Los comerciantes y empresarios de Mérida han venido insistiendo en que la presencia de ambulantes, y la saturación de mercados y áreas públicas con los productos que ofrecen estos, son una seria amenaza a las negociaciones que ellos operan. Se dicen afectados económicamente.
Desde sus confortables gabinetes con aire acondicionado les es imposible percibir que la creciente ola de ambulantes se origina en la necesidad de sobrevivir en un mundo cada vez más difícil, desconocido por los grandes capitalistas y muchos gobiernos, que no analizan las raíces de las actitudes de sus clientelas o sus gobernados.
Tras cada ambulante existe una familia con angustiosas necesidades y urgencias, tantas que tratan de obtener recursos económicos para sustentarlos. Los campesinos humildes, con sus canastos de frutas y verduras, que viajan cotidianamente desde sus poblaciones son ejemplo de esto. Así también las amas de casa que fabrican bolis, paletas, golosinas, gelatinas, dulces y antojitos que buscan manera de venderlos entre sus vecinos, puertas de escuelas, parques, etc., o por encargos previos.
Ambulantes son también, de origen, los sorbeteros, lecheros, vendedores de escobas y de pan dulce, pan francés o tortillas que trabajan para negocios aparentemente cerrados, para evitar grandes costos y pagos de impuestos cada vez más elevados.
Los comerciantes de mayoreo, los grandes empresarios, ya han copado e invadido las zonas de los antiguos mercados con sus tiendas de conveniencia, supermercados, expendios de carnes y aves, y toda una variada oferta que han arruinado y obligado a cerrar a los comerciantes pequeños establecidos antes en San Sebastián, Santiago, Santa Ana, y otros sitios tradicionales. Los peces grandes comenzaron el relajo devorándose a los chicos.
Aparecieron los tianguis semanales, que han sido una salida para ambulantes o gente necesitada, que acude a ellos para vender y deshacerse de mil y un artículos cuya venta, a precios reducidos, y/o alimentos y productos, puede redituarles algo de recursos a su economía. De acuerdo con la pobreza y necesidades, la magnitud, dimensiones y ambulante, así como la progresiva apertura de otros lugares como estos, nos habla de necesidades, pobreza, urgencias, escasez de recursos económicos. Son los supermercados de los humildes.
La antigua venta ambulante de alimentos procesados, tortas, tacos, antojitos, tiene ahora creciente competencia en tiendas llamadas de conveniencia, que incluso aceptan pagos de servicios y operan con tarjetas bancarias, recargan celulares, y también venden antojitos. Su ubicación cercana a instituciones gubernamentales, escuelas y demás, desplaza lo mismo a ambulantes que a comercios informales de la zona.
Pero es el comercio mayor, el gran comercio, el que ha propiciado con su presencia y creciente ubicación muchos de los conflictos que ahora expone como perjudiciales y lesivos a sus intereses comerciales. De la zona crítica, o una de ellas en el primer cuadro de la ciudad, especialmente en la zona del Mercado Lucas de Gálvez, paulatinamente se han venido desconcentrando servicios hacia la periferia tanto de los bancos, oficinas de gobierno, servicios públicos, dependencias diversas y es acerca de ella, donde aún permanecen comercios para aprovechar el flujo peatonal, que se quejan ya sea porque ahí se da mayor abundancia de ambulantes o porque resienten la competencia en sus ventas.
El problema es complejo, pero amerita un análisis conjunto en el que las autoridades, los empresarios y los ambulantes representados charlen y acuerden soluciones conjuntas, no impuestas por la autoridad ni fruto del chantaje publicitario de los empresarios.
Tras la magnitud de este problema social está la necesidad de sobrevivir, alimentarse, contar con recursos económicos de muchas decenas de miles de yucatecos que realizan un trabajo lícito. Mérida y los grandes centros de población de Estado adolecen de los mismos problemas de pobreza y necesidades que deben afrontarse con visión de equidad y justicia social.