En el convulsionado Brasil, país donde van interviniendo en la política local fuertes grupos capitalistas en alianza con fuerzas transnacionales, como ocurre en el caso de México, está teniendo lugar por estos días el acontecimiento tetra anual de los juegos olímpicos, manchados ahí, al igual que los celebrados en tierra mexicana en 1968, por una violencia desatada aquí por los estudiantes, ahí por los trabajadores, y ambas reprimidas por fuerzas policiales y militares.
El inicio del gran evento, en tierra carioca, es propicio para remarcar algunas de sus características. Veamos:
Es una justa deportiva en que la competencia abierta por ubicarse en los primeros sitios habla de pugnas, es cierto, pero en los terrenos de un deporte limpio, en el que la preparación física y mental y/o las capacidades individuales, amén del entrenamiento, son los elementos base para sobresalir. En esta ocasión, más de doscientas delegaciones de los cinco continentes se están enfrentando en las especialidades ya individuales o por equipo que la convocatoria establece.
Por lo normal, la inauguración de los juegos olímpicos es siempre un evento monumental, llamativo, impactante, lucidor de la visión de los comités organizadores del país anfitrión.
Unidad y convivencia en el deporte, ante una diversidad de países con variadas situaciones políticas, es un primer mensaje que permea cada evento, cada competencia. El esfuerzo de los atletas es lo que priva en todo momento, así como el respeto mutuo, la igualdad entre competidores inmersos en un juego limpio en opción a ocupar el podio de ganadores.
En esta inauguración, que puede calificarse de extraordinaria por la tecnología utilizada y el manejo de recursos humanos numerosos, juegos de artificio y una enorme organización del Comité Olímpico Brasileiro, se usaron el tiempo y los espacios para sensibilizar a los largos millares de asistentes físicos y los millones que presenciamos el gran evento por la televisión mundial para sensibilizarnos sobre la situación crítica a la que los habitantes del planeta lo hemos llevado. Por la vía del abuso, ahora tenemos una contaminación galopante y la peligrosa amenaza de grandísimos cataclismos que llegarán de no corregirse nuestro dañino modo de vida que hace el aire irrespirable, disminuye el hielo de los polos, altera el clima mundial, propicia la paulatina afectación de la tierra, mares y agua, destruyendo la flora y la fauna en todos los continentes.
Imágenes preocupantes ocuparon el espacio del Maracaná que, ciertamente, impactaron al gran público espectador del evento.
El mensaje es de sensibilización, pero también de esperanza. Es una llamada a tiempo. Un aviso de un porvenir que será el que vayamos reconstruyendo en lo individual, en lo colectivo o social, en lo nacional e internacional.
Las Olimpiadas del porvenir solo podrán realizarse si detenemos y reparamos, bien y a tiempo, las agresiones contra nuestro medio natural y hábitat: LA TIERRA.