Con la impactante novela “Akelarre”, el talentoso escritor colombiano Mario Mendoza nos demuestra que los caminos que nos conducen al infierno son sinuosos, retorcidos y laberínticos.
En “Alekarre”, al investigador privado Frank Molina, borracho, marihuanero y paciente psiquiátrico, lo alcanza su pasado con una cuenta de cobro cuando la policía lo llama para que los asesore en unos extraños asesinatos que tuvieron lugar en el barrio Santa Fe en los que un imitador de Jack el Destripador está inmerso en una auténtica orgía de sangre y mata prostitutas sin contemplación alguna.
Mientras Molina sigue pistas de un extremo a otro de la capital para dar con el criminal, sus pasos se cruzan con los de su mentor, un sacerdote atormentado por los secretos que esconde de su juventud. Y al fondo de este cuadro gótico de la ciudad contemporánea, una joven pintora descubre que no es una artista, sino una hechicera que atesora poderes ancestrales.
Mario Mendoza ha impartido clases de Literatura durante más de diez años. Su novela “Satanás” fue galardonada con el Premio Biblioteca Breve. Ha sido ganador del Premio Nacional de Literatura del Instituto Distrital de Cultura Turismo de Bogotá en 1995, y Escalera cielo (2004). Es colaborador habitual de diversos diarios y revistas.
Gracias a nuestras amables amigas de Editorial Planeta tuvimos oportunidad de establecer comunicación con este talentoso escritor colombiano que nos habló del enorme reto que implicó realizar esta obra.
¿De dónde surgió la inquietante portada?
Mi editor Andrés Grillo fue quien encontró una imagen de un pintor español llamado Farelo, quien ha pasado prácticamente desapercibido pese a tener imágenes relacionadas con brujas, sabbats, noches de walpurgis. La elegimos por la imagen de la luna escondida entre las nubes, con relación con el olor femenino y todo lo relacionado con el ciclo menstrual y la luna como eje central.
¿Cómo surgió el detective Frank Molina?
Había estado trabajando durante meses en una cárcel de Bogotá donde pude enterarme de una serie de historias inquietantes de las que fui tomando nota. Ya había creado a un detective llamado Leonardo Sinisterna pero, al volver al género, quise crear un personaje más trastornado, más potente. Frank nace también de mis diálogos con varios detectives de Bogotá.
¿Quiénes acompañan a Frank en esta historia?
Hay tres personajes centrales: un imitador de Jack el destripador que mata en Bogotá, un sacerdote atormentado por presencias oscuras, y una chica que cree que es una artista plástica que descubre que en realidad es una bruja, una hechicera en términos medievales. Estos esos tres personajes irán bajando peldaño a peldaño los escalones de una ciudad caótica.
¿Cuál es tu metodología de trabajo?
Siempre diseño la estructura, procuro tener claras las líneas narrativas, los arcos dramáticos. Como un arquitecto, diseño primero los planos, los bocetos, para después ir construyendo la edificación; empiezo a hacer una escaleta como el cine, no necesariamente escribo de manera lineal, sino por escenas, como un editor cinematográfico.
¿Cómo te sientes con el resultado final de “Akelarre”?
Sinceramente, pienso que “Akelarre” es mi mejor trabajo. Sin duda es la mejor novela que he escrito hasta ahora. Lo más difícil de todo es que me quedó la sensación de una puesta en el abismo, que no hay por dónde continuar. Por eso es que me inmiscuyo en el proyecto de las novelas gráficas, porque también siento una especie de cansancio, de una sensación de no poder más. Creo que ahora viene una zona de silencio.
¿Cuál crees sea la mejor virtud de esta novela?
Creo que “Akelarre” puede generar la idea de cómo salir de la atrofia, de la costumbre, de la rutina que es lo que nos mantiene como zombis, viviendo una cotidianidad absurda, pues estamos en una nueva época, un umbral de lo que será nuestro futuro el cual, tras el paso del Covid-19, no solo es incierto sino también bastante negro.
RICARDO PAT
