. Su existencia no sólo era para provocar y realizar el mal, sino también combatirlo en el área de su competencia científica.

En estas historias descritas sobre ellos se cuenta que la lucha entre dos brujos era terrible como inclaudicable, duraba días y semanas y sólo cuando otro poder sobrenatural intervenía a favor de alguno, causándole daño al más terco, o a ambos, como castigo.

Para provocar el embrujo, el pul yah acudía a la fuerza de su mente, ligada a los fenómenos naturales o atmosféricos que sabía interpretar muy bien. Actuaban sobre los sitios de energía cósmica y magnetismo, relacionados ambos con los movimientos planetarios que provocaban los equinoccios y solsticios.

Lluvia, relámpagos, viento, rayos, ciclones, arco iris, etc., fueron también otros de los fenómenos meteorológicos que se sumaron al arte de su embrujamiento y hechicería.

También fueron grandes maestros y especialistas en el arte de preparar potentes brebajes de plantas y hierbas cuyas pócimas curativas y venenosas estaban bien clasificadas y dosificadas en sus laboratorios caseros.

Aparte de eso, poseían el encanto de domesticar a las serpientes más venenosas de su hábitat, así como saber interpretar el canto de los grillos, insectos, pájaros, el croar de las ranas, los aullidos de los animales, el llanto del perro, el silbar del viento, etc., lo que les valió y permitió ser certeros en sus predicciones, maldades y curaciones.

La tarea de investigar más allá del origen y del legado científico como esotérico de los Ah Pul Yah’oboo, reiteramos, no ha sido nada fácil porque desde lejanos tiempos han sido temidos, inaccesibles, callados, hoscos y perseguidos en las comunidades donde ejercieron su profesión, y no pocas veces acusados, asesinados y hasta quemados vivos en la época de la Colonia. Pero también eran respetados por el culto trabajo que realizaban.

Cuando recurríamos a algunos de nuestros informantes, la mayoría se rehusaba al principio a hablar de ellos, porque decían que temían que algo malo les ocurriera o que algún maleficio de esos brujos, cuyos espíritus siempre rondaban en sus pueblos, cobrara venganza desde el más allá de la eternidad sobre ellos.

Fueron en las regiones de Yaxcabá, Sotuta, Maní, Mama, Halachó, Valladolid, Maxcanú, Chichimilá, Carrillo Puerto, Tepich, Tihosuco, Dzulá, Señor X’Cacal, o Chumpón, Chancah Veracruz en Quintana Roo; Bolonchen o Hopelchén, en Campeche, lugares en donde más información pudimos recopilar de sus ancianos moradores, quienes nos narraron que los hechiceros o brujos mayas podían hacer cosas sobrenaturales como increíbles, pero ciertas. Muchos de ellos lo pudieron comprobar o padecieron en carne propia, o bien supieron de casos en ascendientes familiares, sobre los males de esos brujos.

Por ello jamás se piense que lo platicado fue cuento, superchería o superstición, sino muchos de esos casos pudieron comprobarse con toda la veracidad de esta ciencia y arte que más bien fue la milagrería de una magia envuelta en las grandes incógnitas que aún perduran en nuestra civilización aborigen.

A mi entender, el hechicero o brujo maya, como otros eruditos de mi mundo indígena, no dominó los fenómenos del universo sobre la tierra como se cree, sino que más bien unieron su ciencia a esa gran energía cósmica para provocar esos hechos alucinantes en sus laboratorios de consulta parapsicológica, para llevar a las dimensiones terrestres la magia y poderío de su arte.

Es por eso que en el Mayab, créase o no, existen fenómenos sobrenaturales de psicología indígena que se suscitan en forma evidente en zonas arqueológicas, cavernas, milpas, montes, personas, o en sitios diversos, tales como la presencia viva de los aluxes o duendes mayas que no una, sino cientos de personas de distintos medios y condiciones sociales, como profesionales, han tenido ocasión de comprobar su existencia.

Ellos son los seres mitológicos que aún siguen cumpliendo a través de los siglos la misión sagrada de sus dioses de resguardar templos y altares, así como los montes de la tierra.

Los aluxes, como los Ah Pul Yah’oboo, no son simples mitos o leyendas mayas, sino que su arte y ciencia existen y forman parte indisoluble de la verdad en el alma misteriosa del Mayab, lugar privilegiado donde surgen y se han forjado las ciudades y templos más originales como exactos en el aspecto cultural, científico y arquitectónico del universo indígena.

Toda esta exposición de conocimientos arcaicos no fueron tomados o concebidos al azar, sino que en el mundo aborigen de la civilización maya se han verificado estudios y ciencias tan avanzados, en templos conocidos como el ak’ab dzib, lugar donde se escribían de noche las ciencias y donde se cuenta que la historia no podía leerse en el día porque los signos desaparecían inexplicablemente, pero en la noche volvían a aparecer para ser leídas y estudiadas por los ah kines de esa antigua sabiduría.

Así florecieron las ciencias y las artes de nuestro mundo aborigen, cuyos creadores no han muerto, sino cierto es que la materia de su cuerpo ha desaparecido, pero su alma se ha transformado en viento, luz y espíritu en las galaxias de otras dimensiones del universo que envuelven la tierra maya, que vive sostenida por los cuatro bacabes o dioses de la teogonía maya, en relación también a los cuatro puntos cardinales de nuestro mundo, de donde proviene y se expande toda la magia y sabiduría de los mayas.

Gaspar Antonio Xiu Cachón

Continuará la próxima semana…

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